
El Gobierno ha trasladado recientemente a la Comisión Europea sus proyecciones macroeconómicas para los próximos ejercicios. El Plan de Estabilidad recoge la evolución prevista de la coyuntura a medio plazo según el análisis del equipo de la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, con un crecimiento del PIB 2,1% este mismo año. Aunque prevé una moderación de los precios, la inflación repuntará en la segunda mitad de año. Esta previsión se realiza en un escenario central, ya con el endurecimiento de la política monetaria, y los expertos consultados explican que la restricción de crédito y el repunte de la inflación podría rebajar el optimismo del crecimiento 0,5 puntos del PIB, es decir, hasta el 1,6%.
El consumo privado, la inversión o el mercado de la vivienda están en el ojo del huracán ante la restricción de crédito y la merma del poder adquisitivo por la etapa inflacionista actual. Lejos aún este año y el que viene del retorno del objetivo del IPC en el 2% –que el Gobierno no prevé hasta la etapa de 2025-2026–, el efecto comparativo con 2022 provocará que la tasa interanual empuje de nuevo al alza en los últimos cuartos del año.
Especialmente la política monetaria es el gran escollo. "La restricción del crédito va a ser un factor más incidiendo negativamente sobre el consumo y la demanda interna, ya muy debilitadas por la inflación, la caída del ahorro reserva o de previsión y el aumento de la carga fiscal que está suponiendo la imposición indirecta por el aumento del precio de los productos", señala Antonio Pedraza, presidente de la Comisión Financiera del Consejo General de Economistas (CGE).
Política monetaria
En este punto, el economista Javier Santacruz destaca el doble efecto de la obligada vuelta a la normalidad monetaria: "Hay otra cara de la moneda, no es solo que la demanda de crédito se haya paralizado, sino que la oferta de crédito, es decir, la banca está ofertando menos crédito como resultado de la subida de los tipos de interés y las restricciones del crédito del Banco Central Europeo (BCE)", señala.
"En la actualización del Plan de Estabilidad lo que estimaba como aportación al crecimiento de la economía de 2023 era de prácticamente un punto, por lo que estaríamos hablando de que puede poner en peligro del 0,5-0,6 puntos en términos de crecimiento de la economía española", cifra Santacruz.
El pasado jueves, la presidenta de la entidad bancaria avanzó una nueva subida de 25 puntos de los tipos de interés, más suave que las anteriores, pero sin pisar el freno.
"Es cierto que nos podemos estar acercándonos al final del ciclo, pero esa perspectiva de subidas de tipos va a encarecer el crédito y va a afectar a la demanda. Mi estimación sobre crecimiento puede estar en un 0,5% de reducción al crecimiento inicialmente estimado", declara Juan Ángel Lafuente, catedrático de finanzas y contabilidad en la Universitat Jaume I.
De hecho, las previsiones de Funcas en base al Banco de España dejan los tipos de interés por encima de los 300 puntos básicos al menos este ejercicio y el que viene.
¿Habrá control del IPC?
Respecto a la inflación, Lafuente marca cierto optimismo con la relajación de las materias primas energéticas. "El efecto va a ser muy pequeño. Las variaciones porcentuales en el consumo de energía eléctrica tienden a afectar relativamente menos al crecimiento del PIB. Diría que el efecto de la inflación vía energía va a tener un impacto muy limitado, en todo caso hablamos de efectos del 0,2% o 0,3% de reducción de crecimiento".
Miguel Ángel Bernal, miembro del Consejo Editorial de este medio y socio del despacho Bernal & Sanz Bujanda, explica a este medio que las importaciones es el único componente con signo negativo en la composición del PIB, es decir, si importamos energía cara, resta actividad. "Las fuentes de energía no están subiendo, todo lo contrario, están cayendo en este momento, con lo cual es una menor carga en el monto de las exportaciones", apunta.
Eso sí, el consumo aún deberá hacer frente a la inflación subyacente y, especialmente, a los alimentos, que ahora dominan la subida de los precios.
En juego también la vivienda
Si el dinero deja de circular igual que antes, y la demanda de crédito desaparece, el motor de la inversión, del mercado inmobiliario o el propio consumo funciona con menos gasolina. La demanda nacional es uno de los indicadores clave del cuadro macroeconómico, pues su aportación al crecimiento del PIB está cifrada en 1,7 puntos, prácticamente tres cuartas partes de la mejora de la actividad el próximo año. Pero, actualmente, ¿cómo están reaccionando estos indicadores?
Bernal apunta que "ya estamos viendo un desplome de las hipotecas, desplome mucho más elevado de lo que el propio sector bancario estimaba, el único que crece es el de consumo en línea con lo programado".
Para el miembro del Consejo Editorial de este medio, el mercado inmobiliario tiene tres claves. La subida de tipos encarece el crédito hipotecario y, por consecuencia, resta potencial a su demanda. La caída de la actividad deja el PIB español en terreno positivo, pero insuficiente. Y, el tercero, "la confianza tanto de los consumidores –demandantes de crédito– como de los bancos –oferentes principales del crédito– es baja y no apunta a una mejoría". Son los tres ingredientes que apuntan al frenazo del mercado inmobiliario en España.
Una situación en la que también se contienen las empresas, especialmente el gran tejido productivo español que forman pequeñas y medianas empresas, aquellas con mayor dificultad para acceder a financiación. En su último informe de primavera, cerrado antes de los episodios de inestabilidad financiera, el Banco de España rebajó en gran medida las perspectivas de inversión productiva (formación bruta de capital fijo).
Calviño espera que la inversión avance 0,9 puntos este año –el año pasado creció 4,6 puntos–, contenida por la política monetaria, y siempre con esperanza puesta en el despliegue de los fondos europeos en el sector privado.