Opinión
La Unión Europea se enfrenta a un momento decisivo: demostrar que puede liderar la revolución de las tecnologías limpias, o cleantech. Para lograrlo, no bastan buenas intenciones ni grandes anuncios. Es imprescindible reformar el sistema de ayudas estatales, pasando de mecanismos lentos y burocráticos a un modelo ágil, automático y ligado a resultados reales. Solo así lograremos que cada euro público atraiga inversión privada, incentive nuevos actores y reduzca los costes de fabricación: condiciones clave para competir a escala global.