Correlación no implica causalidad. Vicente Nieves lleva buscando explicaciones a los movimientos de los mercados y de la economía desde la crisis financiera de 2007. Aún no tiene la respuesta.

Irlanda ha sido durante décadas el 'patito feo' y 'marginado' entre las economías avanzadas que la rodean, llegando incluso a ser objeto de burla y chistes cuando se comparaba con los países de la órbita anglosajona (a la que Irlanda no pertenece por motivos culturales), sobre todo con Reino Unido. La República de Irlanda (para diferenciarla bien de Irlanda del Norte, con la que comparte isla) está situada en una latitud que ocupa la parte rica de Europa: Países Bajos, Alemania, Austria... Sin embargo, hasta bien entrados los 90, esta economía era igual o incluso más pobre que la 'atrasada' España. Belfast era mucho más importante que Dublín, mientras que Irlanda del Norte era mucho más rica e 'industrializada' que la República de Irlanda, pese a encontrarse 'conviviendo' en la misma isla. Hoy, todo es igual, solo que al revés.

Si a usted le vendan los ojos y sin ningún tipo de información le dejan paseando por las calles del municipio pacense de Olivenza, probablemente sea incapaz de distinguir si se encuentra en España o en Portugal. Las coloridas fachadas, las empedradas plazas y las limpias calles de este pueblo (muchas de ellas con nombres en portugués y castellano) de poco más de 11.000 habitantes recuerdan y mucho a Portugal. Lo cierto es que esta localidad fue territorio luso hasta hace 'cuatro días'. Suele decirse que Olivenza es hija de España y nieta de Portugal, la frase de una canción que resume muy bien la historia de este pueblo que hoy vuelve a protagonizar un nuevo conato de enfrentamiento entre dos pueblos hermanos (aliados y miembros de la Unión Europea) que, sin embargo, han tenido un pasado lleno de choques, guerras y traiciones. Aunque España y Portugal mantienen hoy una estrecho y amistoso idilio, la histórica relación entre Lisboa y los ingleses (para desbaratar los planes de Castilla y Francia) han sido el hilo argumental de unas relaciones turbulentas que todavía hoy tienen algún escollo que salvar, como es el caso de Olivenza.

La presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, supo taponar este jueves cualquier atisbo de fuga. Absolutamente impenetrable durante la rueda de prensa, Lagarde no dejó ni una sola pista de lo que hará el banco central con los tipos en las próximas reuniones. La francesa repitió constantemente el mantra de "datos, datos, datos" para determinar el rumbo en las próximas citas. Ese resquicio prácticamente bastó a los analistas para concluir que el BCE procederá con calma en lo que queda de año y solo bajará de nuevo los tipos en diciembre, dando casi por hecho que se decretará una pausa en los recortes en el cónclave de octubre. Sin embargo, esta 'lentitud' en los próximos meses tendrá su contrapunto en 2025, alertan algunos analistas: una 'cascada' de bajadas de tipos, incluso más de las que descuenta el mercado, ante la desaceleración económica y su costura más dolorosa, un patente deterioro del mercado laboral.

El Banco Central Europeo (BCE) ha rebajado los tres tipos de interés clave de forma unánime en su reunión de septiembre, a la par que ha implementado un ajuste técnico para reducir la volatilidad de los mercados monetarios (donde se intercambia liquidez y reservas a muy corto plazo). De este modo, el BCE ha realizado su segunda bajada de tipos del año (en junio ya rebajó el precio del dinero, para luego mantenerlo en la reunión de julio) con un recorte de 25 puntos básicos de la tasa de depósito (donde los bancos guardan la liquidez) hasta el 3,5%, mientras que la tasa principal de refinanciación (el tipo al que los bancos piden liquidez de forma semana) se ha recortado en 60 puntos básicos para hacerla más atractiva, cayendo hasta el 3,65%. Por último, la facilidad marginal de crédito (la ventanilla de emergencia) se ha rebajado también en 60 puntos básicos hasta el 3,9%. De este modo, el pasillo de los tipos se estrecha de forma notable y hace que las subastas semanales de liquidez sean más atractivas para los bancos, puesto que ahora son mucho más 'baratas' y tienen un tipo que se acerca al de la tasa de depósito, según explican en el comunicado.

Un viejo conocido ha vuelto a la ciudad y ha hecho ademán de mover de nuevo la manivela del dinero. El mero hecho de imaginarse el chirrido de esa manivela girando una vez más ha llevado a no pocos a salir en tromba para detener el paso al hombre que una vez 'salvó' a Europa. El expresidente del Banco Central Europeo (BCE) y exprimer ministro italiano Mario Draghi ha querido rescatar esta semana la célebre frase con la que evitó la muerte del euro (whatever it takes, lo que haga falta) para impedir en esta ocasión que el puño americano y el puño chino dejen al Viejo Continente más grogui de lo que está. El problema es que esta vez ese 'lo que haga falta' son unos 800.000 millones anuales de inversiones de los que hasta la mitad saldría de las arcas públicas, siendo la fuente de financiación principal nueva deuda europea mancomunada. Las reacciones negativas han ido desde aquellos que ven directamente inviable la ejecución del plan (Alemania -una vez más- en el horizonte y el poco aprovechamiento de los fondos Next Generation) hasta aquellos que recelan de los mismos políticos con más dinero en las manos y los que advierten de una nueva ola inflacionaria si la impresora de billetes se activa de nuevo con fuerza.

EEUU y la Unión Europea llevan dos años buscando fórmulas para recortar los ingresos que obtiene Rusia a través del petróleo, principal fuente de financiación del esfuerzo bélico en Ucrania. Diferentes tipos de sanciones o presiones a terceros países para que no compren el crudo ruso han sido algunas de las técnicas empleadas por 'Occidente' para impedir que Moscú siga ingresando cientos de millones de dólares con la venta de su 'oro negro'. Sin embargo, no ha sido nada de esto lo que ha provocado el último gran golpe a los ingresos rusos. Las fuerzas del mercado (una oferta de crudo sólida y demanda débil) se han convertido en el mejor aliado de 'Occidente' y de Kiev, y en el peor enemigo de Vladímir Putin y Rusia.

El mercado inmobiliario español ha entrado en una fase sin parangón en la historia reciente. En las últimas décadas, no se había observado un desajuste tan grande entre la creación de hogares y la terminación de nuevas viviendas. El desajuste es tal, que un alto miembro del Banco de España ha admitido que nos encontramos ante una situación inédita (haciendo referencia al desajuste entre nuevos hogares y nuevas viviendas) en el mercado inmobiliario español. Este desequilibrio está llevando a que los precios de los inmuebles suban con gran intensidad (pese a que los precios llevan ya subiendo 10 años), a una velocidad superior a la de los salarios (algo que ya sucedía antes), dificultando la accesibilidad a la vivienda en las zonas más demandadas. La situación es ya de por sí compleja y parece no tener remedio a corto plazo, puesto que las casas no 'brotan' de la noche a la mañana como las setas. Pero lo que es peor, no parece haber una solución creíble tampoco en el medio plazo. Aunque la construcción de nueva vivienda parece estar repuntando, no lo hace (ni parece que lo vaya a hacer) al ritmo necesario para cubrir siquiera la nueva creación de hogares (no hablemos ya de la demanda real de vivienda). Se lleva hablando tiempo fenómenos como la 'Gran Dimisión', la 'Gran Rotación' o la 'Gran Jubilación'... quizá ha llegado el momento de empezar a hablar del 'Gran Desajuste Inmobiliario'.

Una enorme acumulación de gas en el Ártico se ha convertido en la prueba del algodón que revela cómo las nuevas sanciones de EEUU están poniendo a la flota en la sombra del gas ruso contra las cuerdas. Esta nueva flota paralela (diferente a la del petróleo) comenzó a levantarse hace escasos meses, pero por ahora su éxito es más que cuestionable. El gas se está empezando a acumular (Moscú no consigue venderlo), mientras que los buques que lo transportan están realizando extraños movimientos ante la incapacidad de llevar esta mercancía a su destino.

El Banco Central Europeo (BCE) parece dispuesto a anunciar la segunda bajada de tipos de interés de este año en la reunión que celebra este jueves 12 de septiembre, una semana antes de que la Reserva Federal de EEUU proceda a su primer recorte del ciclo. Aunque la inflación aún sigue levemente por encima del objetivo del 2%, hay motivos para creer que el BCE va a dar rienda suelta a las bajadas de tipos. La reciente caída del petróleo y la moderación del crecimiento salarial allanan el terreno para que el banco central anuncie varios recortes en los próximos meses. Además, el banco central aprovechará, presumiblemente, esta reunión para ajustar lo que se conoce en argot monetario como el 'pasillo' (corridor) de los tipos (la diferencia que hay entre los tres tipos clave del BCE). Así, el de este jueves se espera que sea un recorte prácticamente único en su especie, puesto que podría conllevar que el BCE rebaje hasta 60 puntos básicos, de una tacada, el tipo de interés principal de refinanciación, para acercarlo a la tasa de depósito. Esta operación ya fue anunciada hace meses, pero se prevé que sea en la reunión de esta semana cuando se ejecute. Aunque de 'iure' supone una mayor bajada, de 'facto' no debería impactar en los tipos del mercado.

Parece evidente que la economía global está perdiendo impulso este 2024. Dentro de esta pérdida de impulso destaca un país, cuyas expectativas de crecimiento van a quedar lejos de la realidad. China está sufriendo una rápida desaceleración de la economía, según revelan varios indicadores en tiempo real publicados recientemente. Se esperaba que el 'gigante asiático' fuera el motor de la economía global, recuperándose de su más lenta salida de la pandemia y llegando a su tradicional objetivo de crecimiento del PIB del 5%. Sin embargo, ese dato parece ya un imposible. El consenso de Bloomberg es todavía del 4,8% (solo ha caído dos décimas), pero los expertos de JP Morgan ya hablan de un crecimiento del 4,6% en el mejor de los casos, mientras que el resto de Wall Street se olvida del objetivo del 5% para este año. En una economía tan grande, unas pocas décimas pueden marcar una diferencia importante: el mundo tiembla ante la desaceleración de China.