Correlación no implica causalidad. Vicente Nieves lleva buscando explicaciones a los movimientos de los mercados y de la economía desde la crisis financiera de 2007. Aún no tiene la respuesta.

Europa ha comenzado a convertirse en una suerte de 'bazar chino'. Tal y como había publicado en varias ocasiones elEconomista.es, la guerra arancelaria que ha enfrentado a EEUU con todo el mundo, pero especialmente con China, podía provocar una redirección de los flujos comerciales del 'gigante asiático' hacia el resto del mundo y, especialmente, hacia Europa. Es decir, China, con una capacidad para producir bienes muy superior a su propia demanda (exceso de capacidad) necesita colocar todos los productos que se hacen en sus fábricas y que ahora no tienen cabida en las estanterías americanas. La víctima elegida estaba clara desde el primer momento. ¿Qué región tiene más parecidos con EEUU en términos de tamaño y capacidad de consumo? Europa. Los productos chinos han empezado a inundar Europa, aunque todavía hay algunos matices que están impidiendo que la 'inundación' sea total.

China está en camino de convertirse en la mayor economía del mundo. Con un crecimiento del PIB que ronda el 5%, de mantenerse este ritmo o uno similar, es cuestión de tiempo que se produzca el esperado sorpasso a EEUU en PIB en dólares corrientes. Para ello, Pekín está siguiendo unas políticas que buscan reducir la dependencia de China del exterior, intentando estimular el consumo (generar un motor de demanda interna que funcione de forma autónoma) y lograr una suerte de 'autarquía parcial' en la que solo se importe lo que China no pueda producir por causas de motivo mayor (materias primas, algunos alimentos...). Aunque en Occidente parezca extraño, China está teniendo serios problemas con lo primero: no logra que sus ciudadanos consuman al nivel requerido para que este componente gane peso en el PIB desde el lado de la demanda. Los factores que explican esta curiosa 'incapacidad' o carencia económica son múltiples, pero lo cierto es que si Pekín quiere superar esta carencia debería tomar nota de lo que hacen los españoles y su forma de consumir.

El precio de la vivienda en España no para de subir. Además, lo hace a un ritmo mucho más rápido que la media europea y, por supuesto, que los salarios. Sin embargo, si hay algo que resuena con fuerza en los informes, análisis y declaraciones de los expertos es que "en España no hay una burbuja inmobiliaria". Esta frase se escucha como un respiro... y por la cabeza de más de uno pasará el siguiente pensamiento: 'Ufff, qué alivio, si no hay una burbuja es que todo va a ir bien y hay que tener confianza'. No exactamente. La ausencia de burbuja también significa otra cosa en la que quizá no todo el mundo ha pensado: el precio sigue teniendo mucho recorrido al alza. El estallido de burbujas es negativo en términos 'macroeconómicos', pero al mismo tiempo genera una enorme oportunidad de compra. Es un arma de doble filo que puede cortarte (si la crisis te golpea) o que puede servirte de herramienta (si la crisis te deja vivo y aprovechas para adquirir la vivienda de tu vida).

Las 'treguas' comerciales de Trump están a punto de llegar a su fin. A pesar de que ha logrado acuerdos con Vietnam y Reino Unido, solo quedan cinco días para que venza la moratoria y se activen los gravámenes masivos anunciados el Día de la Liberación. A pesar de que el próximo objetivo parece ser la Unión Europea, con conversaciones activas la incertidumbre es total y ambas partes parecen lejanas por ahora. En consecuencia, las empresas de EEUU temen que un desencuentro lo trunque todo y empiezan a comprar masivamente para llenar al máximo sus almacenes y prepararse para una suerte de invierno o glaciación comercial provocada por el caos arancelario que puede venir a partir del 9 de julio, la fecha clave.

Cuando parecía que la calma volvía poco a poco a las aguas del comercio internacional... llega China y ataca directamente al corazón de Europa. Pekín ha anunciado la imposición de aranceles antidumping al brandy europeo durante cinco años, elevando las tensiones diplomáticas y comerciales entre ambos socios. Dos regiones que son prominentemente exportadores (ostentan grandes superávits por cuenta corriente y comerciales) y que deberían colaborar codo con codo ante la oleada proteccionista impulsada por Donald Trump se van a enfrentar también a base de aranceles en un mundo cada vez más fragmentado y convulso.

Alemania y Japón son los grandes acreedores del mundo. Dos economías que cuya tasa de ahorro supera con creces la inversión y el consumo interno y, por tanto, 'exportan' flujos de capital e 'importan' activos de otros países, incrementando cada año el pedacito que tienen del resto del mundo. Esta es una forma silenciosa de ir 'adueñándose' de la economía global. La ventaja es clara: reciben dividendos, intereses, alquileres... de todos esos activos extranjeros que van acumulando. La contra o parte negativa es que todos esos capitales que salen fuera de Japón y Alemania no se invierten a nivel doméstico. Ambas economías parecen mostrar una clara preferencia por el ahorro (es casi algo cultural), pero la forma de usar ese ahorro para 'invertir' en el mundo es radicalmente opuesta, lo que llama la atención de los economistas de Deutsche Bank.

Una serie de misteriosos ataques con minas lapa a petroleros ha conmocionado al mundo del transporte marítimo y ha suscitado especulaciones sobre si las explosiones formaban parte de una campaña de sabotaje respaldada por algún país. Cinco buques han sido alcanzados por explosiones deliberadas este año. El último incidente inundó la sala de máquinas del petrolero griego Vilamoura la semana pasada mientras navegaba frente a las costas de Libia. El ataque llegaba tras otro incidente similar en enero y tres en febrero. Si bien la mayoría de los incidentes han ocurrido en el Mediterráneo, un petrolero fue alcanzado en el Mar Báltico.

La economía global está cambiando rápido y algunos de los países que durante años han dominado la escena internacional están empezando a languidecer. Un buen ejemplo de ello es Alemania, cuya economía lleva años estancada, con un PIB per cápita que incluso retrocede (los alemanes 'viven' peor cada año) y unos salarios que empiezan a ser insuficientes para una parte creciente de la población. La crisis de Alemania es una crisis de modelo que fuerza al país a reinventarse o morir. Nadie duda de la capacidad de la sociedad alemana para salir adelante (parten de un lugar bueno, son una nación muy rica y todavía competitiva), pero durante este proceso de transición habrá perdedores. Las recientes grietas en el mercado laboral son prueba de ello y cada vez son más los que necesitan de algún tipo de ayuda para llegar a fin de mes.