Transportes y Turismo

Las misteriosas explosiones de petroleros en medio de la nada con minas lapa mantienen en vilo al transporte marítimo mundial

  • Se han registrado cinco ataques en lo transcurrido de 2025
  • La mayoría han sido en el Mediterráneo y uno en el Mar Báltico
  • Los petroleros afectados habían hecho escala en puertos rusos
Foto: iStock

Una serie de misteriosos ataques con minas lapa a petroleros ha conmocionado al mundo del transporte marítimo y ha suscitado especulaciones sobre si las explosiones formaban parte de una campaña de sabotaje respaldada por algún país. Cinco buques han sido alcanzados por explosiones deliberadas este año. El último incidente inundó la sala de máquinas del petrolero griego Vilamoura la semana pasada mientras navegaba frente a las costas de Libia. El ataque llegaba tras otro incidente similar en enero y tres en febrero. Si bien la mayoría de los incidentes han ocurrido en el Mediterráneo, un petrolero fue alcanzado en el Mar Báltico.

Si ser tripulante de un gran buque petrolero o metanero ya era una profesión que tenía aparejados sus riesgos, ahora mismo se asemeja a ser un soldado que va a la guerra. La escalada en las tensiones geopolíticas ha convertido al mundo en un lugar mucho más peligroso y las amenazas proliferan sobre un sector que es un objetivo clave. Esos inmensos barcos, de más de 300 metros de largo y con una altura como la de un edificio de 20 plantas, transportan uno de los tesoros más preciados ahora mismo del planeta: energía. Eso los convierte en vulnerables a ataques de actores geopolíticos interesados en causar un determinado shock en el suministro mundial para reforzar su posición en el conflicto que sea.

Ni que decir tiene el riesgo (humano, ambiental y económico) de hacer saltar por los aires a un buque repleto de petróleo (hablamos de millones de barriles por navío) o de gas. El testimonio de una de las compañías con un petrolero afectado en uno de estos cinco ataques de una magnitud de lo que pudo haber ocurrido. Su buque sufrió una explosión en la sala de máquinas mientras transportaba un millón de barriles de crudo. "La sala de máquinas se inundó y el buque perdió maniobrabilidad, pero cesó la entrada de agua y se mantuvo estable", relata la firma al Financial Times. Por suerte no hubo heridos ni vertido de petróleo en el mar.

Lo ocurrido en los últimos años roza el clamor. El episodio más destacado se ha dado con los ataques de los rebeldes hutíes de Yemen, patrocinados por Irán, contra buques de carga -especialmente occidentales- que atravesaban el Mar Rojo. Esta era una medida de presión contra los ataques de Israel en Gaza que al final se ha convertido en permanente. Asaltos con helicóptero o impacto de misiles sobre algunas embarcaciones dejaban una estampa que ha devenido en habitual, haciendo desviar gran parte del tráfico marítimo comercial por el Cabo de Buena Esperanza, nada menos que rodeando África por su flanco sur.

Con el Mar Rojo en tensión permanente, el foco se ha desplazado recientemente al otro flanco (el derecho) de la península arábiga. El riesgo de que el régimen iraní hiciera saltar por los aires algún petrolero para cerrar el Estrecho de Ormuz, arteria clave del suministro petrolero global, ha sobrevolado en las últimas semanas. De hecho, Reuters ha informado en exclusiva de que el ejército iraní cargó minas navales en sus barcos en el Golfo Pérsico, con lo que se han multiplicado las sospechas de que Teherán estuvo más cerca de lo pensado de dejar una fotografía que hubiera conmocionado a la comunidad internacional.

Rusia como punto de conexión

El caso de los citados cinco buques es más extraño, porque se escapa en cierto modo de las coordenadas concretas del conflicto en Oriente Medio. El único vector común de estas misteriosas explosiones es que todos los petroleros afectados hicieron escala en puertos rusos que gestionan petróleo producido en Kazajistán, país que no está sujeto a sanciones, pocas semanas después de los ataques. Esa circunstancia ha elevado las sospechas de los expertos en seguridad en torno a Ucrania. No es la primera vez que Kiev actúa contra el lucrativo comercio petrolero de Moscú, como se vio en los repetidos ataques con drones contra refinerías rusas.

Rusia produce más de nueve millones de barriles de petróleo por día, siendo de este modo el segundo mayor productor del mundo y también el segundo mayor exportador (solo por detrás de Arabia Saudí). El crudo que sale de Rusia se transforma directamente en miles de millones de dólares que sirven para financiar su guerra contra Ucrania. No sería descabellado pensar que los servicios secretos ucranianos (a los que se ha apuntado por los sabotajes en los gasoductos Nord Stream) hayan comenzado a minar estos buques en un intento por generar ruido y miedo entre las tripulaciones. Aunque la información no se ha expandido demasiado, dentro del sector son conocidos estos ataques, lo que puede llevar a que el staff de los buques se lo piense dos veces antes de llevar crudo ruso, dificultado la misión de Moscú de transportar su petróleo.

Cuatro de los buques pertenecían a reconocidos armadores griegos y chipriotas, repetidamente acusados de prestar apoyo a Rusia proporcionándole a 'precio de oro' estas ajadas embarcaciones. El Vilamoura forma parte del Grupo Cardiff de George Economou, empresario naviero. El Seacharm, impactado en enero frente a las costas de Turquía, y el Seajewel, impactado en febrero en Italia, pertenecen ambos a Thenamaris, un gran grupo naviero controlado por Nikolas Martinos. El Grace Ferrum, averiado en Libia en febrero, pertenece a la empresa chipriota Cymare. El Koala resultó dañado en una explosión en el puerto ruso de Ust-Luga en febrero. En mayo, la UE impuso sanciones al buque por el transporte indebido de petróleo ruso.

Kiev no ha aclarado si ha estado directamente involucrada en estos ataques, pero su inteligencia militar ha emitido un comunicado describiendo al Vilamoura como un petrolero perteneciente a la 'flota en la sombra' o 'fantasma' rusa. Como es bien sabido, es el nombre que se le da a la flota constituida a la carrera por el Kremlin con viejas embarcaciones -algunas cerca de la chatarra- compradas de 'tapadillo' para transportar su petróleo por todo el mundo esquivando las sanciones y controles occidentales impuestos por su invasión de Ucrania. Moscú gana mucho dinero vendiendo ese petróleo y con ello sufraga el esfuerzo bélico en el país vecino. Más allá de la acusación de Kiev, no parece haber indicios de que, aparte del Koala, los demás buques infringieran las normas del G7 al transportar petróleo ruso comprado a más de 60 dólares el barril.

Las nuevas pistas, sin embargo, complican el seguir el rastro de estas acciones. Un asesor de seguridad del sector ha revelado al FT que si, inicialmente, todos los indicios apuntaban a Ucrania, las diferencias en la naturaleza del ataque al Vilamoura -que recibió un impacto en el casco y no en el costado- han generado teorías sobre si hay más posibles saboteadores.

Martin Kelly, jefe de asesoramiento de expertos en seguridad marítima de EOS Risk Group, señala al periódico británico que solo había "algunas" similitudes entre el último incidente, el del Vilamoura, y los anteriores. "Queda un abanico de posibilidades alternativas, incluidos actores libios y otros actores estatales que tienen la capacidad y posiblemente el motivo", afirma. Cuatro de los buques atacados también habían hecho escala en puertos de Libia, un país dividido entre facciones rivales que dependen de los ingresos provenientes del transporte de petróleo. Todos los petroleros también tienen antecedentes de fondear frente a Malta para abastecerse.

Si en el futuro se siguen repitiendo estos ataques, es de lógica pensar que las tripulaciones o las empresas que en la sombra que transportan el crudo ruso empezarán a retirarse o, al menos, a pedir una prima de riesgo (nunca mejor dicho) por transportar ese petróleo maldito. Esto podría reducir los ingresos de una Rusia que ya se encuentra al borde de la recesión económica. Vladímir Putin tendría que buscar fórmulas para seguir financiado una guerra muy cara con una economía cada vez más deprimida.

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