
La economía global está cambiando rápido y algunos de los países que durante años han dominado la escena internacional están empezando a languidecer. Un buen ejemplo de ello es Alemania, cuya economía lleva años estancada, con un PIB per cápita que incluso retrocede (los alemanes 'viven' peor cada año) y unos salarios que empiezan a ser insuficientes para una parte creciente de la población. La crisis de Alemania es una crisis de modelo que fuerza al país a reinventarse o morir. Nadie duda de la capacidad de la sociedad alemana para salir adelante (parten de un lugar bueno, son una nación muy rica y todavía competitiva), pero durante este proceso de transición habrá perdedores. Las recientes grietas en el mercado laboral son prueba de ello y cada vez son más los que necesitan de algún tipo de ayuda para llegar a fin de mes.
Una estadística muy actual muestra este giro en la que fue durante años la gran locomotora de Europa: en 2024, unos 826.000 trabajadores dependían de una prestación ciudadana que ayuda a complementar los ingresos salariales cuando estos son insuficientes para vivir. Esta es conocida como Bürgergeld. El dato señalado representa un aumento de alrededor de 30.000 desde 2023... y lo que es más preocupante: es la primera vez que aumenta el número de trabajadores que necesitan una ayuda como esta desde 2015, año en el que se introdujo en Alemania el salario mínimo legal, inicialmente de 8,50 euros por hora. Desde ese momento, el número de perceptores de prestaciones complementarias descendió de forma continuada, pasando de un elevado 1,2 millones a unos 796.000 en 2023. Ahora, las estadísticas para 2024 vuelven a apuntar al alza por primera vez. De forma más que reveladora, esta 'cifra de la vergüenza' se ha conocido gracias a una pregunta parlamentaria de la oposición.
El Bürgergeld, que se puede traducir como 'dinero ciudadano' al castellano, es un equivalente al Ingreso Mínimo Vital (IMV) español que se introdujo en Alemania el 1 de enero de 2023 como sustituto del Arbeitslosengeld II. Esta figura se creó en 2005 concebida como una prestación al desempleo para los parados de larga duración en el marco de las profundas reformas del mercado laboral que aprobó el socialdemócrata Gerhard Schröder (los llamados planes Hartz, motivo por el que a esta prestación se la llamaba Hartz IV). Ahora, el Bürgergeld sacado adelante durante el gobierno tripartito del SPD con verdes y liberales, ya caído, se concede a personas en edad legal de trabajar cuyos ingresos no superan la cantidad considerada como mínima para poder satisfacer sus necesidades básicas. La prestación cubre gastos de alimentación, ropa, vivienda (incluyendo alquiler y calefacción), seguro médico y una rebaja en los gastos de transporte.
Este nuevo repunte en los perceptores con empleo es un claro síntoma de que algo se ha atascado en el tradicional motor de Europa. El cambio de década (cinco años ya) ha pillado a Alemania con el pie cambiado. Aunque muchas dinámicas negativas venían de antes, la salida de la pandemia ha dejado a Alemania 'congelada', como muestra un PIB que apenas se ha movido lateralmente, como se dice en bolsa, desde entonces. Los factores han sido de sobra descritos: el modelo de décadas de éxito de exportaciones de alto valor añadido ha sucumbido ante una China que ha pasado de excepcional cliente de Berlín a feroz competidor. Una realidad a la que se suma la amenaza de unos EEUU (importante comprador) menos amigables. El otro latigazo ha venido de una invasión rusa de Ucrania que ha dejado a Alemania sin uno de sus mayores tesoros: una ingente cantidad de gas que arribaba en tarifa plana a su intensiva en energía industria.
Esta suma de factores, aunada a problemas internos (mucha burocracia, conformismo de los grandes partidos, falta de inversión en infraestructuras, exceso de austeridad en algunos momentos, invierno demográfico) y shocks coyunturales (las agresivas subidas de los tipos de interés han hecho daño después de una abrasiva inflación que ha destrozado el bolsillo de los teutones) ha provocado una 'crisis existencial' en la industria, especialmente en la del automóvil, buque insignia del país y 'niña mimada' de la sociedad alemana que se ha extendido como una mancha por todas las capas de la economía. Las constantes noticias de despidos en centenarias y punteras empresas alemanas han instalado a los ciudadanos en el desaliento. El consumo no resucita y los alemanes, con cada vez más apuros para salir adelante, destinan lo que pueden al ahorro. La reacción más humana ante la incertidumbre.
El deterioro del mercado laboral es unas de las grandes fotografías de este pesimista álbum. En junio, el desempleo en Alemania aumentó en 11.000 personas, elevando la cifra a los 2,97 millones. Es la cifra más alta en una década. Hace tan solo dos años había 500.000 personas menos desempleadas. "El mercado laboral sigue mostrando signos de debilidad económica. El desempleo sigue evolucionando desfavorablemente. Y las empresas siguen reacias a contratar", constata la directora de la oficina de empleo, Andrea Nahles. "Gran parte del reciente crecimiento del empleo se produjo en empleos a tiempo parcial y con bajos salarios", ahondan los analistas de ING en una nota para clientes.
Lo cierto es que los datos de empleo a tiempo parcial y de horas trabajadas reflejan esta debilidad imperante. En Alemania, el año 2024 marcó una notable disminución en el total de horas de trabajo en comparación con el año anterior. Según el Instituto de Investigación del Empleo (IAB o Institute for Employment Research), con sede en Núremberg, el tiempo de trabajo total de todos los empleados se redujo un 0,1%, hasta alcanzar los 61.370 millones de horas. Esto ha suscitado un hondo debate público, con el nuevo canciller, el conservador Friedrich Merz, lamentando que los alemanes 'trabajen poco' y la patronal reclamando medidas como acabar con algunos festivos.
A pesar de la disminución en las horas trabajadas, el número de personas empleadas experimentó un ligero aumento, no obstante, los economistas del IAB explican que este crecimiento se atribuyó principalmente al aumento del empleo a tiempo parcial, que aumentó un 1,2%. Por el contrario, el número de trabajadores a tiempo completo disminuyó un 0,2%, situando el total en 25,58 millones. La proporción de trabajadores a tiempo parcial se sitúa actualmente en el 39,5% (según las mediciones del IAB, Eurostat la sitúa en el 29%), lo que refleja un aumento de 0,3 puntos porcentuales con respecto a 2023. Una tendencia significativa observada fue la disminución del número de trabajadores autónomos, que se redujo un 1,9%, hasta alcanzar los 3,77 millones. De fondo resuena el eco de esos minijobs (trabajos de menos horas) que tan buen propaganda tuvieron durante la era Merkel (se presumía de pleno empleo) y que ahora permiten aún menos a los alemanes cubrir el mes.
En promedio, cada empleado trabajó 1.332 horas el año pasado, lo que supone 3,5 horas menos que en 2023. Además, el número de horas extra disminuyó, lo que afecta también de forma directa a los salarios y a los trabajadores que dependen de ese tiempo extra para obtener una remuneración suficiente para llegar a fin de mes. Los expertos de la organización con sede en Nuremberg creen que esta reducción general de la jornada refleja los cambios en el mercado laboral alemán. A medida que las empresas se adaptan a la evolución de las condiciones económicas y a las preferencias de los empleados, es posible que la tendencia hacia el trabajo a tiempo parcial siga en aumento con el consecuente impacto en los salarios.
Dentro las personas que necesitan de la renta complementaria para 'sobrevivir', "hay que reconocer que la mayoría de estas personas no trabajan a tiempo completo. La mayoría están en formación o trabajan a tiempo parcial", afirma Holger Schäfer, economista sénior de economía del mercado laboral del Instituto Económico Alemán de Colonia (IW). "El salario mínimo no servirá de nada en estos casos, porque la razón por la que la gente no puede ganarse la vida con sus ingresos no se debe al bajo salario por hora, sino a la escasez de horas trabajadas", apunta en un reportaje publicado por DW. Las cifras lo confirman: de los 826.000 trabajadores que reciben prestaciones, solo unos 81.000 trabajan a tiempo completo.
El rompecabezas del mercado laboral y las horas trabajados lo aborda un quirúrgico paper publicado este mes por el FMI: "También frena a Alemania el alto grado de estabilidad del empleo, reforzado por medidas como el trabajo a jornada reducida. Aunque esto pueda parecer positivo para la población activa, en realidad ha ralentizado el cambio estructural y la reasignación a sectores más productivos, ya que hay menos presión sobre las empresas y los empleados para que se adapten a una economía cambiante".
La presión no puede ser mayor para el gobierno entrante. La alianza entre los dos partidos sistémicos (conservadores y socialdemócratas) ha insuflado algo de optimismo con su mesiánico estímulo fiscal y pretensiones al mismo tiempo de bajar impuestos y de subir el salario mínimo hasta los 15 euros la hora. Sin embargo, existen dudas de que los dos partidos tradicionales en el poder tengan el impulso reformista necesario visto lo ocurrido en las últimas décadas. Puertas adentro, ambos socios tendrán que lidiar con resistencias internas: si desde la CDU/CSU hay voces que abogan por una política con menos prestaciones y subsidios, ya que, denuncian, desincentivan el trabajo, en el SPD se defienden medidas como el Bürgergeld o la subida del salario mínimo.