La COP28 que se celebra en Dubái se enmarca en un contexto de urgencia climática sin precedentes, ya que se prevé que 2023 sea el año más caluroso jamás registrado. Sin embargo, aumenta el escepticismo en cuanto a los resultados que puede aportar esta COP. Para empezar, es la primera COP que acoge un gran país exportador de petróleo y gas y que preside el director general de una petrolera. Circunstancias que, como era de esperar, han desatado profundos temores sobre el lavado verde y el conflicto de intereses entre la comunidad climática mundial. En segundo lugar, tiene lugar en medio de dos grandes conflictos, cuyo impacto en las alianzas internacionales tendrá probablemente ramificaciones en las negociaciones sobre el clima. Y en tercer lugar, Dubái es la primera COP en la que se debatan los resultados de la Evaluación Global (GST), que examina el progreso de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) de todas las partes de la conferencia y se espera que ponga de manifiesto la enorme brecha existente entre los esfuerzos actuales y los ambiciosos objetivos necesarios para limitar el calentamiento global. Por tanto, esta conferencia exige una atención especial para los debates clave que darán forma a la acción climática mundial en el futuro.

Economista del Instituto Bruegel (Bruselas)