Opinión

Guerra en Gaza: implicaciones energéticas

  • La evolución de este conflicto puede poner en riesgo al mercado petrolero a nivel mundial
Fotografía de agentes de las Fuerzas de Seguridad israelíes. EFE

La evolución de la guerra entre Israel y Hamás es seguida de cerca por los mercados energéticos, ya que plantea riesgos geopolíticos tanto para el petróleo como para el gas en una situación del mercado mundial ya de por sí tensa.

En el caso del petróleo y el gas, el conflicto ya está afectando a los suministros israelíes. En el caso del petróleo, se trata sobre todo de desviar los flujos, ya que Israel no es un país productor ni de tránsito. Los ataques de Hamás han destruido la mayor terminal de importación de petróleo del país, Ashkelon, y los petroleros navegan hacia otra. Esto dificulta los envíos al mercado israelí desde los exportadores del Mar Negro (principalmente Kazajstán, Azerbaiyán e Irak) a través del Mediterráneo.

El suministro de gas en Israel se ve aún más afectado. Tras los atentados de Hamás, el país cerró la producción de uno de sus yacimientos de gas en alta mar del Mediterráneo, el campo de Tamar, por motivos de seguridad. Esto es importante, porque el gas representa el 40% de la combinación energética de Israel y el 70% de su producción de electricidad. Tras el cierre de Tamar, Israel indicó que las compañías eléctricas buscarían fuentes de combustible alternativas para cubrir sus necesidades.

Pero si se prolonga, la parada de Tamar podría reducir de forma más duradera no sólo los suministros a Israel, sino también las exportaciones a Egipto. Esto mermaría la capacidad de Egipto para satisfacer sus crecientes necesidades internas de gas y también afectaría a sus exportaciones de GNL a Turquía y a varios países de la Unión Europea, que este año ya han disminuido considerablemente respecto a 2022.

Las exportaciones de GNL de Egipto ascendieron a unos 7 millones de toneladas en 2022, de las cuales 5 millones se destinaron a la UE, frente a unas importaciones totales de la UE de 96 millones de toneladas. No obstante, en un mercado mundial de GNL muy ajustado y en el que persiste la incertidumbre, la perspectiva de perder los relativamente escasos suministros egipcios a principios del invierno ha generado una presión al alza sobre los precios del gas en toda Europa y Asia. Unos precios del gas que ya se ven presionados por otros factores, como el supuesto sabotaje del conector báltico entre Finlandia y Estonia, y las huelgas en algunas plantas australianas de GNL.

El conflicto también plantea un riesgo importante para el mercado mundial del petróleo, sobre todo porque su posible expansión a otros actores regionales, como Irán, podría tener repercusiones importantes para el equilibrio petrolero mundial. Este riesgo se tradujo en ligeras subidas de los precios del petróleo en la semana posterior al estallido de la guerra y podrían mantenerse elevados en un futuro próximo.

De hecho, Irán ha reaparecido de forma significativa en los mercados mundiales de petróleo en el último año, con un repunte de la producción y las exportaciones. Ya en 2018, la Administración Trump abandonó el acuerdo nuclear con Irán y restableció las sanciones estadounidenses sobre el petróleo iraní. Esto redujo drásticamente la producción y las exportaciones de petróleo iraní a su nivel más bajo en 30 años. Pero desde 2022, la Administración Biden ha hecho la vista gorda a las propias sanciones de Estados Unidos y ha dado marcha atrás en algunas medidas destinadas a detener los envíos de petróleo de Irán. Este verano, la producción de petróleo de Irán alcanzó su nivel más alto desde 2018 y, en consecuencia, sus exportaciones de petróleo han aumentado sustancialmente. La posible implicación de Irán en el conflicto entre Israel y Hamás podría empujar a Estados Unidos a aplicar de nuevo sus sanciones contra Irán, recortando significativamente sus exportaciones de petróleo. Los precios mundiales del petróleo podrían subir hasta los 100 dólares por barril o más, lo que elevaría la inflación y complicaría aún más los esfuerzos de los bancos centrales por controlarla. No obstante, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos disponen de una importante capacidad excedentaria y podrían aumentar su producción de petróleo si lo desearan

Tanto para el petróleo como para el gas se cierne entonces un riesgo sustancial de una posible escalada regional del conflicto. Si el conflicto se recrudece, todas las miradas estarán puestas en la posible implicación iraní. Por el momento, Teherán se ha centrado en la guerra energética y ha hecho un llamamiento a los países musulmanes para que impongan un embargo de petróleo a Israel, a lo que la OPEP, cuyo representante afirmó que no se trataba de una organización política, restó importancia. Sin embargo, la implicación real en el conflicto podría tener varias implicaciones para los flujos internacionales de petróleo y gas, como el aumento de los riesgos para la seguridad de los petroleros y buques de gas natural licuado que atraviesan a diario el estrecho de Ormuz, el punto de estrangulamiento energético más importante del mundo. Cada día, una quinta parte del suministro mundial de petróleo y una cuarta parte del comercio mundial de GNL (concretamente de Qatar) pasan por esta ruta marítima entre Omán e Irán. Si se interrumpiera el tránsito, aunque sólo fuera por unos días, las repercusiones en los precios mundiales del petróleo y el gas serían considerables. Serían igualmente importantes las repercusiones de cualquier acto de sabotaje contra las infraestructuras de petróleo y gas en la región de Oriente Medio y el Norte de África. Aunque no sean necesariamente tangibles hoy en día, estos riesgos para la seguridad deben ser cuidadosamente evaluados y gestionados por los gobiernos, empezando por los europeos.

Por último, un conflicto más extenso entre Israel y los Estados árabes podría complicar los proyectos de gas israelíes previstos -y en un caso extremo, incluso actuales- con Egipto, Jordania y Líbano. Esta situación dificultaría la cooperación energética en el Mediterráneo Oriental, o incluso la desbarataría por completo. La cooperación está pensada para permitir nuevos desarrollos gasísticos, crear un importante centro regional y fomentar la confianza en la región. Una limitación más sostenida de las capacidades de exportación del Mediterráneo Oriental supondría un revés, especialmente para países de la UE como Italia, que dependen de los suministros de la región en su estrategia para alejarse de las importaciones de gas ruso, y cuyas empresas están invirtiendo en infraestructuras de producción y exportación en el Mediterráneo Oriental.

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