El disenso se ha evaporado: ya nadie duda de que una economía moderna, para ser competitiva, precisa de una profunda tecnificación. Las nuevas tecnologías, desde la primera revolución industrial hasta el presente digital, fueron, son y serán herramientas imprescindibles para la sostenibilidad económica de un país. Sin embargo, el grado de digitalización de nuestro país es francamente mejorable.

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