@mondieta

Industria 4.0, ciberindustria o Industria Inteligente son conceptos intercambiables que hacen referencia a un mismo fenómeno. Un nuevo cambio de paradigma en la fabricación de bienes caracterizado por una interconexión y optimización de todos los elementos organizativos a través de tecnologías de última generación. Aunque se lleva ya un tiempo hablando del siguiente escalón evolutivo del siempre inquieto sector secundario, la crisis de la covid-19 podría acelerar su llegada. En un país como España, en el que la industria lleva tempo sin tener un papel protagonista y queda muy tocada por efecto de la crisis sanitaria, la revolución digital podría ser la llave que reactive los motores de las factorías en su vuelta a la actividad.

Las empresas que en estos momentos están intentando convertirse en los próximos Google, Apple o Amazon podrían no tener nada que ver con Google, Apple o Amazon. O al menos, podrían no ser compañías del ámbito tecnológico. Puede que incluso procedan de sectores tradicionales como la banca, los seguros o la venta de muebles. En lo que sí se parecen a esos referentes es en que, a medida que la digitalización gana peso en sus modelos de negocio, sus estrategias viran hacia un concepto de negocio de plataforma.

Septiembre ya está aquí y, como todos los septiembres, toca hablar de un trastorno que afecta a miles de trabajadores en ese temido momento en el que terminan sus vacaciones de verano y deben reincorporarse a sus puestos para iniciar el nuevo curso laboral: el síndrome postvacacional.

Los expertos coinciden. Apartar la mente del trabajo durante el periodo vacacional es absolutamente necesario. Estrés, ansiedad o insomnio son algunas de las consecuencias indeseables de no hacerlo. "Las vacaciones son un elemento nuclear del derecho social europeo y su finalidad es contribuir al descanso del trabajador para que pueda rendir el resto del año. La desconexión total durante las vacaciones debería ser el objetivo a perseguir", afirma Fabián Valero, socio director de Zeres Abogados. Presiones, objetivos, cierres, KPIs? Jessica Ortega-Barón, profesora de la UNIR, destaca que desconectar permite "recargar pilas y volver a la rutina descansados y con más fuerza".

DESARROLLO PROFESIONAL

¿Y si reservamos un apartamento y luego no podemos ir y perdemos el dinero? ¿Y si la piscina de la urbanización está cerrada? ¿Y si no nos dejan ir a la playa o nos obligan a tomar el sol con mascarilla? ¿Y si nos reciben mal por venir de otra Comunidad Autónoma? ¿Y si hay rebrotes en el lugar de destino? ¿Y si volvemos a la fase 3 o a la 2 o a la 1? ¿Y si restauran el estado de alarma y nos pilla a 400 kilómetros de casa? ¿Y si en mi empresa no ven bien que me coja vacaciones en estas circunstancias? ¿Y si se cuestiona mi lealtad o mi compromiso? ¿Y si dejo a mis compañeros colgados cuando hay poco personal y más me necesitan? ¿Y si estoy en un ERTE y pierdo mi derecho a vacaciones? ¿Y si no me vale la pena cogerme una semana porque, después de todo, puedo seguir teletrabajando desde donde estemos?

La especialista en gestión cultural Ruth Enríquez (Madrid, 1975) estaba acompañando a su hija mayor a un torneo de ajedrez cuando recibió la llamada inesperada de quien ahora es su jefe. Se habían conocido brevemente en 2017 en Flora, un festival artístico celebrado en Córdoba en el que ambos habían participado. Fue un proyecto corto y cuando finalizó ambos retornaron a sus respectivos quehaceres laborales habituales. Pero su destino profesional en común no estaba sellado todavía. Porque cuando meses después el empresario hotelero Juan Ceña necesitó a alguien que se encargara de dirigir y crear desde cero la programación cultural de su nuevo proyecto, el revolucionario Bastardo Hostel en Madrid, tuvo muy claro a quién debía llamar en primer lugar.

educación

En los próximos cinco años se crearan dos millones de nuevos empleos relacionados con la tecnología en España. Son estimaciones de Microsoft elaboradas a partir datos facilitados por LinkedIn. La cara de una moneda que, advierte Pilar López, presidenta de Microsoft en España, también tiene su cruz: "Que el problema de la brecha tecnológica se va a ver agravado tras el Covid-19".

opinión

En 2007, a sus 27 años de edad, el baloncestista Juan Carlos Navarro ya era capitán del Barcelona, campeón del mundo con la selección española y estaba considerado como uno de los mejores (si no el mejor) jugadores europeos que aun seguían actuando en el Viejo Continente. No por mucho tiempo. Ese mismo verano hizo las maletas, cogió a su familia y se marchó a probar fortuna en la NBA, a los Grizzlies de Memphis, donde le esperaba su amigo Pau Gasol. ¿Por qué renunciar a esas alturas a una carrera consolidada como el líder de un club top en España para ser suplente en un equipo sin muchas aspiraciones en una ciudad en medio de la nada de EEUU y ganando menos de la mitad de lo que cobraba en el Barcelona? Tal vez porque quería demostrar que tenía nivel suficiente para jugar con los mejores en La Meca del baloncesto mundial.

Les preocupa la salud del planeta, ejercen un consumo responsable, creen en la economía circular, defienden las energías renovables, practican la gestión de residuos, se mueven en transporte limpio de emisiones, suscriben todos y cada uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU… y trabajan en un gran banco o en una multinacional del sector energético. Hace unos años esta combinación de elementos podría haber parecido insólita (por no decir contra natura). Sin embargo, a medida que las cuestiones medioambientales han ido ganando peso entre las prioridades sociales, también las empresas las han incorporado a sus agendas, hasta el punto de que muchas a las que nunca parecía haberles importado demasiado el tema, ahora no dudan en enarbolar la bandera de la ecología como uno sus valores esenciales.