@mondieta

El coronavirus es una bacteria amplificada con radiación electromagnética 5G. McDonald's está regalando cupones de 100 euros a quienes contesten a una encuesta por su reapertura tras el confinamiento. Correos está redondeando sus precios para comprar mascarillas para sus trabajadores. La Guardia Civil ha recomendado desinstalar Zoom de los ordenadores. Los empleados de una residencia de Vigo han recibido la orden de tirar a la basura el material sanitario donado por Amancio Ortega. Ninguna de estas informaciones es cierta. Se trata de bulos, solo una pequeña muestra de los cientos de ellos que han circulado a lo largo de estos meses de estado de alarma por las redes, fake news que se han propagado entre la población casi con la misma celeridad a la que lo hacía el coronavirus.

Sesenta y un años sin pisar su tierra natal. Seis décadas de exilio forzoso que, sin embargo, no han impedido que Tenzin Gyatso, el actual Dalai Lama, continúe siendo el líder (ya no político, tras su renuncia en 2011, pero sí todavía espiritual) de facto del pueblo tibetano en su permanente conflicto con China. Sin hacer demasiado ruido, pero con un firme compromiso por la defensa de valores como la democracia, la igualdad o el diálogo, el Premio Nobel de La Paz de 1989 ha tratado de encauzar el futuro de su país desde la distancia. Para ello ha modernizando los arcaicos mecanismos semi-feudales de los monjes budistas del Tíbet y ha establecido un Gobierno y un parlamento tibetanos alternativos con sede en la ciudad india de Darjeeling. A sus 84 años, la influencia del Dalai Lama sigue siendo masiva dentro y fuera de su pequeño país.

Quien aun piense que comerse las uvas el 31 de diciembre es lo único que los españoles son capaces de hacer al unísono se equivoca. Porque desde hace casi tres meses muchos, con independencia de su edad, sexo, procedencia, clase social u orientación política, tienen una cita diaria, a las ocho de la tarde, en los balcones y ventanas de sus casas para realizar otra acción de forma simultánea: aplaudir a los sanitarios que luchan a brazo partido contra el coronavirus. Es la manera espontánea en la que la sociedad confinada ha querido transmitir su sincero reconocimiento a estos profesionales por su gran trabajo. Un pequeño gesto que ha llegado a su destino y ha servido, sobre todo en las fases más duras de la pandemia, para insuflar ánimo y fuerzas a estos héroes anónimos.

El metro que no llega, el primer cafelito del día en la maquina mientras 'se enciende el ordenador', comentar el fin de semana, comentar el partido del Madrid, comentar el último enganchón político, el cigarrito de las 11, el atasco monumental en el taxi en el trayecto a visitar al cliente, el segundo cafelito (rápido) antes de volver a la oficina, la reunión con marketing que empieza 20 minutos tarde porque se ha retrasado el jefe, ese mismo jefe que se cruza más tarde contigo por el pasillo y se acuerda de algo 'super urgente' y te lo encasqueta sin molestarse en preguntarte si estabas con otra cosa, la comida fuera con la gente del departamento que se alarga más de la cuenta, el compañero que te pide ayuda con una hoja Excel porque 'es que soy un negado para estas cosas', el amigo de Contabilidad que se pasa por tu sitio para invitarte a una barbacoa en su casa el domingo…

Buscar trabajo en plena época de coronavirus. Parece el argumento de una película si no de terror, sí de suspense al más puro estilo Alfred Hitchcock. De hecho, es un planteamiento que cumple con muchas de las premisas del abc del storytelling: un protagonista en apuros, un objetivo legítimo, muchas dificultades para alcanzarlo y un antagonista temible. Pero mientras algún director se anima a llevar este blockbuster en potencia a la pantalla, muchas personas se enfrentan al reto de ensayar este guion en su propia historia personal.

"La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte". A más de uno le habrá venido a la cabeza el mítico gag de Groucho Marx en Una noche en la ópera (1935) al escuchar estos días explicar al Gobierno las fases de la desescalada.

"¿Qué harías si estuvieses anclado en un lugar y todos los días fueran iguales sin importar lo que hicieras?" Esta línea de diálogo de Atrapado en el tiempo, la genial comedia en la que Bill Murray revive una y otra vez el mismo día ("el Día de la Marmota") en el calendario, resume a la perfección la sensación que experimentan muchos profesionales cada mañana cuando se levantan para ir a trabajar. Atenazados por una dinámica repetitiva y sin aparentes alicientes que les hace caer en el hastío y el desánimo. ¿Cómo luchar contra el aplastante peso de la rutina?

Mientras el planeta entero se encuentra inmerso en una novela distópica en la que la principal preocupación es derrotar a la enfermedad, los líderes empresariales trabajan entre bambalinas en el retorno a la 'normalidad'… Si es que tal cosa existe en este momento en el que, en palabras de Tommaso Canonici, managing director de Opinno, más que a una "época de cambios, asistimos a un cambio de época". Canonici ha dicho esto durante un encuentro online que esta consultora especializada en innovación ha celebrado la última semana y en el que han participado varios CEOs y expertos empresariales. El objetivo: tratar de avanzar cómo será el mundo del consumo a partir del día 1 post coronavirus.