Habíamos dado por hecho que la apuesta por la sostenibilidad era imparable. La responsabilidad en materia ambiental ya no se presentaba como una opción, sino como una obligación, y en este contexto la mayoría de las empresas se apresuraron a implantar nuevas prácticas para reducir el impacto de su actividad en el planeta y ser más respetuosas con el entorno.

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