Dinamarca, ese país nórdico donde todo parece funcionar con la precisión de un reloj suizo y la educación cívica alcanza niveles de religión, se ha despertado con la resaca de un escándalo monárquico de los que dejan huella. Y no, esta vez no ha sido porque el rey Federico haya decidido hacer turismo gastronómico por Madrid en compañía de Genoveva Casanova mientras su esposa María visitaba a su padre en Tasmania. El escándalo no ha venido envuelto en lino aristocrático, sino en algo mucho más contundente: un sable de la Guardia Real con un trazo impecable de cocaína. El. consumo de drogas entre la Guardia Real ha sido la gota que ha colmado el vaso.