Evasión

La verdadera historia de Vito Genovese y Frank Costello, los mafiosos que interpreta Robert De Niro en The Alto Knights

  • Barry Levinson ha querido contar su historia en The Alto Knights con un Robert De Niro desdoblado en un ejercicio de virtuosismo actoral, interpretando a ambos protagonistas
  • Nos transporta al Nueva York de los años 50, donde el destino de estos dos hombres se entrelazó en una lucha feroz por el control del crimen organizado
A la derecha, la caracterización de Robert de Niro

La película que se estrena este viernes no solo tiene a De Niro y la Mafia en pantalla: The Alto Knights está dirigida por Barry Levinson (Rain Man) y escrita por Nicholas Pileggi, el autor de Uno de los nuestros.

Por supuesto, nos traslada al mundo del crimen, donde la lealtad es un lujo que pocos pueden permitirse. Frank Costello y Vito Genovese lo sabían bien. En un universo regido por la ley del más fuerte, donde los favores se pagan con sangre y el respeto es más valioso que el dinero, estos dos hombres dominaron la mafia neoyorquina con estilos radicalmente opuestos. Barry Levinson ha querido contar su historia en The Alto Knights, con un Robert De Niro desdoblado en un ejercicio de virtuosismo actoral, interpretando a ambos protagonistas. Pero más allá de la pantalla, la historia de estos dos titanes del crimen está escrita con traiciones, ambiciones desbocadas y un desenlace tan inevitable como trágico.

Robert de Niro caracterizado como Vito Genovese y Frank Costello

Los orígenes de dos reyes del hampa

Vito Genovese y Frank Costello compartían el mismo origen humilde: inmigrantes italianos que llegaron a Estados Unidos en busca de una vida mejor. Sin embargo, su visión del poder los separó desde el principio.

Costello, nacido Francesco Castiglia en Calabria, supo desde joven que la violencia era solo una herramienta, no un estilo de vida. Donde otros disparaban, él negociaba. Se ganó el respeto de las altas esferas, desde jueces hasta senadores, y construyó un imperio basado en sobornos y favores políticos. Se le conoció como el Primer Ministro del Crimen, el mafioso que podía caminar por la Quinta Avenida sin miedo, con un puro entre los labios y una sonrisa de quien sabe que la ciudad le pertenece.

Genovese, en cambio, era un hombre de otra pasta. Nacido en Nápoles, no creía en la diplomacia. La brutalidad era su idioma. Si Costello era un arquitecto del crimen, Genovese era un bulldozer que arrasaba con todo a su paso. Llegó a ser el segundo al mando de Lucky Luciano y, cuando este cayó preso en 1936, Genovese vio su oportunidad. Pero una acusación de asesinato lo obligó a huir a Italia, donde, en un giro digno de un guion de Hollywood, se alió con Mussolini y luego con los Aliados para sobrevivir.

Frank Costello y Vito Genovese


Cuando regresó a Estados Unidos en 1946, su misión era clara: recuperar el trono que consideraba suyo. Antes de convertirse en enemigos, Costello y Genovese fueron aliados. Durante los años 30, trabajaron bajo el mando de Lucky Luciano en la reorganización de la mafia. Luciano entendió que el crimen debía gestionarse como una empresa moderna, y junto a Genovese y Costello creó la Comisión, el organismo que regulaba el mundo criminal como una junta directiva de CEO's del hampa.

Mientras Genovese dirigía las operaciones en la calle con puño de hierro, Costello se movía en las sombras, tejiendo una red de contactos políticos que aseguraban la impunidad de la organización. Entre los dos, construyeron un imperio basado en el juego ilegal, el tráfico de drogas y la extorsión.

Pero las ambiciones de Genovese no tenían límites. Cuando Luciano fue deportado a Italia, Costello heredó el poder y, con su estilo refinado, se convirtió en el jefe de la familia más poderosa de Nueva York. Genovese, recién llegado de su exilio forzado, no iba a aceptar ese destino sin luchar.

El golpe de Estado mafioso

En el mundo del crimen organizado, las guerras no se declaran, se ejecutan. Y Genovese planeó su golpe con la precisión de un cirujano. Sabía que para derrocar a Costello debía debilitar su círculo cercano. Su primer objetivo fue Albert Anastasia, el brutal jefe de Murder Inc., el escuadrón de sicarios de la mafia. Anastasia era un aliado de Costello, pero también un hombre demasiado impredecible.

El 25 de octubre de 1957, mientras Anastasia se relajaba en la barbería del Hotel Park Sheraton en Manhattan, dos hombres armados irrumpieron en el local y le dispararon a quemarropa. El mensaje estaba claro: nadie estaba a salvo.

Menos de seis meses antes, el 2 de mayo de 1957, Genovese había hecho su primer movimiento directo contra Costello. Un sicario disparó a su viejo aliado cuando entraba en su casa. La bala solo le rozó la cabeza, pero el mensaje era claro: o se retiraba o moría. Costello entendió la señal. Decidió dejar el mundo del crimen y retirarse a su lujoso apartamento en el Waldorf Astoria. Genovese se había coronado como el nuevo rey de Nueva York.

Vito Genovese contrató a un sicario para matar a Costello en 1957. Costello sobrevivió al intento de asesinato, pero se hizo a un lado para permitir que Genovese se hiciera cargo de lo que se conoció como la familia criminal Genovese en Nueva York.

Pero el reinado de Genovese no duró tanto como él esperaba. Envalentonado por su éxito, decidió organizar la famosa Conferencia de Apalachin en noviembre de 1957. Convocó a los jefes de la mafia de todo el país a una reunión en una mansión en el estado de Nueva York. Su intención era consolidar su poder, pero la policía, alertada por el inusual número de autos de lujo en el área, irrumpió en la propiedad.

Lo que siguió fue una escena casi cómica: decenas de mafiosos corriendo por el bosque en trajes de tres piezas, intentando escapar. Fue la primera gran exposición mediática de la Cosa Nostra y un desastre para Genovese.

A partir de ese momento, el FBI intensificó su persecución. En 1959, Genovese fue condenado a 15 años de prisión por tráfico de drogas. Aunque siguió dirigiendo sus negocios desde la cárcel, su influencia se desmoronó. Murió en prisión en 1969, humillado y olvidado.

Frank Costello (izquierda), el poderoso jefe de la mafia neoyorquina que se codeaba y compraba favores a políticos y jueces.

El último acto de Costello

Costello, por su parte, vivió su retiro como un caballero del crimen. Siguió recibiendo a capos en su apartamento del Waldorf Astoria, ofreciendo consejos como un viejo patriarca. Su influencia nunca desapareció del todo. Se convirtió en una figura casi mítica, el gánster que había sobrevivido a todos sus enemigos.

Pasó sus últimos años cultivando flores en su jardín y asistiendo a reuniones sociales con la élite neoyorquina. Murió en 1973, de causas naturales, en su propia cama, algo casi inaudito en el mundo de la mafia.

De la historia al cine

La historia de Costello y Genovese es una de ambición desmedida, traiciones y poder. The Alto Knights nos transporta al Nueva York de los años 50, donde el destino de estos dos hombres se entrelazó en una lucha feroz por el control del crimen organizado.

Robert De Niro encarna a ambos, reflejando sus diferencias: la elegancia de Costello, la brutalidad de Genovese. Es un ejercicio de interpretación que refuerza la idea de que estos dos hombres no solo fueron enemigos, sino las dos caras de una misma moneda.

La película, como decíamos, está escrita por Nicholas Pileggi, el autor de Uno de los nuestros (1990), la obra maestra de Martin Scorsese que algunos consideran más entretenida que El Padrino o incluso que El Padrino 2.

En todas está Robert de Niro y en ésta no solo se retrata la caída de un imperio criminal, sino que también se cuestiona el mito del mafioso como antihéroe. Si algo nos enseña la historia de Costello y Genovese es que, en el mundo de la mafia, no hay finales felices y que aunque a veces las balas pueden fallar, el tiempo siempre halla el modo de acertar.

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