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Ni padrino ni madrina ni Sevilla ni San Sebastián: incógnitas de la boda de Cayetano Martínez de Irujo y su joven prometida

Por las grietas de los grandes linajes se cuelan las historias más jugosas, y esta, como si de un rumor filtrado entre los muros de un palacio en penumbra se tratara, ha ido tomando forma hasta convertirse en una de las noticias de la temporada junto al romance de Susanna Griso con Luis Enríquez y el flamante nuevo careto de Paola Olmedo, quien, presuntamente, es la misma persona que estuvo casada con José María Almoguera.

Pero lo de Cayetano Martínez de Irujo da juego. Porque es noble y porque siempre fue el hijo más díscolo y a la vez más entrañable de la duquesa de Alba. El jinete se lo montó con mujeres como Mar Flores o Maribel Verdú, con la pobre Sonia Martínez o Mónica Hoyos, el que se casó con Genoveva Casanova y salió con la infanta Elena "por patriotismo", ha decidido casarse. Con los 62 que cumple estos días ha optado por dejar de ser el eterno novio y pasar por el altar con la treintañera Bárbara Mirjan, una mujer que a pesar de su juventud ha demostrado una madurez admirable y ha logrado lo impensable: que el amante que le dobla con creces la edad siente la cabeza y mantenga una relación durante una década, ya que Bárbara apenas era una estudiante mayor de edad cuando surgió el flechazo.

Bárbara es la mujer que ha dicho "no" a las anteriores propuestas de matrimonio de su amado pero ahora querrá ser madre y eso lo cambia todo. Sale con el duque desde hace una década, le ha acompañado con discreción y paciencia de catedral gótica.

Diez años de relación, que no es poco en la aristocracia ni en la plebe, desembocarán en una boda que, contra todo pronóstico, no tiene aún padrino ni madrina designados, ni con pequeños ni con grandes apellidos. Tampoco sabemos con seguridad si se celebrará en los escenarios más predecibles del clan Alba: ni Sevilla con su Feria de Abril ni San Sebastián con su brisa palacete frente a la brisa cantábrica y su hotel María Cristina de fondo ni el palacio de Liria en la calle de la Princesa.

Los novios han decidido contar lo de su enlace pero los detalles aún sin íntimo, más suyo, y tal vez nos encontremos con un evento alejado delos grandes fastos que marcan la historia nupcial de la familia con más abolengo de España.

Una pedida con acento escocés

Quienes conocen a Cayetano saben que si algo le caracteriza es su querencia por lo inesperado. Él, que se ha pasado la vida galopando entre la tradición y la rebeldía, ha elegido este momento con una ceremonia a medida de su carácter. Se dice que la pedida de mano no tuvo pompa ni boato, sino que fue un acto privado, con el novio vestido de kilt, su traje escocés, en un guiño a ese lado británico que tanto le seduce, y en un día cercano al de Andalucía, porque la sangre tira y los símbolos pesan.

Bárbara, por su parte, ha recibido la avalancha de felicitaciones con la elegancia y la discreción de quien ya se ha acostumbrado a estar en la órbita de una familia que, a pesar de su abolengo, nunca ha estado exenta de giros inesperados. Trabajando en un medio de comunicación, podría haber sido ella misma la que filtrase la noticia, pero la exclusiva se la llevó una revista competidora. Queda claro, por tanto, que la futura duquesa de Arjona es mujer de palabra y que si alguien le confía un secreto, ella lo guarda hasta el final.

Los hijos, testigos de la historia

Si hay dos personas que han sido testigos de este amor que ha resistido el paso del tiempo, son los hijos de Cayetano, Amina y Luis Martínez de Irujo, casi coetáneos de la prometida de su padre. Nacidos del matrimonio con Genoveva Casanova, estos mellizos han crecido lejos del ruido mediático y han hecho su vida en Reino Unido, donde han forjado su camino con la discreción de quienes saben que el apellido pesa, pero no lo es todo.

Luis, brillante estudiante de Historia y Relaciones Internacionales en la Universidad de Exeter, trabaja, como avanzó en su día Informalia, en J.P. Morgan, moviendo cifras que a su padre, más acostumbrado a las fincas y a los caballos, le deben parecer jeroglíficos. Amina, por su parte, se ha especializado en el mundo de la comunicación y el lujo, trabajando en Aman Resorts, una cadena hotelera de élite. Ambos han heredado el sentido de la responsabilidad de su madre y la pasión por la hípica y las tradiciones de su padre.

Pero más allá de sus logros académicos y profesionales, lo importante es que siempre han estado ahí, en los buenos y en los malos momentos. Como aquel verano de 2023, cuando Genoveva sufrió una embolia pulmonar y Amina no se separó de su lado, o cada Feria de Abril en la que han acompañado a su padre en un carruaje engalanado. Son jóvenes que han sabido estar en segundo plano, pero que ahora ocupan un lugar central en esta historia que los convierte en testigos de excepción del segundo matrimonio de su padre.

El escenario: ¿Sevilla o San Sebastián? ¿Tal vez Madrid? ¿Luna de miel en Kenia?

Si en su primera boda con Genoveva Casanova, Cayetano eligió el Palacio de las Dueñas en Sevilla, ahora las quinielas están abiertas. Podría casarse en la finca sevillana de Las Arroyuelas, que cuenta con capilla y con todas las comodidades para una boda a lo grande, pero también tiene a su disposición el Palacio de Arbaizenea en San Sebastián, una joya arquitectónica rodeada de jardines que parecen sacados de un cuento de hadas.

Ambas propiedades han sido gestionadas en los últimos años por su exmujer, Genoveva Casanova, en un giro de guion que haría las delicias de cualquier novelista. La mexicana ha sido la encargada de alquilar estos espacios para bodas, bautizos y comuniones, convirtiéndose en una pieza clave en la conservación del legado familiar. Es ella quien ha mantenido el Palacio de Arbaizenea tal como lo dejó la duquesa de Alba, con esa mezcla de elegancia y nostalgia que caracteriza a las grandes casas de la aristocracia. Allí se refugió cuando los paparazzi la pillaron de paseo y de cena con Federico de Dinamarca, que la tuvo como cicerone madrileña mientras Mary Donaldson andaba de viaje por EE.UU.

Pero si hay un detalle que inclina la balanza hacia la finca sevillana, es el alma andaluza de Bárbara Mirjan. Aunque su padre sea libanés y su madre vasca, ella se siente profundamente vinculada a Andalucía, donde ha pasado gran parte de su vida. La finca de Las Arroyuelas, con su hotel rural La Motilla, podría ser el lugar ideal para una boda que, aunque íntima, no dejará de ser un acontecimiento en la agenda social del año.

Una boda sin imposiciones

Lo bueno de esta boda es que Cayetano y Bárbara pueden permitirse poner ellos la fecha y el lugar sin tener que ajustarse a las agendas de los grandes templos del lujo. No hay presión de palacios familiares que impongan su propio calendario, ni la necesidad de alquilar espacios a terceros. En esta ocasión, la decisión es completamente suya, lo que le da a este enlace un aire más libre y auténtico.

Por primera vez en mucho tiempo, Cayetano no tendrá que rendir cuentas a nadie. Ni a su madre, que ya no está, ni a su hermano Carlos, que gestiona la Fundación Casa de Alba con la seriedad de quien maneja un patrimonio de siglos. Él, que siempre ha sido el más independiente de los Alba, se casa a su manera, con la mujer que ha elegido y en el lugar que prefiera.

Un amor de una década

Si hay algo que hace especial esta historia es el tiempo. Diez años de relación no son poca cosa en un mundo donde los matrimonios a menudo son más fugaces que los titulares de la prensa rosa. Bárbara y Cayetano han resistido juntos los embates de la vida, las crisis, las especulaciones y los silencios. Ella, sin alardes ni estridencias, ha sabido ser el pilar de un hombre que, pese a su fama de aventurero, ha encontrado en ella un refugio.

En un mundo donde las bodas aristocráticas suelen ser grandes espectáculos de poder y linaje, esta parece tener otro matiz. No hay grandes padrinos confirmados, ni pompa desmedida. Y sí muchas preguntas por ejemplo sobre si estará la primera mujer de Cayetano. Al fin y al cabo, es la madre de sus hijos. Hay amor, hay familia, y hay, sobre todo, unos prometidos que han decidido que después de una década, ha llegado el momento de decir "sí, quiero".

Así que, aunque no haya decisión sobre si será Sevilla o San Sebastián, o donde sea, ni sobre cómo serán los fastos palaciegos ni las listas interminables de invitados, esta boda será, sin duda, uno de los eventos más comentados del año. Porque en el fondo, las mejores historias no son las que se celebran con trompetas y grandes salones, sino las que se construyen en el tiempo, con paciencia y con verdad. Y esta, parece ser una de ellas.

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