Periodista económico

Ahora que los científicos apuntan que 2022 puede ser el año en que empecemos a doblegar a la pandemia, Pedro Sánchez y sus comisionadas de la economía se han encargado de recordarnos que este mundo es un valle de lágrimas desencadenando una pandemia de impuestos en un país que tiene ya un esfuerzo fiscal superior en un 8% al promedio de la UE y que con las subidas de impuestos proyectadas por el Gobierno será casi un 50% por ciento superior al de Alemania.

A hora que vamos despacio vamos a contar mentiras. Valga esta primera estrofa de la popular cancioncilla infantil para valorar y definir la comparecencia de Pedro Sánchez el miércoles en La Moncloa para hacer balance del año y de lo que llevamos de legislatura.

Ironías del destino o conjunción astral. Sea como fuere lo cierto es que en esta ocasión los hados se han conjurado para hacer coincidir la aprobación definitiva de los Presupuestos Generales del Estado con el día de los Inocentes.

Es un tópico definir la inflación como el impuesto más injusto. Pero no por manido deja de ser cierto, como también lo es que este impuesto enmascarado afecta especialmente a las clases más desfavorecidas de la sociedad y los trabajadores que sufren en sus bolsillos una pérdida de poder adquisitivo que les deteriora sensiblemente su capacidad de compra y su nivel de vida.

"Es la economía, estúpido". Esta frase muy utilizada en la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George Bush padre, parece que está empezando a agitar las mentes de los estrategas de Moncloa para aconsejar un adelanto de las elecciones generales para finales de este 2022 que estamos a punto de iniciar.

Náusea y vergüenza democrática provocaba, salvo a los sumisos miembros de la bancada socialista y sus socios de la Frankenstein, escuchar las respuestas del Presidente del Gobierno en la sesión de control de este miércoles a las preguntas de Pablo Casado e Inés Arrimadas sobre las amenazas y acoso que están sufriendo el niño de cinco años de Canet de Mar y su familia únicamente por exigir el cumplimiento de la ley y que se respeten sus derechos constitucionales y las decisiones judiciales.

"José Mari, tu no vives aquí. Goebbels al lado de estos era un aprendiz”. Así respondía un catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyo nombre prefiero omitir, a mi pregunta, hace unos años, sobre como la sociedad catalana había perdido el seny para adocenarse o acobardarse ante el adoctrinamiento totalitario y el racismo segregacionista del nacionalismo gobernante en esa comunidad autónoma, aderezado con actitudes de violencia física y verbal, señalamiento con el dedo, amenazas o escraches contra quienes no piensan como ellos o no comparten su credo intransigente, xenófobo y totalitario.

Sorprendía hace unos días el almirante Teodoro López Calderón, Jefe de Estado Mayor de la Defensa, con unas declaraciones en las que afirmaba taxativamente que no consideraba que la escalada armamentística de Marruecos sea una “clara amenaza para España” y tampoco para Ceuta y Melilla.

De verdad que me gustaría creer a Pedro Sánchez cuando dice que la Constitución es la “hoja de ruta del Gobierno” pero si algo ha demostrado y demuestra cada día el Presidente es que ni tiene palabra, ni es de fiar. También dijo que no dormiría tranquilo con Podemos en el Gobierno y se acuesta con ellos o que jamás pactaría con Bildu y hoy es socio preferente en esa coalición Frankestein que le sustenta. Los mismos socios que mientras Sánchez hacía profesión de fe constitucional en Murcia, aireaban un documento en el que afirmaban que esa misma Constitución “está agotada y deslegitimada” y pedían su derogación o su reforma para introducir, entre otros desvaríos, el derecho a la autodeterminación.

Más allá de los engaños del Gobierno en los Presupuestos y sus previsiones de crecimiento y recuperación de nuestra economía, refutadas por todos los organismos y servicios de estudios nacionales e internacionales incluidos el Banco de España y ahora también la OCDE.Al margen de su inc