"José Mari, tu no vives aquí. Goebbels al lado de estos era un aprendiz". Así respondía un catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, cuyo nombre prefiero omitir, a mi pregunta, hace unos años, sobre como la sociedad catalana había perdido el seny para adocenarse o acobardarse ante el adoctrinamiento totalitario y el racismo segregacionista del nacionalismo gobernante en esa comunidad autónoma, aderezado con actitudes de violencia física y verbal, señalamiento con el dedo, amenazas o escraches contra quienes no piensan como ellos o no comparten su credo intransigente, xenófobo y totalitario.
Actitudes de puro nazismo como las que están sufriendo el niño de cinco años de Canet de Mar y su familia únicamente por exigir el cumplimiento de la ley y que se respeten sus derechos constitucionales, promovidas y alentadas desde el gobierno autonómico con la complicidad por omisión, silencio y sumisión del Ejecutivo nacional de Pedro Sánchez, colaborador necesario en esta política de segregacionismo y xenofobia. Y con ellos el Defensor del Pueblo, ese Ángel Gabilondo, que ya dio muestras de su docilidad obediente durante las pasadas elecciones autonómicas de Madrid y que, ahora, se lava las manos cobardemente, cual Pilatos, aduciendo que carece de suficiente información.
Decía don Miguel de Unamuno que "el nacionalismo no es un sentimiento, sino una ideología que abandona la racionalidad". Y ese abandono de la racionalidad es lo que está sufriendo hoy en Cataluña con las consiguiente devastación de la cohesión social, la educación y el añadido de la ruina económica.
Los últimos datos del Ministerio de Educación y Formación Profesional muestran que el abandono escolar de Cataluña ha situado por encima de la media española en once de los últimos catorce años. Sólo en 2020 la tasa de abandono temprano de la educación y la formación, que hace referencia al porcentaje de la población de 18 a 24 años que no ha completado el nivel de Educación Secundaria y no sigue ningún tipo de educación-formación, fue del 17,4% en Cataluña un 1,4 por ciento más que el resto de España y un 7,4% más que el abandono de Madrid.
Cataluña padece un abandono de la racionalidad lo que está devastando la cohesión social
"Nadie quiere venir aquí", afirmaba recientemente el juez Jesús Gómez, portavoz de la Asociación Judicial Francisco de Vitoria en la comunidad catalana, aludiendo a los 211 magistrado que se ha marchado a otras regiones desde el procés. Fuga de servidores públicos y de talentos como demuestra el hecho de que la Universidad de Zaragoza ha aumentado un 24% el número de alumnos, la inmensa mayoría de ellos procedentes de la vecina Cataluña.
Y, si hablamos de la economía, los números del Colegio de Registradores no pueden ser más reveladores. Desde el 1-O de 2017 son 4.596 las empresas han huido de Cataluña de acuerdo con las confirmaciones de traslado inscritas en el registro de destino. Y si nos atenemos a los nueve primeros meses de este año, Cataluña es también la comunidad que más empresas pierde, con un total de 245 traslados de sede, constatándose incluso una aceleración preocupante que podría por terminar de perjudicar aún más un tejido productivo, Y, aunque dicen que las comparaciones siempre son odiosas – sólo para el que sale perdiendo añado yo- la Comunidad de Madrid avanza hacia su quinto año de sorpasso económico aumentando en 268 el número de las empresas inscritas en la Comunidad.
Cataluña lidera también el número de insolvencias registradas a falta de un mes para finalizar el año en curso con un total de 1.293 empresas en concurso de acreedores, un 48,6% más que en 2020, como recogen los resultados del Radar empresarial de Axesor, mientras que Madrid continúa liderando el emprendimiento con 21.871 nuevas empresas y un crecimiento del 38,5%.
Como apuntaba el conocido escritor británico Aldoux Husley, que "las doctrinas del nazifascismo, el comunismo o el nacionalismo son manifestaciones idiotas; más quienes creen en ellas logran caldear enormemente sus corazones a través de estas creencias; y esta excitación inmediata les hace olvidar los desastres a largo plazo que son la consecuencia inevitable de semejantes creencias". Pues eso.