
"Es la economía, estúpido". Esta frase muy utilizada en la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992 contra George Bush padre, parece que está empezando a agitar las mentes de los estrategas de Moncloa para aconsejar un adelanto de las elecciones generales para finales de este 2022 que estamos a punto de iniciar.
Estiman que en contra de las utopías que vende la ministra Calviño, el próximo ejercicio tampoco va a ser el de la recuperación y 2023 será un año de fuertes reformas con los consiguientes ajustes y recortes que obligara a tomar decisiones impopulares que siempre es preferible adoptar con una legislatura recién iniciada sin horizonte electoral, o dejar que las asuman otros.
El anuncio del Banco Central Europeo (BCE) de ir acabando con la compra de deuda de los Estados miembros de la UE desde el próximo mes de marzo es, aunque lo nieguen de momento, el paso previo a una subida de intereses siguiendo los pasos que ya han dado la Reserva Federal americana y el Banco de Inglaterra. Y a ello se une el mazazo del Banco de España anunciado una revisión a la baja del crecimiento de nuestra economía en 2021 que será de sólo un 4,5 por ciento, casi dos puntos menos que las previsiones del Ejecutivo, mientras que para 2022 el crecimiento estimado es de apenas un 5,4% 1,6 puntos por debajo del 7% que el Gobierno mantiene en los Presupuestos del Estado.
Aduce el BCE para anunciar el final del programa de compras de emergencia para la pandemia (PEPP) que la economía europea solo está ya a 0.3 punto porcentuales de recuperar el PIB previo al COVID, lo que hace menos necesario financiar barato a los socios. Pero claro, se refiere a la situación del conjunto de la Unión que, lamentablemente, no es aplicable a España, país que ostenta el triple récord de deuda, déficit y paro y se sitúa también en el último lugar del crecimiento económico de los países desarrollados.
Los datos de la OCDE cifran en el 2,6% el crecimiento interanual de PIB español en el tercer trimestre de 2021, el cuarto peor de todos los países miembros de esta organización y un punto por debajo de la media de la UE, siguiendo la tónica de los trimestres anteriores. Y aunque dicen que las comparaciones son odiosas -sólo para quienes salen perdiendo, añado yo- países como Italia y Portugal está creciendo ya en torno al 4%, mientras Grecia mejoraba un espectacular 16,2%.
A ello se suman las consecuencias de las presiones inflacionistas, otro de los factores que aconseja al BCE moderar la política monetaria de estímulos para frenar el gasto público y privado y que en nuestro país ha subido un 5,5%, con datos a noviembre, mientras que el Banco de España anuncia ya que repuntará al 3,7% en el próximo ejercicio, dos puntos más que en su estimación anterior.
Todo apunta, pues, que se acaba la barra libre de la deuda y en este escenario al Gobierno sólo le quedan dos alternativas viables, sacar la deuda a los mercados con el consiguiente coste en intereses o emitir menos deuda lo que redundará en nuevos ajustes y recortes con la obligación añadida de enfrentarse a las condiciones de ajuste financiero que impondrá la vuelta al Pacto de Estabilidad de la UE, y a las reformas que impone Europa para recibir los dineros del Fondo de Reconstrucción.
Así las cosas, Sánchez se enfrenta también ahora a un dilema, o hace las reformas que le exige Bruselas o pierde los fondos. Si aprueba las reformas puede encontrarse con que no tenga los apoyos parlamentarios precisos, lo que no sólo demostrará la inviabilidad del Gobierno, sino que le dejará sin los fondos y sin recuperación. Y como comenta un destacado analista y ex portavoz económico en el Congreso de los Diputados, "si los fondos no llegan Sánchez se suicida, además de que está imposibilitado para mantener unos presupuestos basados en previsiones falsas, más impuestos y dinero ajeno".