
Más allá de los engaños del Gobierno en los Presupuestos y sus previsiones de crecimiento y recuperación de nuestra economía, refutadas por todos los organismos y servicios de estudios nacionales e internacionales incluidos el Banco de España y ahora también la OCDE.
Al margen de su inc
apacidad para encontrar soluciones a la inflación y la subida escandalosa de los precios energéticos. Por encima, incluso, de sus tropelías con esa ley de inseguridad ciudadana que proyecta y también de los repuntes del COVID y su variante Ómicron, el desafuero más relevante de los que hemos asistido en la última semana, por sus posibles consecuencias, es ese infame escrito presentado por los equipos de comunicación del PSOE, Unidas Podemos, y el resto de sus coaligados en el Congreso para que la presidenta de la Cámara "tome medidas" contra determinadas actitudes de periodistas acreditados, a los que acusan de no comportarse acorde "con el código deontológico ni con los principios de actuación acordados por los profesionales del ramo".
Un escrito firmado por todos los partidos miembros del "Club de los Inquisidores", como acertadamente lo define el que fuera secretario general de Comisiones Obreras, José María Fidalgo, nada sospechoso de extremista de derechas, tras el que se encubre un intento de silenciar las críticas y de acabar con la libertad de información y que revela, también, la incapacidad intelectual de los portavoces de estas formaciones para responder o esquivar preguntas pretendidamente incómodas o que no son conforme a sus dogmas doctrinarios.
Documento impropio de los principios más elementales de la democracia en los que, ya sabíamos, ni creen ni comparten formaciones como los morados podemitas, los nacionalistas como ERC, PNV, Junts, PDeCAT, Más País o ese Bildu heredero de los terroristas de ETA. Partidos que sintonizan más con las dictaduras de Cuba y Venezuela y que en las comunidades que gobiernan actúan con prácticas de acoso y derribo de las instituciones y de las libertades, silenciando y acosando a los opositores y alentando la delación de quienes no piensan como ellos o no hablan en la lengua que ellos quieren imponer ante la pasividad del gobierno del Estado.
Lo que no se esperaba que a tal felonía se sumara también el PSOE, un partido que fue esencial para la Transición y que ahora se ha transformado en un PSANCHEZ sumiso y sin escrúpulos renunciando a sus principios, a su historia y la memoria de todos los socialistas que durante la Transición trabajaron y colaboraron en la recuperación de la libertades, de la reconciliación y del diálogo, pagando algunos incluso con su vida a manos de quienes hoy hacen homenajes sus aliados de la coalición Frankestein.
Insólito. Tanto como la falta de solidaridad y de reacción de los profesionales de la comunicación y la tibieza o silencio de las asociaciones de la prensa ante tamaño desafuero que, en lógica respuesta deberían pedir el mismo código deontológico y principios de actuación a quienes, desde la Tribuna o en la sala de prensa ofenden y denigran la institución parlamentaria, con insultos, baladronadas, chulería o amenazas en las que algunos de los portavoces de los partidos firmantes, como el tal Rufián, son especialistas consumados. Eso y dejar de asistir a las ruedas de prensa o actos (des)informativos de las formaciones que aparecen en el escrito mientras no rectifiquen o retiren su demanda. Y esto no es corporativismo, sino decencia.
Pero no. Así nos va y así vamos a seguir estando en esta profesión de contar la actualidad que cuando se ejerce con libertad, dignidad e independencia es uno de los pilares esenciales del sistema democrático. Porque, como comentaba escandalizado un veterano compañero, se empieza desenterrando a Franco y se termina desenterrando la censura. Amén.