
El cuestionamiento de las previsiones macroeconómicas del Gobierno, aquellas que sirven de base para los Presupuestos de 2022, crece de modo constante.
Ahora es la OCDE la que limita el avance del PIB en este año hasta el 4,5%, frente al 6,5% que pronostica el Ejecutivo. No es un caso aislado. Esta misma semana el Consejo de Economistas redujo el crecimiento de la economía al 4,7% y, anteriormente, el Banco de España ya anticipó una "rebaja sustancial" de sus cálculos sobre el avance de la economía española, tras demostrar el INE su pérdida de vigor desde el segundo trimestre. Por si la unanimidad de organismos nacionales e internacionales no fuera suficiente, el panorama para el PIB nacional se puede complicar aún más tras la aparición de la nueva cepa sudafricana del Covid, una variante que crea preocupación por su inusual facilidad para mutar. Es cierto que aún está por verse su peligrosidad desde el punto de vista sanitario. Pero lo que está fuera de toda duda es que llega en un mal momento al coincidir con otros problemas de ámbito global que ya lastran la actividad empresarial. Se trata de los cuellos de botella en la producción y la escasez de materias primas. Por si fura poco, las previsiones en ambos sentidos no son halagüeñas. No en vano Deloitte ya apunta a que la escasez de semiconductores durará hasta principios de 2023, lo que frenará al sector tecnológico. Asimismo, la OCDE también destaca que el impacto de la variante ómicron alargará los problemas de las cadenas de suministro globales. Resulta evidente que la persistencia de estos graves inconvenientes generará aún más incertidumbre a la recuperación a medio gas que la economía española ya muestra.