Periodista económico

Fracasado aparentemente en su intento de asaltar el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y el Tribunal Supremo con la elección de Isabel Perelló, Sánchez puso sus ojos de presa en el Banco de España y manu militari impone a José Luis Escrivá como nuevo gobernador del supervisor bancario.

No seré yo quien niegue que la moderación de la inflación en agosto, con una subida de sólo el 2,2% es un buen dato. El mejor desde junio de 2023 y que nos acerca a ese 2% que el Banco Central Europeo (BCE) estima saludable para la economía. Pero de ahí a la euforia desatada del gobierno y sus monaguillos mediáticos hay un mundo. Porque sin ánimo de ser catastrofista sino realista es necesario puntualizar, primero que los precios no bajan sino que suben menos.

Se preguntaba recientemente mi amigo y maestro de periodistas Hernando F. Calleja, cómo es posible que la deuda crezca 830 millones al día con una recaudación por impuestos disparada, que ha aumentado un 10,4% hasta 122.589 millones de euros.

Con un Gobierno acorralado y apabullado por sus pactos contra la Constitución y contra España, por los múltiples casos de presunta corrupción en el partido, el Ejecutivo y el entorno familiar del presidente, su desidia ante el gravísimo problema de la emigración o el caos ferroviario y su incapacidad e incompetencia legislativa, con el añadido de sus agresiones a la separación de poderes, la falta de apoyos para aprobar los Presupuestos y una recesión silenciosa en la economía con 12,7 millones de personas, el 26,5% de la población en riesgo de pobreza o exclusión social, cifra nunca alcanzada desde el inicio de la Transición, comienza un nuevo curso político en el que lo único que se puede afirmar es que será un curso en que viviremos peligrosamente.

Éramos pocos y parió el alcabalero, que así es como se denomina en lenguaje cervantino al recaudador de impuestos que actúa por una comisión. Porque si no había ya bastantes opiniones sobre la humillante cesión de la independencia fiscal a Cataluña para pagar la investidura de Salvador Illa, vino Pepe Álvarez, ese estrambótico secretario general de la UGT, y quedó como dicen de Cagancho en Almagro, entre caótico y desastroso, además de desbarrado.

Aconseja sabiamente el refranero que los árboles no te impidan ver el bosque o, lo que es lo mismo, que no te detengas en la superficie o el relato para profundizar en lo que esconde el interior. Y, sin ánimo de ser catastrofista, sino de ser fiel a los números y la estadística, eso es lo que ocurre aquí y ahora con los datos de la economía española, que tras unos indicadores macro de crecimiento y empleo aparentemente aceptables, se esconde una realidad social, familiar y empresarial que muestra síntomas más que alarmantes de agotamiento, empobrecimiento y recesión.

Habemus Govern. Y habrá que darle al menos los cien días de confianza. Pero los orígenes, los inicios y los condicionantes no invitan precisamente a la esperanza porque poniendo una vela a la moderación y otra al independentismo, Salvador Illa presentó un gobierno que lejos de ser el primer gabinete constitucionalista y español como presumen los acólitos de Sánchez, sólo apunta a ser la marca blanca del nacionalismo, que no otra cosa ha sido siempre el PSC.

Latrocinio. Con esta palabra tan rotunda como indicativa calificaba quien fuera vicepresidente socialista del Gobierno y número dos del PSOE, Alfonso Guerra, el acuerdo alcanzado entre Pedro Sánchez y Esquerra Republicana (ERC) para investir a Salvador Illa a cambio de la independencia fiscal de Cataluña, paso previo al referéndum de autodeterminación.

Todo sucedió conforme al guion del el prófugo, con sus dosis de suspense barato, incluidas. Puigdemont -Puigdi en familia- el delincuente fugado de la Justicia hizo todo lo que tenía planeado y algunos dicen que acordado. Llegó, dio su mitin plagado de los mismos mensajes tan manidos como trasnochados, y desapareció. Pero montado el circo y visto el show las preguntas son incuestionables: ¿Estaba pactado el sainete de Houdini? ¿Se trata de "juego de políticos" como lo ha definido una alto responsable de los Mossos? Y, sobre todo ¿ahora qué?

La alerta la difundían las empresas de trabajo temporal cuando advertían de un "frenazo" en el mercado laboral a partir de este otoño. Sin embargo, los síntomas de la enfermedad se vienen advirtiendo en todos los indicadores de empleo de este año, con especial intensidad en la Encuesta de Población Activa del segundo trimestre y en los datos del paro registrado en julio.