Periodista económico

"El PSOE no es un partido, es una secta y amenaza con ser una mafia". Estas palabras no son mías. Las pronunció en la presentación de sus nuevo libro Juan Luis Cebrián, el que fuera director de El País y nada sospechoso de pertenecer a la "costelación de cabeceras ultraconservadoras". Aunque, a partir de ahora, habrá que decirle eso de ¡Bienvenido al Club! Ese club de la fachosfera en el que Sánchez y el Gobierno meten a todos los que, en aras de nuestra libertad y del derecho de los ciudadanos a recibir una información libre y veraz, disentimos, denunciamos o criticamos las decisiones del Gobierno y del sanchismo, sus pactos contra natura, la usurpación de las instituciones y sus atentados contra la democracia y la igualdad de los españoles.

Atónitos, cuentan, se quedaron mucho barones y los miembros del Grupo Parlamentario Popular al conocer la propuesta de semana laboral de cuatro días anunciada por la dirección del partido y sobre la que no habían sido consultados e informados. Propuesta que, una vez analizada, parece más próxima al aventurerismo político propio de los populistas, que al compromiso cívico que se supone a un partido nacional, reformista, con vocación de gobierno e ideológicamente independiente.

Los vistan como los vistan desde la demagogia engañosa del gobierno, más propia de una masturbación mental que de una información veraz y rigurosa, los datos del paro registrado en septiembre, con la mayor pérdida de empleo de los últimos doce años y el peor septiembre desde 2019 en creación de puestos de trabajo, lejos de ser optimistas reflejan la realidad de un mercado laboral precario, muy afectado por la estacionalidad, con la contratación indefinida en caída libre y una disminución del 1,44% en la contratación acumulada. Indicador este que refleja el descenso de la actividad económica y una evidente falta de dinamismo del mercado laboral.

Siempre me ha llamado la atención esa obsesión insana que tienen todos los totalitarismos por expoliar fiscalmente a los ciudadanos a los que avasallan para manejar, en función de sus prejuicios, intereses y lucro personal el dinero ajeno. Ellos no ganan pero usurpan, vulnerando los principios democráticos y constitucionales de inalienabilidad e inembargabilidad.

Angustiado ante la certeza de perder una nueva votación en el Congreso, ya van 35 desde el inicio de legislatura, el gobierno dio la espantada y ordenó retirar el techo de gasto del orden del día del Pleno del Congreso para humillarse en una nueva negociación con el fugado de la Justicia Puigdemont e implorarle el apoyo de sus diputados al paso previo e imprescindible para aprobar los Presupuestos.

Pendientes aún de saber el resultado de la última humillación de Sánchez y su gobierno rindiendo pleitesía al fugado de la Justicia Puigdemont para implorarle el apoyo de sus diputados al techo de gasto, en los ámbitos políticos y parlamentarios las apuestas apuntan masivamente a una nueva derrota parlamentaria del gobierno y a que Sánchez, salvo milagro en forma de nuevas cesiones al chantaje de los independentistas, se quedará sin Presupuestos.

Matar al mensajero es una frase metafórica que se refiere al acto de culpar a una persona que trae malas noticias en vez del autor de las mismas. Una práctica corriente en casi todas las actividades humanas pero especialmente habitual y grave en la política. La tentación del poder de silenciar las voces críticas o contrarias a su gestión es un clásico de la pulsación totalitaria de muchos gobernantes, incluso en democracias. Y en estos momentos, aquí y ahora estamos asistiendo a una especie de reedición de la caza de brujas de McCarthy. Ese período de historia colectiva en el que muchos ciudadanos inocentes sufrieron persecución por simples sospechas y que constituye uno de los períodos más negros de la historia de los Estados Unidos en el Siglo XX.

El tahúr de la póker room, así definía a Pedro Sánchez el coordinador general del Partido Popular, Elías Bendodo, durante su participación en los desayunos de la Federación de Asociaciones de Periodistas de Radio y Televisión. Y lo hacía aludiendo al lugar de celebración del evento en el Casino Gran Vía de Madrid.

Tenía que ser él. Super Mario Draghi, el hombre que desde la presidencia del Banco Central Europeo (BCE) sacó a Europa de la crisis financiera en 2012, ha vuelto para poner a la Unión Europea ante el espejo de sus carencias, sus contradicciones y sus incompetencias y para ofrecer, al mismo tiempo, las recetas necesarias para sacar a la Unión de su alarmante retraso tecnológico e industrial frente a Estados Unidos y China y ponerla a la cabeza del desarrollo económico de las próximas décadas.

En estado puro. Investido de cinismo y pagado de sí mismo, Pedro Sánchez aprovechó la inauguración del curso político para anunciar más impuestos con los que mantener su orgía de gasto estéril para pagar al independentismo en Cataluña con el dinero del resto de los españoles. Y lo hace un presidente que ha subido 69 veces los impuestos desde que llegó al gobierno y en un país que sufre un esfuerzo fiscal superior de un 17,8% a la media de la Unión Europea. Eso y para presidir el comité federal de lo que en su día fue el PSOE y hoy es el PSánchez, en el que nada dijo del concierto fiscal de Cataluña pactado con los independentistas, y ni una palabra sobre los problemas judiciales de su mujer, de su hermano y de su gobierno y del partido.