Opinión

Draghi enmienda a la totalidad de Bruselas

  • El mayor problema que tiene la Unión no es el dinero para la inversión sino los gobernantes

Tenía que ser él. Super Mario Draghi, el hombre que desde la presidencia del Banco Central Europeo (BCE) sacó a Europa de la crisis financiera en 2012, ha vuelto para poner a la Unión Europea ante el espejo de sus carencias, sus contradicciones y sus incompetencias y para ofrecer, al mismo tiempo, las recetas necesarias para sacar a la Unión de su alarmante retraso tecnológico e industrial frente a Estados Unidos y China y ponerla a la cabeza del desarrollo económico de las próximas décadas.

Un documento que supone una enmienda a la totalidad de las políticas económicas y de innovación puestas en marcha en los últimos años por la Comisión Europea y los gobiernos de cada país miembro, y especialmente en materia de energía donde hace una contundente reprobación de la prioridad dada a llamada "transición verde" para resaltar la necesidad de buscar el equilibrio de la descarbonización con el crecimiento económico y la competitividad.

Para ello el informe Draghi insiste en aprovechar todas las soluciones disponibles desde las energías renovables hasta el hidrógeno, pasando por la bioenergía, la captura y almacenamiento del carbono y, por supuesto, la energía nuclear para la propone ampliar la vida útil de las centrales actualmente en funcionamiento.

Enfoque que implica también una descalificación categórica de las política energética del gobierno de Pedro Sánchez en España que no sólo ha demonizado la energía nuclear, en contra de otros de nuestros socios europeos, sino que ha acelerado el calendario de cierre de las centrales nucleares en España con límite en 2035.

Urge también Super Mario desburocratizar la UE para elevar la productividad y la competitividad en innovación y tecnología y recuperar el gasto en Defensa para lo que estima necesaria la mayor inversión aprobada nunca por la Unión: 80.000 millones de euros anuales a través de planes similares los fondos Next Generation. "O hacemos esto o será una lenta agonía", concluye Draghi.

En definitiva, y como es habitual en el expresidente del BCE y de la República Italiana, el diagnóstico es el correcto y la soluciones adecuadas. Pero con lo que seguramente sabe, pero no dice, Mario Draghi, es que el problema mayor que tiene Europa no es el dinero para la inversión, sino los gobernantes. Y si no ahí está lo que han hecho con los Next Generation, en los que el sanchismo en España es el ejemplo paradigmático de desidia, retraso y desperdicio. Sólo el 41% (32.925 millones) de los 80.000 millones de euros asignados desde 2021 han sido adjudicados.

¿Se pueden llevar a cabo estas medidas en una Unión donde cada país hace la guerra por su cuenta y con los dirigentes actuales? Los mismos que con sus utopías, sus obcecaciones, sus intransigencias y sus contradicciones han llevado a Europa a su actual irrelevancia económica y política. En la Europa de hoy no hay líderes, sino arribistas o políticos mediocres. Sobran burócratas mientras se echan en falta dirigentes de la talla de Ángela Merkel y el propio Draghi, además de comisarios, técnicos y funcionarios con visión de futuro y comprometidos con el europeísmo. Como le resaltó el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, a la vicepresidenta Teresa Ribera que ahora se postula para comisaria europea (nos pille confesados) lo que Europa y España necesitan es "más tecnología y menos ideología".

Esa es la gran carencia y ese es el gran obstáculo. Unos dirigentes que siguen comprando gas a la Rusia de Putin -España lidera estas compras y concentra un tercio de todas las efectuadas por la UE - que se ha acostumbrado al "qué inventen ellos", a la dependencia de China y que en política exterior siguen contemporizando con la Maduro, con Irán, Corea del Norte y otras tiranías de América Latina, y que, en una desidia vergonzante todavía no han reconocido a Edmundo González como vencedor de las elecciones en Venezuela. Unos dirigentes europeos demasiado intransigentes con Israel pero que son excesivamente complacientes con las dictaduras.

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