CEO y COO de Genesal Energy
Opinión

En la economía digital actual, el dato se ha convertido por méritos propios en el recurso más valioso para empresas de cualquier sector, gobiernos y organizaciones de diversa índole. La capacidad de recopilar, procesar y analizar información en tiempo real determina la rapidez en la toma de decisiones, la eficiencia operativa y el nivel de innovación, por lo que proteger este activo es crucial para garantizar la continuidad de negocios y servicios que dependen de la información. Un reflejo de esta tesitura es el crecimiento exponencial que los data centers están experimentando en los últimos años en nuestro país: según Spain DC, la Asociación de Data Centers de España, el sector aporta el 2,49 % del PIB, con un impacto total de 73.307 millones de euros. Este peso económico y social se traduce en una responsabilidad enorme para garantizar su operatividad permanente, pues cualquier interrupción tiene consecuencias que van incluso más allá de pérdidas millonarias. Cada minuto de caída de un data center, además de graves desajustes en las cuentas de resultados de la compañía, puede erosionar la confianza de los clientes e incurrir en posibles sanciones contractuales o legales. En este contexto, la energía de respaldo se convierte en una inversión indispensable para blindar la continuidad operativa, asegurando que los datos y servicios permanezcan activos incluso ante fallos de suministro eléctrico o contingencias imprevistas.

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