En las últimas décadas, Europa ha vivido de espaldas a la realización de políticas industriales, abogando por doctrinas convencionalistas que se han centrado más en permanecer en el pasado, reestructurando capacidades sin una visión estratégica de largo alcance, y no en crear nuevas capacidades e industrias disruptivas de futuro con un verdadero impacto en la innovación, productividad y competitividad de nuestras regiones y naciones.