Jordi Aguilar
Cuando algunos autores del siglo XIX imaginaban cómo sería el año 2000, una de las visiones más idílicas era un mundo en el que las máquinas se encargarían de la mayor parte del trabajo y el ser humano tendría casi todo el tiempo a su disposición para dedicarse al placer y al ocio. Pero ahora que las nuevas tecnologías han irrumpido con fuerza en numerosos ámbitos del saber, la perspectiva de ser sustituido por un robot es más una amenaza que una tentación.