En los últimos años, de los muchos aspectos que hemos normalizado en nuestros análisis, uno de los más importantes es la intervención permanente de los Bancos Centrales mediante políticas monetarias expansivas. Hoy en día pocas voces alertan de los problemas de que esta conducta se perpetúe en el tiempo, considerando como mala noticia o fracaso un discurso o actuación de un banquero central de retirada de estímulos monetarios y subida de los tipos de interés. Ésta es la opinión mayoritaria de inversores, políticos y analistas, los cuales ejercen una enorme presión sobre los Bancos Centrales para mantener un statu quo que se prolonga más de una década: tipos de interés nominales prácticamente nulos, tipos reales negativos, enormes facilidades crediticias que sostienen negocios donde conseguir una rentabilidad consistentemente por encima del coste de capital deja de ser una prioridad…

Análisis

Volver al escenario pre-crisis de deuda pública requiere siete años y un ajuste de 9 puntos de PIB del déficit primario. Es un escenario más que exigente teniendo en cuenta la situación actual de las cuentas públicas, el posible escenario de medio plazo de endurecimiento de la política monetaria si continúan al alza las presiones inflacionistas y la enorme acumulación de deuda de más de 30 puntos de PIB que lastrará el crecimiento de la economía si no se detiene, primero, su crecimiento y, después, se empieza a amortizar deuda de forma acelerada.

Tal como recogió hace unos años mi maestro Juan Velarde a propósito del “papel de nuestros economistas”, un destacado economista español, Luis Olariaga, caracterizaba de una forma muy nítida el papel que debían jugar los economistas. Concretamente, Olariaga subrayaba la necesidad de que los economistas hicieran lo posible por resolver “el drama social”, sirviendo para hacer a los ciudadanos más felices que si no existiera la profesión económica. A esto dedicó una parte no menor de su vida el profesor José María Gay de Liébana, teniendo la generosidad de compartir sus conocimientos y competencias con la sociedad a través de los medios de comunicación.

Análisis

El centenario del Partido Comunista de China (PCCh) brinda una ocasión extraordinaria para hacer una reflexión crítica del papel de China en el actual contexto geopolítico, y cuál será su posición futura. Si hay algo importante que destacar de estos 100 años de existencia es su capacidad de aprendizaje continua de los errores y aciertos cometidos por otros poderosos regímenes comunistas en el siglo XX. Si hay algo que China en ningún momento quiere repetir es, sin duda, el desmantelamiento del régimen soviético, el cual provocó la desintegración territorial, numerosos conflictos que aún hoy perduran y la conciencia de un Estado como Rusia cada vez más autocrático, pero con unas dinámicas que provocan desorden, desestabilización y mal comportamiento económico.

El profesor Juergen Bernhard Donges (80 años) se ha marchado de este mundo de la misma forma como fue en vida: discreto, sin estridencias, serio y riguroso. Sólo bastaba una breve conversación para darse cuenta de que no estabas ante un economista que te dice lo que quieres oír, ni tampoco aquello que más amigos le podía generar. Un economista no está para esas cosas. Como escribió en cierta ocasión el Nobel James Buchanan, "los economistas deberían asumir su responsabilidad básica; deberían, al menos, tratar de conocer el tema que manejan" (What Should Economists Do?, Indianapolis, Liberty Press, 1979). Precisamente, en esta línea, el profesor Donges era uno de los escasos exponentes que quedaban del más puro y sentido estricto de la 'economía política': la intersección entre la economía, el papel del Estado y el ejercicio de la política.

El acuerdo que han alcanzado las 7 principales economías occidentales el pasado fin de semana, abre un camino hasta ahora inexplorado de grandes acuerdos internacionales en materia de armonización de impuestos. Hasta la fecha, los acuerdos eran fundamentalmente bilaterales y se ceñían a cuestiones de cumplimiento fiscal como evitar la doble imposición o el intercambio automático de datos fiscales entre países y jurisdicciones. A partir de este momento, se abre la puerta a establecer reglas transnacionales en materia de bases imponibles y tipos impositivos, si bien la coyuntura geopolítica no es la más favorable para ello.

La paralización de la ejecución del acuerdo de inversiones UE-China firmado en las últimas horas de 2020 por parte del Parlamento Europeo, coloca a la Unión en una posición internacional de mayor debilidad en la reconfiguración de la geopolítica global frente a los bloques americano y chino. Denota ante los socios internacionales falta de criterio a la hora de establecer una postura clara y contundente sobre cómo llegar a acuerdos con China, la cual saldrá de la crisis del coronavirus con un peso 1,5 puntos porcentuales mayor sobre el PIB mundial, llegando a alcanzar el 20% para 2026 según las últimas estimaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI). En el tiempo de descuento para alcanzar un acuerdo para la nueva Agenda Estratégica, la Unión Europea y China alcanzaron un importante acuerdo de inversiones especialmente favorable para la UE, ya que se conseguían dos avances de enorme importancia: por un lado, más facilidades para localizar empresas europeas en China con más margen de maniobra en su gestión y operaciones en el territorio con otros socios locales o extranjeros y, por otro lado, una mayor reciprocidad y mejor juego (menor dopaje) por parte de las empresas estatales chinas a la hora de acometer operaciones corporativas o el acceso a contratos públicos en territorio europeo.

China busca reducir la dependencia de las inversiones exteriores, pero lo hace con una política que hasta la fecha ha sido perjudicial para las empresas españolas.

A la hora de instrumentar el fondo de recuperación que probablemente traiga a España una histórica suma de dinero, es inevitable hacer balance de las tres décadas y media de pertenencia de España a la Unión Europea

En poco más de dos semanas, el Gobierno ha presentado dos documentos de enorme relevancia. Primero fue el denominado “Pacto por la Industria”, enfocado a cumplir el objetivo europeo de que el sector secundario alcance el 20% del PIB. Y unos días después ha sido el acuerdo político sobre la Ley de Cambio Climático, con impacto directo sobre la política energética, fijando los objetivos de emisiones de gases contaminantes, algunas medidas concretas de electrificación, horizonte definido de reducción drástica de consumo de combustibles fósiles y ciertas medidas que sirven de ínterin mientras los diferentes paquetes normativos que forman parte del Green Deal europeo terminan de definirse y aplicarse.