Periodista y escritor. Entre apocalípticos e integrados, lo mío es abordar el presente y el futuro del empleo con acento crítico y sin 'hype'.

El auge y caída del teletrabajo se ha convertido en fuente casi inagotable de estudios y análisis durante los últimos cuatro años, en los que ha pasado de considerarse el futuro imparable del modelo laboral a un fracaso con todas las letras del que ahora parecen renegar incluso sus primeros valedores. Lo cierto es que los datos son contundentes: el diferencial de teletrabajo entre España y la Unión Europea es hoy mucho más alto que antes de la pandemia... y que cualquier momento anterior de la serie histórica. Pero ¿a quién se puede culpar de este desenlace?

Casi un año y medio después de su aprobación, el debate sobre el impacto de la reforma laboral en la economía española sigue abierto. ¿Ha contribuido realmente a la creación de nuevos puestos de trabajo? ¿Y tiene margen para seguir haciéndolo? Hasta ahora, el Gobierno había defendido en bloque que la nueva norma conlleva una transformación estructural del mercado laboral que impulsará a medio y largo plazo el empleo. Pero las últimas estimaciones remitidas por el Ministerio de Asuntos Económicos a Bruselas apuntan a que este efecto  en términos de incremento de la ocupación ya habría tocado techo en su primer ejercicio en vigor.

Las pymes españolas no quieren implantar la jornada de cuatro días. Al menos eso indica la falta de interés por las ayudas convocadas por el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo para ponerla a prueba: solo 41 las han solicitado. Pero la falta de interés por este 'programa piloto' que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, pactó con el líder de Más País, Íñigo Errejón hace año y medio, no es el fin de la historia. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que siempre se desmarcó de este 'experimento', tiene ahora vía libre para presentar su propio plan para reducir el tiempo de trabajo.

Las bajas de afiliación por no superar el periodo de prueba siguen disparándose un año después de la entrada en vigor de la reforma laboral, y alientan las voces que afirman que la nueva norma ha trasvasado parte de la precariedad del empleo temporal al fijo. Pero también existen otras explicaciones. La primera, que se trata de un simple efecto colateral por del aumento de los contratos indefinidos. La segunda, que muchas de estas bajas son en realidad dimisiones y no ceses. Y la tercera, que reflejan una práctica habitual en las empresas que no deriva de la reforma laboral, si bien esta no parece haberla frenado.

La recuperación del empleo tras la pandemia ha venido acompañada de un intenso repunte de la ocupación entre los inmigrantes, que alimenta la esperanza en el Gobierno de que los cotizantes foráneos sean uno de los pilares que garanticen el sistema de pensiones frente al envejecimiento de la fuerza laboral nacida en España. Pero esta previsión tiene un problema: estos trabajadores inmigrantes también envejecen. De hecho: el porcentaje de los extranjeros menores de 35 años ha retrocedido en 11,5 puntos en la última década, más del doble de lo que ha descendido el mismo dato para los españoles.

Con un año y medio de retraso, el Ministerio de Trabajo ultima el real decreto que desarrolla la regulación de los contratos formativos introducida por la reforma laboral para mejora la inserción laboral de los jóvenes. La principal novedad es que por primera vez se fija un número máximo de contratos formativos en función de la plantilla de cada centro de trabajo, que no podrá superar los treinta en aquellos de más de 50 trabajadores.

La reforma laboral ha rebajado en tiempo récord las tasas de temporalidad del mercado de trabajo, pero el Banco de España señala que el nuevo marco regulatorio está teniendo un impacto en varias dimensiones. Los economistas de la institución han puesto el acento en los efectos sobre la contratación y en cómo se ha disparado los despidos entre los puestos de trabajo con contrato indefinidos. No solo tiene que ver en que los fijos discontinuos han ganado peso dentro de la contratación indefinida, los puestos de trabajo con un contrato ordinario tradicional también han quedado más expuestos a un despido.

Mientras la pregunta de qué empleos se verán afectados en los próximos años por el desembarco de la inteligencia artificial vuelve a copar el debate económico y político, lo cierto es que se trata de una realidad muy presente para uno de cada tres españoles, cuyo trabajo diario se ve ya organizado, evaluado e incluso penalizado por algoritmos.

El V Acuerdo Estatal de Negociación Colectiva que acaban de firmar patronal y sindicatos dedica un capítulo completo a propuestas para impulsar la implantación del teletrabajo en los convenios colectivos, una de las claves que, según los interlocutores sociales explican el escaso peso de esta modalidad en nuestro país tras la pandemia. Pero aunque el texto hace una decidida apuesta por la flexibilidad del tiempo de trabajo obvia el debate sobre la reducción del tiempo de trabajo, que tiene su máximo exponente en la jornada de cuatro días.

Los contenidos publicados por los usuarios son la base del negocio billonario de las plataformas y redes sociales. Pero, más allá de una minoría de 'influencers', sus creadores nunca reciben retribución por una tarea que les lleva horas y que raramente recibe siquiera la consideración de 'trabajo'. Ahora, el Joint Research Centre de la Comisión Europea se atreve a aportar cifras al debate en un informe que presta especial atención a la comparación entre nuestro país y Alemania.