La marcha de la economía española sigue rompiendo las previsiones de la mayoría de organismos nacionales e internaciones, que durante las últimas semanas se han visto obligados a revisar al alza sus cálculos. Sin embargo, la incertidumbre acecha desde la sede del Banco Central Europeo (BCE), que el pasado miércoles advirtió de que seguirá aplicando nuevas vueltas de tuerca sobre los tipos de interés, a pesar del enorme riesgo de recesión que ya ha atrapado a Alemania. La locomotora europea no consigue levantar cabeza, presa de la política monetaria de los de Lagarde y de la dudas sobre el avance de la guerra en Ucrania. El diferencial entre el rendimiento del bund alemán a 10 años -de referencia en Europa-, y el del bono a dos años -el más sensible a la trayectoria de los tipos de interés- mandó una negra señal hace unos días. Pasó a negativo el pasado noviembre y sigue profundizando en esa dinámica. El pasado martes la inversión de la curva germana alcanzó los 87 puntos básicos, acantilado no visto desde 1992. A ello se añade la falta de eficacia de la normalización monetaria sobre la inflación germana, que en junio subió al 6,4%, y la caída de la confianza de sus empresarios que el mes pasado dio su peor lectura desde noviembre de 2022.