La bolsa norteamericana se ha convertido en uno de los activos fetiche que todos los inversores quieren incorporar en sus carteras. No es para menos, ya que la rentabilidad anualizada del S&P 500 ha sido algo superior al 8% desde 1927 hasta 2020, en los últimos años gracias al empuje de las firmas tecnológicas, como se está comprobando de nuevo este ejercicio, donde a pesar del temor a una desaceleración de la economía los inversores vuelven a refugiarse en uno de los mercados más eficientes del mundo.

Quizá el nombre de Ofi Invest no sea muy conocido todavía por la mayoría de los inversores españoles, pero se encuentra en quinta posición entre los grupos de gestión de activos de Francia, con 182.000 millones de euros. Propiedad del grupo asegurador Aèma, la gestora nació al calor de la fusión de Ofi AM y Abeille AM, la antigua Aviva Investors en el país galo.

Contar con una base estable de inversores es el sueño de todas las gestoras, no solo para facilitar el manejo de los fondos, sino para que el éxito a largo plazo por rentabilidad beneficie a una amplia mayoría. Es conocido el axioma de que para lograr un buen rendimiento es necesario contar con un horizonte de largo plazo, para que la magia del interés compuesto -que consiste en lograr de media un 7% anualizado- haga su efecto. En los fondos de estilo valor, esta afirmación cobra más sentido, porque pueden pasar muchos trimestres hasta que una idea de inversión fructifica. Pero la impaciencia de los inversores ante varios ejercicios adversos puede terminar pasándole factura.

Los fondos soberanos o sovereign wealth funds, por su terminología en inglés, se han convertido en uno de los principales brazos inversores del mercado financiero, hasta el punto de que, de los casi 26 billones de dólares que manejan los cien mayores inversores institucionales del mundo, casi el 37% está en manos de estos vehículos, surgidos al calor de la riqueza generada por materias primas como el gas o el petróleo, como es el caso de Noruega, del que se nutre su conocido fondo de pensiones, o el de varios países árabes, e incluso algunos estados norteamericanos como Texas.

La industria de inversión se juega 2.000 millones de euros con la prohibición de las retrocesiones, de los que 1.340 millones son los ingresos que dejarían de percibirse en la pata de fondos de inversión. La nueva normativa europea ha prohibido los incentivos en la comercialización pero los sigue permitiendo si se realiza mediante asesoramiento, siempre que se justifique la aportación de valor. Algo que Santiago Satrústegui, presidente de Efpa España, la asociación española de asesores y planificadores financieros, considera que ya se realiza.

La idea de que Europa prohibiría las retrocesiones duró poco en el imaginario colectivo. La nueva Retail Investment Strategy (RIS), aprobada el pasado 24 de mayo, que busca reforzar la protección del inversor minorista y fomentar su participación en los mercados de capitales, optó por mantener el statu quo al no recoger de manera expresa un veto total a los incentivos en la venta de productos de inversión, pero sí una prohibición específica en las transacciones de solo ejecución, es decir, de aquellas que no conllevan asesoramiento. Aún así, esta prohibición pone en riesgo unos 2.070 millones de ingresos recurrentes en la industria, según cálculos de la consultora finReg.

Siete días. Es el plazo de tiempo en el que UBS espera haber terminado la fusión de Credit Suisse para comenzar a operar como una nueva firma que contará con un balance de 1,6 billones de dólares y que la situará como líder absoluto en varios mercados, tras la aprobación de los reguladores bursátiles de Estados Unidos y Suiza.

Mercados

El pasado 4 de mayo la cotización de Applus se disparó en los últimos compases de la sesión al calor de los rumores surgidos en torno al interés por parte de algunos fondos de inversión (Apollo, Apax y el consorcio formado por I Squared y TDR) en hacer una oferta para adquirir la compañía. Al día siguiente, la propia empresa confirmó este interés, aunque matizando que no había, aún, una oferta en firme.

Los gestores automatizados, más conocidos popularmente por el anglicismo roboadvisors, pueden estar satisfechos con los resultados que han proporcionado a sus clientes, en unos años en los que han debido afrontar varias de las crisis más importantes que han azotado a los mercados, como la pandemia del Covid o la mayor subida de tipos de interés de la historia para atajar una inflación disparada.

Las carteras de gestión discrecional se han convertido en uno de los segmentos que más han crecido en la distribución de fondos en España, hasta el punto de que aproximadamente seis de cada diez euros comercializados lo han sido a través de esta vía, junto a la de asesoramiento. Una manera eficaz para las firmas de inversión de gestionar el dinero de sus clientes, en función del perfil de riesgo, ya que eliminan el sesgo emocional que suele guiar a los inversores a la hora de tomar decisiones, frente a caídas abruptas del mercado o subidas inesperadas.