Ana Samboal
Tic-tac, suena el reloj marcando la cuenta atrás de una semana de vértigo. Cinco días le quedan a Pedro Sánchez para sacudirse como sea la cara de perdedor que le han dibujado sus adversarios, las encuestas y hasta él mismo. Se levanta con ella. Nadie apuesta en las urnas por el que tiene todas las papeletas para convertirse en farolillo rojo de la carrera por el nuevo bipartidismo. Ya no le quieren ni en su casa. Y no se molestan en disimularlo, lo sueltan a bocajarro a la mínima oportunidad.