Si diariamente el sanedrín de cada partido escudriña con minuciosidad los sondeos de intención de voto, hoy le dedicarán probablemente más tiempo del habitual. No nos dirán cuál es el efecto que sobre el votante ha tenido la actuación de su candidato en el debate, a menos que piensen que hacerlo público les reporte algún rédito, pero podremos descubrirlo a poco que observemos su estrategia en los próximos días.
Se gobierna a golpe de encuesta, se toman decisiones de calado político a ritmo de sondeo y se utilizan esas mismas consultas demoscópicas, una vez publicadas, para tratar de modificar o influir en el comportamiento del ciudadano al que se volverá a preguntar después.
Lo de menos son las ideas y los proyectos, lo único que a estas alturas parece relevante es la táctica, el regate corto con el único objetivo de tocar poder. Hay más partidos en liza, pero es tan pobre desde el punto de vista intelectual la vida política española que no es de extrañar que los sufridos consumidores del espectáculo se lo tomen a pitorreo.
Basta con mirar con cierta atención la última macroencuesta del CIS, más allá del titular de intención de voto que copa las primeras páginas de los medios de comunicación. En ese estudio, cuando se pide a los ciudadanos que definan del uno al diez su posición política, se colocan en los puestos centrales, concretamente en el centro-izquierda.
El partido que más simpatías despierta es el PSOE, por un margen estrecho. Sin embargo, los que más intención de voto recogen son el PP y Podemos. Dicen también, casi el 60%, que no les interesa la política. Son casi los mismos los que reconocen que hablan habitualmente de ella. El 71% asegura que irá a votar "con toda seguridad". Cuando, posteriormente, se le indica que numere del uno al diez la posibilidad de ir a votar, sólo dice que lo hará "seguro" el 53%. No me gustaría estar en la piel de un sociólogo.
