Periodista y presentadora de 'Trece al día'
Ana Samboal

Un largo aplauso recibió el lunes a Felipe VI en el congreso anual del Instituto de Empresa Familiar en Valencia. La España real, la que madruga, trabaja, levanta empresas, paga los cada vez más gravosos impuestos y crea riqueza y más de la mitad del empleo privado del país, alaba y respeta, si no a Felipe VI, sí a lo que representa: la jefatura del Estado. Ese aplauso era más que oportuno, porque no se lo están poniendo fácil al monarca. La campaña de acoso a la Corona se recrudece a medida que se acerca la fecha de la vista oral en la que los autores del golpe en Cataluña se sentarán en el banquillo. Aún nos queda por ver la apoteosis, la traca final de fuegos de artificio y de falsos profetas que amenazarán con el advenimiento del apocalipsis y que calentarán la lectura del fallo. Los separatistas, apoyados si no conchabados con los comunistas de Pablo Iglesias, están echando el resto.

Ana Samboal

Decía en 2015 la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que sólo en la ciudad había 25.000 niños hambrientos. De ellos, 3.600 desnutridos. Estábamos saliendo de la peor recesión en décadas y había familias que padecían serios aprietos, éramos conscientes de ello, pero no se veían infantes por las calles mendigando como en las fotos de la posguerra. Sin embargo, nadie le afeó el comentario. Al contrario, la entonces presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes, se apresuró a abrir comedores públicos para que todos ellos pudieran alimentarse adecuadamente. Si había que dar comida, para eso estaba ella, dispuesta a superar a Podemos, que a populista no la iba a ganar nadie. Y como no hubo discusión, ahí acabó el problema.

Ana Samboal

Silentes, durante años han crecido en la sombra permeando instituciones y organizaciones. Con perseverancia, radicales de extrema izquierda, antisistema e independentistas -todos ellos partidarios de la voladura del pacto constitucional vigente- han logrado controlar importantes resortes de poder en la universidad y las escuelas, en los medios de comunicación y las instituciones. Y la gran clase media no había caído en la cuenta hasta que observó atónita, en la víspera de la fiesta nacional, a Pablo Iglesias dando el abrazo del oso a Pedro Sánchez en el mismo corazón de la Moncloa, dispuesto a igualar a la baja a todos los ciudadanos con su proyecto de presupuestos, al tiempo que alentaba en Cataluña la reprobación de la Corona, la jefatura del Estado, símbolo y garantía de unidad y ley. Hay miedo en las empresas y en las oficinas, en las salas de vistas y en la calle. Se creía al Partido Socialista garantía de estabilidad, uno de los pilares del andamiaje democrático, pero se ha perdido toda esperanza, al verlo caer en manos de un hombre dispuesto a todo con tal de conservar el poder, a cederle incluso el bastón de mando, de igual a igual en el mejor de los casos, a su peor enemigo.

Ana Samboal

Pedro Sánchez fue hábil al lanzar una moción de censura por sorpresa que obligó a los diputados a votar un programa binario: sí o no a Rajoy. Hubiera logrado eludir cualquier factura por ese apoyo que salió de las vísceras si, tal y como prometió, hubiera convocado elecciones unas semanas después de tomar el poder. Sin embargo, por cálculo político o por ambición decidió convertirse en presidente y las hipotecas que entonces eludió se pasan ahora al cobro. Su problema (y el de todos) es que la que no desborda la legalidad sobrepasa la capacidad económica del país o la de un Ejecutivo representado en el Parlamento por tan solo ochenta y cuatro diputados. La realidad es la que es y no logrará cambiarla por muchas fotografías bonitas que las terminales mediáticas de Moncloa difundan en redes sociales.

Ana Samboal

En Polonia, sólo se puede colgar la bandera del país en ventanas y balcones el día de la fiesta nacional o en fechas señaladas. Con esas restricciones, las autoridades pretenden preservar el respeto debido a un símbolo que representa a la comunidad y a los valores que les unen.

ANA SAMBOAL

Hace casi dos años, Pedro Sánchez vivía uno de sus momentos más aciagos de su vida política. La mayoría del Comité Ejecutivo de su partido cuestionaba su férrea negativa a permitir la investidura de Rajoy, que acababa de ganar las elecciones con una muy precaria mayoría simple, y rechazaba de plano la estrategia encubierta de su todavía secretario general para convertirse en presidente: formar gobierno respaldado por populistas y separatistas.

Ana Samboal

"Avanzamos", dice Sánchez haciendo balance de cien días de gobierno, tratando de conjurar con una palabra lo que es más que un titular de prensa. La sensación de que el gobierno hace agua se ha generalizado tras rectificaciones, dimisiones y la sombra de duda que planea sobre la propia honorabilidad del presidente a cuenta de su tesis y será necesario mucho más que un eslogan para acabar con esa imagen de anarquía que ellos mismos han creado.

Ana Samboal

En La Pieza 25, el libro en el que la periodista Pilar Urbano describe con la inestimable colaboración del juez Castro la instrucción del Caso Noos, el fiscal Horrach se queda estupefacto al comprobar, declaración tras declaración, cómo los empleados públicos del Gobierno balear dejaban pasar las tropelías de sus superiores sin cuestionarlas siquiera. La ley suprema era la orden del jefe, su mandato estaba por encima de cualquier otra consideración. La obediencia ciega llegaba a tal extremo que el lector se pregunta no ya si en algún momento alguien dudó a la hora de cumplir con lo que se le exigía -que no parece-, sino si, acostumbrados como estaban a la rutina de esa cadena de mando viciada desde su origen, alguno llegó a darse cuenta de que se estaban cometiendo delitos que podían incluso llegar a comprometerlos penalmente. Lo que es seguro es que nadie dio la voz de alarma. De haberlo hecho, le hubiera costado el puesto.

Ana Samboal

Hay en Ho-chi-min, la antigua Saigón, un Museo de la Guerra en el que el régimen que gobierna Vietnam exhibe sus trofeos. Aviones y carros de combate incautados al Ejército de EEUU reciben al visitante en el patio exterior. El interior es una sucesión de fotografías de las grandes manifestaciones por la paz que se sucedieron durante el conflicto en Occidente. Fue esa presión inducida por los comunistas, la que forzó la retirada de las tropas de EEUU. No hay régimen democrático que pueda soportarla. La propaganda del Vietcong acabó por torcer el brazo a los norteamericanos que, confiados en su aparente superioridad económica y militar, no pudieron o no supieron explicar a sus ciudadanos qué se les había perdido en aquel lejano rincón de Asia para que tuvieran que pelear por ello recibiendo a cambio ataúdes llenos de cadáveres. Desde entonces, la gestión de la "información", que ya habían ensayado con notorios resultados Churchill o Goebbels durante la II Guerra Mundial, se convirtió en un arma estratégica. Hoy, es materia de estudio obligada para los grandes estadistas y las más prestigiosas escuelas de negocios, aunque la disfracen con otros títulos.

Ana Samboal

En toda relación establecida en términos de poder, las partes suelen poner a prueba sus límites. En una democracia consolidada, son la ley y la separación de poderes las que dibujan las líneas rojas que gobernantes y gobernados deben respetar en el ejercicio de sus derechos y atribuciones, ateniéndose no solo a la letra, sino también al espíritu de lo que significan y encarnan. Pero nada parece más lejos de la realidad en esta España en la que todo está en cuestión, en la que las minorías rompen las normas de convivencia con pasmosa impunidad a pesar del hartazgo creciente de la mayoría y en la que los consensos tácitos establecidos en la Transición entre los grandes partidos, pilares del sistema, han saltado por los aires. Zapatero inició la voladura, Rajoy dejó hacer y Sánchez ha decidido retomar el trabajo de su predecesor en Ferraz.