Firmas

2016 será otro año perdido

"Hay que elevar la presión sobre España para que haga las reformas pendientes antes de que llegue el verano, porque después la campaña electoral lo impregnará todo y ya no habrá manera de introducir los cambios que la economía necesita para elevar su potencial de crecimiento. Ahora que las cosas van bien, no se puede bajar la guardia". Este es el comentario que, en enero de 2015, me hacía un brillante economista europeo, con gran predicamento en las instituciones comunitarias y el BCE.

Recuerdo que le respondí, observando su cara de sorpresa y disgusto, que ya estábamos en campaña. Las administraciones, que habían más o menos contenido el gasto, a poco que vieron crecer los ingresos y con las urnas a la vuelta de la esquina, se lanzaron de nuevo a firmar cheques en blanco, cuando no a revertir las pocas reformas hechas en los meses más duros de la crisis. En la mente de los partidos ya no estaba el futuro del país, sino su examen ante los electores.

Pocas reformas se hicieron en 2015, por no decir ninguna. Y 2016 será lamentablemente otro año perdido. Cierto es que las cifras de crecimiento se mantienen, pero a poco que se observe el ritmo de la calle llama la atención la parálisis que domina el panorama. Las personas y empresas esperan a que el escenario político se despeje para tomar decisiones de gasto o inversión y los gobiernos adoptan políticas de mero trámite, coyunturales o electoralistas.

Tarde o temprano acabará por reflejarse en las estadísticas la inacción, y la ausencia de reformas de racionalización de la administración y flexibilización de mercados que hubieran reportado generosas oportunidades de crecimiento. Hay que apuntarlo en el Debe de cuatro señores que no quisieron llegar a un acuerdo, aunque saben que tendrán que firmarlo en julio, porque han preferido jugar en el casino a ver si el crupier les da mejores fichas de las que, en enero, les dejaron los Reyes Magos.

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