Firmas

Un fantasma recorre Europa

Tic-tac, suena el reloj marcando la cuenta atrás de una semana de vértigo. Cinco días le quedan a Pedro Sánchez para sacudirse como sea la cara de perdedor que le han dibujado sus adversarios, las encuestas y hasta él mismo. Se levanta con ella. Nadie apuesta en las urnas por el que tiene todas las papeletas para convertirse en farolillo rojo de la carrera por el nuevo bipartidismo. Ya no le quieren ni en su casa. Y no se molestan en disimularlo, lo sueltan a bocajarro a la mínima oportunidad.

En la danza que bailan desde hace meses Rajoy e Iglesias les sobran desde hace tiempo los del medio. Mal que le pese a Rivera. PP y Podemos se necesitan mutuamente para arañar cada voto útil, cada voto del miedo, en una contienda en la que una sola papeleta puede llegar a valer un escaño.

En ello están. Aunque el precio que paguen por cada una de ellas sea cada vez más caro: el país se divide entre izquierdas y derechas, entre mayores y jóvenes, se polariza irresponsablemente hasta extremos impensables. Y después de esta campaña (a menos que vayamos a por las terceras elecciones, que alguno no lo descarta) habrá que gobernar, será imprescindible buscar consensos. Tal vez un gran acuerdo constitucional que ponga al día las reglas del juego.

Pero da la impresión de que nadie ha caído en la cuenta. No somos la excepción de la Historia esta vez, esa es la "moda" que recorre Occidente. Ahí está Cameron. El premier ha sumido al Reino Unido en una gravísima crisis con el único fin de intentar salvar su propio pellejo.

En Bruselas retienen el aliento, se tientan la ropa. Y no es para menos porque esto es solo el principio del paseo del fantasma que, como en los años 30, recorre el Viejo Continente. La crisis se ha llevado por delante no sólo renta per capita, ha volatilizado también la socialdemocracia, la ha dejado sin respuestas. Cobran auge los populismos, los extremos.

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