Director de elEconomista

Si la Comunidad Valenciana y Murcia son las dos autonomías peor financiadas, ¿por qué Sánchez crea una financiación singular para Cataluña y pasa del resto?, ¿no es el Gobierno de todos los españoles? Las concesiones a los independentistas de Marta Rovira para investir a Salvador Illa son un movimiento a la desesperada para mantenerse en el poder. Una pataleta para alargar durante un tiempo, quizá un año, su estancia en La Moncloa.

Los que consideren que la legislatura está finiquitada se van a llevar un chasco. Ya pasó con la negociación de la amnistía y aquí seguimos. Sánchez es como un gato con siete vidas que siempre cae de pie. Y más en estos momentos, que necesita estar aforado para evitar la tentación del juez Peinado de imputarlo por presunto tráfico de influencias a cuenta de los tejemanejes empresariales de su esposa, Begoña Gómez.

Los economistas, una vez más, se equivocaron al pintar oscuros nubarrones sobre la marcha de nuestro país. Las previsiones no sólo no se cumplieron, sino que la realidad superó las expectativas. El PIB cerró el pasado ejercicio con un alza del 2,5%, frente al 0,5% de la UE, es decir cinco veces más. Ahí es nada.

Que el Gobierno tiene un interés desmedido por Conpymes, la patronal catalana de la pequeña y mediana empresa, tiene pocas dudas. Begoña Gómez, esposa de Pedro Sánchez, participó como directora de la cátedra para la Transición Social Competitiva con una ponencia en la inauguración oficial en la Casa Árabe de Madrid, junto a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz.

¿Qué pasaría si todos los empresarios de este país se ponen en huelga al igual que lo han hecho los agricultores? La posibilidad de celebrar un paro patronal ha estado rondando la cabeza de los máximos dirigentes empresariales durante las últimas semanas ante la situación de hartazgo en la que se encuentran.

El acuerdo para la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) marca un antes y un después en la legislatura. Por primera vez en cinco años, socialistas y populares se ponen de acuerdo en algo. ¿Se imaginan que lo hicieran para promover la industria o la vivienda, dos de los sectores que amenazan con cortocircuitar el crecimiento económico? Sería maravilloso.

El Gobierno se considera reforzado por el resultado de las últimas elecciones europeas y está dispuesto a poner en marcha las reformas que dejó en el cajón. Entre ellas está la culminación de la Ley de Amnistía, la financiación singular para Cataluña para atraer el apoyo de ERC a Illa y la reducción de la jornada laboral, entre otros asuntos, en el ámbito interno.

España es un país de tradición monárquica. Los grandes capítulos de nuestra historia, desde la reconquista al descubrimiento de América ó las gestas de los Tercios de Flandes se escribieron bajo la égida de reyes soberanos. Con la excepción del corto periodo de las dos repúblicas, de 1873-74 y de 1931 a 1939, seguido de la dictadura de Franco, que se prolongó hasta 1975, siempre hemos tenido una monarquía constitucional desde 1812. La Monarquía, por tanto, está muy arraigada.

La historia es una de las materias en el olvido. España fue un país de moros y cristianos. Las tropas de almorávides y almohades llegaron a Jaca, en el extremo norte de los Pirineos. Grandes ciudades como Valencia, Zaragoza o Sevilla estuvieron largos periodos gobernadas por emires. Las alianzas y rupturas entre los reyes cristianos y sus oponentes árabes sentaron las bases de las excelentes relaciones con el mundo árabe.

Pedro Sánchez ha caído en su propia trampa. Llegó a la presidencia gracias a una moción de censura contra el PP por corrupción, ha hecho de la lucha contra ésta una de las banderas de su mandato sin reparar en la expulsión de ministros bajo sospecha, como José Luis Ábalos pero, sin embargo, sale en defensa de su esposa, investigada por presunto tráfico de influencias y corrupción. ¿Por qué no aplica la vara de medir que utiliza para los demás a si mismo? Esta es una de las grandes contradicciones que a partir de ahora lo atrapará en la máquina del fango de Umberto Eco, de la que él culpa a los demás.