España es un país de tradición monárquica. Los grandes capítulos de nuestra historia, desde la reconquista al descubrimiento de América ó las gestas de los Tercios de Flandes se escribieron bajo la égida de reyes soberanos. Con la excepción del corto periodo de las dos repúblicas, de 1873-74 y de 1931 a 1939, seguido de la dictadura de Franco, que se prolongó hasta 1975, siempre hemos tenido una monarquía constitucional desde 1812. La Monarquía, por tanto, está muy arraigada.
El franquismo representó un desafío, porque el Caudillo se negó a ceder a Don Juan el derecho al trono de la Corona, pero preparó a su hijo, el rey Juan Carlos I, para continuar con la sucesión dinástica. El reinado de Don Juan Carlos reinstauró en nuestro país la monarquía parlamentaria, en la que el Rey reina pero no gobierna, aunque nombra el jefe del Ejecutivo.
Asimismo, es el máximo representante institucional como jefe del Estado ante los tres poderes legislativo, judicial y parlamentario. Los países con monarquías parlamentarias (Reino Unido, Dinamarca, Suecia…) cumplen con los estándares más excelentes de calidad democrática y de bienestar social.
Las excentricidades de Don Juan Carlos conocidas al final de su reinado, con respecto a sus relaciones personales y su fortuna, aceleraron la abdicación en su hijo en 2014 y, posteriormente, su exilio voluntario en Emiratos.
El Rey Felipe VI se estrenó con dos circunstancias novedosas: la reina consorte, doña Leticia, con la que contrajo matrimonio en mayo de 2004, procede del pueblo. Una decisión valiente que rompía las normas internas. Y en 2020 renunció a la herencia de su padre para separar su comportamiento del Rey emérito.
Desde el 19 de junio, fecha de su proclamación ante las Cortes Generales, el Rey Felipe VI ha hecho de la discreción, la transparencia y la honestidad las tres características que han marcado su Reinado. Hasta el punto de que hizo público voluntariamente su patrimonio y solicitó una auditoría de sus gastos para contribuir a la ejemplaridad de sus actos. El Tribunal de Cuentas verifica cada año que las cuentas expresan una imagen fiel del patrimonio, así como supervisa los gastos de su presupuesto.
La Casa del Rey señaló que con ello pretende "dar cumplimiento a su compromiso de renovar la Monarquía para un tiempo nuevo", a la par que "reforzar la confianza" de los ciudadanos en la Corona. En este sentido, su discurso tras los sucesos separatistas del 1-0 en Cataluña, en el calificó de "ilegal y contrario a la democracia el referéndum independentista" fue un garante de la unidad de España y de las libertadas y una prueba de su popularidad entre los españoles y de su relevancia institucional.
La contribución del Rey en términos de prestigio y de influencia de la nación española ante el resto del mundo aporta un valor incalculable para las empresas y la economía de nuestro país. Especialmente en Latinoamérica, donde conservamos unas relaciones privilegiadas, que debemos preservar a toda costa.