Opinión
El 24 de julio pasado el banco central de Turquía decidió mantener inalterados en el 17,75% los tipos de interés, pese a que los mercados esperaban un incremento de entre medio punto y un punto para contener la inflación, que supera el 15% interanual. Detrás estaba la mano del presidente turco Tayyp Erdogan, que desde su triunfo arrollador en los últimos comicios, extendió los tentáculos de su poder al gabinete de mando del Banco Central. La lira acogió la noticia ese día con un retroceso del 3%, que llevó su caída a alrededor del 20% anual. Este viernes, la devaluación alcanzó el 38%.