
La salida de Rajoy dejó boquiabierto a la mayoría de sus colaboradores más cercanos. Después de resistirse durante meses a marcharse, nadie esperaba que tirara la toalla. ¿Por qué no intentó pactar el apoyo a sus sucesores con Albert Rivera (Cs) ó Andoni Ortúzar (PNV), al igual que hizo con los Presupuestos? Despreciaba a Pedro Sánchez. Estaba convencido de que la moción fracasaría. No movió ni un dedo hasta el último minuto y cuando se dio cuenta estaba ya en un callejón sin salida.
En el último momento, intentó recabar el apoyo de Rivera, pero era demasiado tarde. Los de Ciudadanos solo querían oír hablar de adelanto de las elecciones, como confirmó Inés Arrimadas en el Ágora de elEconomista celebrada esta semana. La dimisión anticipada de Rajoy no hubiera servido más que para po-ner en ridículo a Soraya Sáenz de Santamaría o Ana Pastor, las dos personas que soñaban con protagonizar una nueva investidura. Sin el apoyo de Cs era una misión imposible.
Cuando comprendió que no tenía salida, Rajoy se hizo el haraquiri. Se quedará un tiempo para ordenar la sucesión, algo que es imposible. El presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, parte como favorito, porque es el único que ganó tres elecciones sucesivas y tiene experiencia de Gobierno en Madrid. Pero aún no está decidido. Muchos le afean la foto con el narco gallego, que puede resucitar como las cremas robadas de Cifuentes. Se barrunta una alianza con María Dolores de Cospedal para derrotar a Sáenz de Santamaría. El primer escenario será la batalla por la Alcaldía de Madrid, a la que ambas aspiran.
Rivera también se equivocó de plano. Al romper el pacto de investidura y no avenirse a pactar sin elecciones inmediatas, puso en marcha la maquinaria inquisidora que llevó a Sánchez a La Moncloa. A partir de ahora, corre el riesgo de que el bipartidismo resucite y Cs quede emparedado.
¿Cómo es posible que solo el líder del PSOE anticipara la jugada? La suerte hizo que los astros se configuraran a su favor. En principio, solo pretendía recuperar el papel de jefe de la oposición, que le había arrebatado en los sondeos Ciudadanos. Fue el paso dado por los nacionalistas catalanes lo que arrastró al resto de decisiones.
Pero tampoco hay que quitarle méritos. Sánchez sabe rodearse de colaboradores eficientes. Su nuevo jefe de Gabinete, Iván Redondo, fue quien le aconsejó que echara el órdago, aún a riesgo de perder. El ministró de Fomento, Jose Luis Ábalos, le desbrozó el camino con los nacionalistas vascos y catalanes. Y, por último, el exjefe de Gabinete de Zapatero, José Enrique Serrano, le asesoró en la elección de los ministros.
También hay que reconocer que supo salir airoso después de que Jordi Sevilla y Joaquín Almunia le dieran calabazas para las carteras de Hacienda y de Economía. Recurrió a María Jesús Montero, de máxima confianza de Susana Díaz, para que asumiera el marrón de Hacienda y se sacó un as de la manga: la directora general de Presupuesto de la UE, Nadia Calviño, para Economía.
¿Como logró que Calviño renuncie a un sueldo varias veces superior para un puesto que tiene los días contados? Porque había llegado al cenit de su carrera como técnico. Solo un cargo político puede abrirle las puertas de una comisaría o de otro cargo relevante en Europa, como hizo Luis de Guindos.
Con el fichaje de Calviño da una señal de estabilidad y de apoyo al euro en un momento convulso, como remarcó ayer en el vicepresidente de la Comisión, Valdis Dombrovskis. España se desmarca así de Italia y envía un mensaje muy positivo, tanto a Europa como a los mercados financieros. Hasta aquí la política de gestos, ahora falta gobernar. La UE cifró en 7.000 millones de euros el ajuste necesario para cumplir con el déficit este año. Elevar el número de ministerios de 13 a 17 no es un ejemplo de austeridad.
Uno de los problemas del presidente socialista es que no controla su partido en buena parte del territorio nacional. Para limitar el poder de algunos barones colocó a ministros y ministras de su confianza en las grandes autonomías. El titular de Agricultura, Luis Planas, fue el gran rival de Díaz en las primarias andaluzas, o la de Sanidad, Carmen Montón es conocida por su enemistad con el presidente valenciano Ximo Puig, Tampoco la ministra de Empleo, exdiputada en Castilla- La Manchas, tiene buenas relaciones con Emiliano García-Paje. Parece que está colocando a sus peones para preparar el asalto a las fortalezas autonómicas rebeldes.
Sánchez aplicó la política de divide y vencerás. Igual que se negó a crear un superministerio para Margarita Robles, eludió aglutinar el poder económico en una vicepresidencia. La única existente, la de Carmen Calvo, lleva el sobrenombre de Igualdad.
Los mayores problemas de Sánchez pueden provenir de Cataluña. Sus barones observan con terror cualquier gesto a los independentistas, porque será utilizado en su contra en el resto de España en las elecciones autonómicas y municipales del próximo año.
Con la excepción de nombramientos pintorescos, como el de Máxim Huerta en Cultura, es un Gabinete de personas experimentadas y con buena reputación. ¿Quien dijo que venía para quedarse solo unos meses? Con una economía creciendo cerca del 3 por ciento por inercia, su gran lucha será contra el reloj para alargar su permanencia en Moncloa. Habrá que estar vigilantes para ver cuánto nos cuesta la política de gestos sociales, en la que quiere centrar su legislatura.
PD.-En el plano global, las miradas estarán puestas este fin de semana en la cumbre del G-7 que se celebrará en Quebec. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, la cooperación entre países occidentales se quebrará por culpa de las políticas proteccionistas de Donald Trump. La UE da por rotas las negociaciones y se prepara para sufrir las consecuencias. Su plan consiste en contrarrestar el contratiempo con la apertura de tratados con el resto de socios. En los últimos tiempos, se firmó el acuerdo de libre comercio con Japón, con Canadá y con México. En las próximas semanas, quiere cerrar el compromiso con Mercosur, que incorporaría a Argentina y Brasil. Aún así, el golpe para Europa es ineludible.