Sánchez accedió al Palacio de La Moncloa por una carambola, Aznar y Zapatero fueron presidentes con baraka y Rajoy se alzó frente a Rodrigo Rato contra todo pronóstico. Todos los presidentes tuvieron su momento de gloria...y de desdicha. El techo de gasto es como la bola negra del nuevo inquilino de Moncloa. De él depende que pueda seguir con la partida.
Si llegó gracias al apoyo de Puigdemont, ahora puede marcharse por su culpa. El cambio de la coordinadora general del PDeCat, Marta Pascal, y probablemente del portavoz en el Congreso de los Diputados, Carles Campuzano, representantes de la facción pactista y moderada, cambia el mapa de la negociación presupuestaria.
Sánchez está obligado a realizar concesiones a los independentistas si quiere sacar adelante las cuentas del próximo año, después de la abstención de este viernes. La presidenta andaluza ya le advirtió en su reciente cita de que cualquier cesión a Cataluña sería mal vista en Andalucía , donde Susana Díaz se juega su futuro y el del PSOE en unas elecciones, que se barruntan para otoño. Fernández-Vara (Extremadura), García-Page (Castilla-La Mancha), Lambán (Aragón) o Javier Fernández (Asturias) miran también con el rabillo del ojo.
El presidente está acorralado. Si el techo de gasto pasa el Congreso, luego queda el Senado, donde el nuevo líder del PP, Pablo Casado, ha dado orden de que "no pasarán" en lugar de abstenerse, como había anunciado la anterior Ejecutiva.
El PP no puede apoyar un aumento del gasto en 12.000 millones. Y menos con el ex secretario de Estado de Presupuestos, Alberto Nadal, al frente del equipo económico de Génova. Nadal está convencido de que se podía cumplir el déficit del 2,2 por ciento prometido por el anterior Ejecutivo, incluso con la subida de las pensiones comprometida por Rajoy. Se llevó las manos a la cabeza cuando conoció la ampliación del objetivo déficit para este año hasta el 2,7 por ciento, pese a la cuantiosa subida de los impuestos.
Sin techo de gasto, la única salida para seguir en el poder es volver a la senda de déficit acordada por sus antecesores con Bruselas para el año que viene, que fue el 1,3 por ciento del PIB en lugar del 1,8. Eso obligaría al Gobierno a acometer un ajuste fiscal de 1,4 puntos, unos 16.000 millones.
La reacción desairada de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, fue impresentable. Amenazó con subir en mil millones adicionales los impuestos. En realidad, debería ser en 5.000 millones más, pero debió de pensar que mejor callarse, ya que no tendrá respaldo parlamentario para aprobarlos.
Que tenga cuidado Montero. El consejero delegado del Santander, José Antonio Álvarez, advirtió esta semana de que la entidad podría plantearse mover algunas estructuras fuera si aplica el impuesto a la banca. Un enfado compartido por todo la banca, uno de los sectores más competitivos y que mantiene más empleo de la economía española.
Sin apoyos en el Congreso, la única posibilidad que le queda para cuadrar los Presupuestos es la de hinchar los ingresos artificialmente. Los incumplimientos no se conocerían hasta 2020, ya con un nuevo Gobierno ó con el actual revalidado por las urnas. Sea como fuere, Sánchez tiene un vía crucis por delante.
La mayor prueba de que ya está pensando en adelantar las elecciones es que el último Consejo de Ministros aprobó una convocatoria de 30.800 empleos públicos y extender a todos la atención sanitaria. Pese a que sin Presupuesto ni techo de gasto, el ajuste exigido es mucho mayor, como hemos visto.
En realidad, los comicios pueden celebrarse en cualquier momento de aquí a otoño de 2019. Un año como mucho es el tiempo que cuenta Casado para prepararse para las urnas.
El líder del PP optó por un cambio radical en las primeras filas, después del desafío de Soraya Sáenz de Santamaría y de su lugarteniente, Javier Arenas, de exigir el 40 por ciento de los puestos de la Ejecutiva. El ex ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, está próximo a la jubilación y el de Energía, Álvaro Nadal, duda entre irse como técnico comercial a Tokio o aceptar un puesto de asesor en la empresa privada. Ese parece que será también el destino de María Dolores de Cospedal y de la ex ministra de Empleo, Fátima Báñez. Ambas rechazaron el ofrecimiento de Casado. La segunda por lealtad a Santamaría, que finalmente quedó relevada de cualquier cargo.
Báñez es considerada prácticamente la única sorayista que mantuvo buenas relaciones en todo momento. La ventaja de los ex ministros es que son todos abogados o técnicos comerciales del Estado y tienen la posibilidad de volver a sus antiguos destinos.
PD.-En el frente internacional, lo más destacables es la claudicación de Trump frente al presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker. Trump dio un giro copernicano y accedió a alcanzar un pacto de libre comercio con Europa después de instar a la première británica, Theresa May, a que rompiera con Bruselas. Detrás está la protesta de los senadores y congresistas republicanos, que se quejan de que la subida de las materias primas merma competitividad.
El disgusto crece, sobre todo, entre los productores de soja y maíz de los estados del medio Oeste, que ven con preocupación como los precios se desploman en torno al 20 por ciento, después de que China pusiera potentes aranceles a la importación. Curiosamente, Juncker se comprometió a comprar más productos agrícolas, aunque la Comisión no tiene competencia en materia agrícola.
Trump empieza a sentir la presión por el fracaso de sus políticas comerciales ante la proximidad de las elecciones de media legislatura. El vaquero americano se la juega igual que Sánchez. ¡Cuidado con la bola negra!