Director de elEconomista
La opinión del director de elEconomista

El próximo desafío de la economía española será el referéndum del 1 de octubre en Cataluña. El expresidente de la Generalitat, Artur Mas, era un directivo prudente que se puso al frente de un partido pujante, la antigua Convergencia i Unió (CiU), al que destruyó en un tiempo récord.

Amador G. Ayora

El Gobierno comienza a pagar el peaje de su pacto con Ciudadanos. Hace unas semanas, el presidente Rajoy anunciaba una rebajas de impuestos, una vez que España haya salido del procedimiento de déficit excesivo. Rivera reaccionó de inmediato. No iba a permitir al PP apuntarse el tanto de la rebaja fiscal. Al fin y al cabo, si Rajoy logra salvar la legislatura es gracias a la formación naranja.

Opinión | Amador G. Ayora

E l presidente del BCE, Mario Draghi, puso esta semana fin a la calma reinante en los mercados durante los últimos meses al señalar, en la conferencia de banqueros centrales celebrada en Sintra (Portugal), que "acompañará la recuperación ajustando sus políticas". Sus palabras fueron interpretadas como que la retirada de los estímulos se producirá más pronto que tarde. Algunos analistas apuntan incluso a la vuelta del verano.

Opinión | Amador G. Ayora

La caída del Popular dejó a cientos de miles de accionistas y bonistas sin un euro de lo invertido en la entidad de la noche a la mañana. La causa que las autoridades aducen es que el banco tenía un valor negativo y se quedó sin liquidez para atender la demanda de dinero de sus clientes. Sin embargo, dos semanas después, seguimos sin conocer la valoración negativa (entre 2.000 millones y 8.200 millones) realizada por Deloitte, que fue concluyente para su liquidación.

Opinión | Amador G. Ayora

La caída del Popular y la volatilidad que sacudió a Liberbank en los días siguientes plantea una pregunta inquietante. Después de gastarnos más de 60.000 millones en rescatar y sanear las antiguas cajas , ¿seguimos teniendo un sistema financiero muy frágil? La respuesta es que no. Los bancos españoles están sanos, con la excepción del Popular, que era como la manzana podrida. Lo que hizo la UE con su intervención fue suprimirlo de un plumazo para que no contagiara al resto.

Opinión | Amador G. Ayora

Si usted era accionista del Popular y, además, lector de elEconomista, seguramente en estos momentos dormirá tranquilo. Desde el sábado pasado, en el que adelantamos en este artículo, y en la edición en papel y en la digital, que el Santander era ya el único banco en que confiaba el Gobierno para quedarse con el Popular, advertimos que solo le quedaban unos días de vida. Las opciones eran una adquisición exprés o un rápida intervención. El triste final fue una combinación de ambas, que salvó el patrimonio de los depositantes, pero no el de sus accionistas y bonistas.

Opinión | Amador G. Ayora

Dicen que a perro flaco, todo se vuelven pulgas. El miércoles, una noticia de Reuters sobre la posible intervención del Banco Popular por parte del BCE tiró la acción casi el 7 por ciento; el jueves otro infundio sobre el Fondo Monetario la mandó a los infiernos, con una caída del 18 por ciento y el viernes se desplomó otro porcentaje similar, después de conocerse por elEconomista que el Santander es la única opción de salvar entidad. Los 1,2 euros por acción, equivalentes a unos 5.000 millones, que Francisco González ofreció al expresidente de la entidad, Ángel Ron, a finales del año pasado, se antojan inalcanzables.

Amador G. Ayora | Director de 'elEconomista'

La llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos puede suponer un revulsivo para mejorar las relaciones comerciales entre España y Latinoamérica. España es tradicionalmente el segundo inversor en la zona por detrás de Estados Unidos y si éste se retrae, podría aprovechar para convertirse en el primero. Las empresas españolas tienen la lección bien aprendida y saben aguantar y fortalecerse en tiempos difíciles.

Opinión | Amador G. Ayora

Cuando en 2012, en plena crisis económica, Portugal puso peajes en todas sus autopistas públicas, los ojos de millones de ciudadanos se volvieron hacia el Gobierno español. ¿Seguiría España los pasos de su vecino luso? Los dos países tenían una acuciante necesidad de reducir su déficit y su única opción era subir los impuestos a costa de estrangular el crecimiento.