Opinión

Draghi echa una mano a Merkel

E l presidente del BCE, Mario Draghi, puso esta semana fin a la calma reinante en los mercados durante los últimos meses al señalar, en la conferencia de banqueros centrales celebrada en Sintra (Portugal), que "acompañará la recuperación ajustando sus políticas". Sus palabras fueron interpretadas como que la retirada de los estímulos se producirá más pronto que tarde. Algunos analistas apuntan incluso a la vuelta del verano.

En contraste, el presidente americano, Donald Trump, comienza a decepcionar. Ninguna de sus promesas electorales de calado se convierte en realidad. La reforma fiscal, que contenía una potente rebaja de impuestos, se retrasará hasta el próximo año, mientras que el incremento del gasto público en defensa y, sobre todo, en infraestructuras no termina de llegar.

Con este panorama, la reacción del mercado no se hizo esperar. El dólar se debilitó en su cruce con el euro, y con otras divisas, y las bolsas acusan el golpe, ya que en el futuro perderán atractivo frente a la renta fija.

La primera conclusión del discurso de Draghi es que el precio del dinero se encarecerá en los próximos meses, debido a que el BCE dejará de comprar bonos estatales, para apoyar la financiación de los países miembros del euro. Es decir, retirará las muletas que prestó a los Tesoros para permitir que sus economías comenzaran a andar.

¿Está Europa preparada para volver a caminar por sí sola? Si echamos un vistazo a Grecia ó Italia, con crecimientos raquíticos e insuficientes para financiar el coste de su abultada deuda, o a España, donde la consecución del objetivo de déficit del 3 por ciento está en el alero, parece obvio que aún no.

Draghi intenta echar una mano a Angela Merkel, que el 24 de septiembre próximo tiene una cita con las urnas. La oposición germana a la inyección masivas de dinero (los denominados QEs) para sostener las economías problemáticas del Sur desencadenó la crisis del euro.

Draghi se enfrentó a las autoridades alemanas y al mismísimo Bundesbank cuando en julio de 2012 pronunció aquella histórica declaración de "haré todo lo necesario para salvar el euro (...) Y créanme que será suficiente".

Pero su empeño hubiera sido en vano sin el apoyo de la canciller Merkel, quien tapó la boca a su ministro de Finanzas, Wolfgang Schäuble, que hasta el año pasado siguió atacando al BCE por su política de tipos cero.

El fantasma de la hiperinflación recorre Alemania desde la República de Weimar, nombre que se utiliza para el período de entreguerras.

Tras el término de la Primera Guerra Mundial, en noviembre de 1918, las potencias vencedoras, como Francia y Gran Bretaña, impusieron a la derrotada Alemania el pago de reparaciones por la destrucción causada durante el conflicto, lo que incrementó en más de un 1.000 por ciento el coste de la vida, al verse obligada a emitir papel moneda sin el correspondiente respaldo en oro.

La hiperinflación empobreció al país y alimentó el auge del nacional-socialismo. Afortunadamente, nada de eso ocurrió ahora, gracias a que la caída del petróleo por debajo de los 30 euros por barril contrarrestó en gran parte el efecto del dinero barato.

Pero en Alemania y en los países del norte de Europa aún existe la sensación de que ellos están pagando la fiesta y el despilfarro del Sur. Los jubilados alemanes culpan a Draghi del escaso interés que perciben por sus ahorros. Su declaración de esta semana en Sintra, aunque fue matizada por uno de sus portavoces, representa un gran alivio para el electorado conservador alemán, una gran reserva de ahorradores que es también el sustento de Merkel.

Los alemanes, además, acaban de condescender con el rescate de la banca italiana, a la que el BCE aplicó una excepción en el cumplimiento de sus reglas. El Estado italiano, pese a mantener una deuda superior al 130 por ciento del PIB, fue autorizado a desembolsar hasta 17.000 millones para salvar al Popolare de Vicenza y Veneto Banca sin dañar a sus tenedores de bonos, como ocurrió en España con el Popular, donde seguimos sin conocer el informe que motivó su intervención. Europa continúa aplicando la ley del embudo. Utiliza un extremo u otro, dependiendo del país o de su importancia estratégica.

PD.-En España, la salida exitosa a bolsa de Unicaja tras ajustar el precio al rango bajo, devuelve la tranquilidad al mercado. Mientras, el ministro de Hacienda, Cristobal Montoro, se topa con más dificultades de las esperadas para aprobar el techo de gasto y los Presupuestos de 2018. Primero tendrá que ganarse el apoyo de Ciudadanos y luego del PNV y de los demás. Los acuerdos tienen un precio. En Ciudadanos, la rebaja del IRPF costará 2.000 millones y el PNV solicitará una mayor autonomía para gestionar la recaudación de impuestos. En el PP confiaban en que fuera un paseo militar, pero no es así.

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