Escribiendo cosas económicas desde 2018, pero ya he pillado unas cuantas crisis. Di mis primeros pasos en Europa Press y luego en El Confidencial. Ahora sigo el rumbo del dinero y los mercados en El Economista.

Entrar a trabajar el lunes y empezar el fin de semana el viernes tras trabajar 8 horas cada uno de los días. Esta rutina marca el día a día de la practica totalidad de los países de Occidente donde no se concibe una opción alternativa. Durante los últimos años han surgido cada vez más voces que insisten en la necesidad de cambiar este paradigma. En España, Yolanda Díaz, la vicepresidenta de Trabajo y Economía Social, es una de sus grandes valedoras, y esta ha confirmado que buscará avanzar hasta este cambio a través reducciones de la jornada laboral. Para enero de 2026 esta se reducirá a 37,5 horas a la semana. Sin embargo, hay un país en Europa donde sin ninguna negociación colectiva ni una legislación que lo busque abiertamente, han logrado este objetivo e incluso más.

Donald Trump ha desatado un hito histórico para EEUU: por primer vez en 50 años la migración neta es negativa. Es decir, se van más personas del país de las que entran. Esto es algo que se ha logrado el mes de junio y que han anunciado diversas instituciones… a los que ha dado crédito la propia Casa Blanca en un comunicado. En el escrito, a falta de números concretos sobre cual es la cifra exacta, consideran que esto es una prueba de que "Trump está cumpliendo su promesa de poner fin a la invasión migratoria y deportar a los inmigrantes ilegales criminales de nuestras comunidades". Este 'hito' demográfico trae una distorsión en la gran preocupación de la Fed, el mercado laboral. A pesar de que pueda enfriarse la tasa de paro se quedará congelada o con movimientos mínimos ante la realidad de que cada vez habrá menos trabajadores inmigrantes, que eran los que habían liderado las contrataciones. Sin embargo, a cambio de eso los expertos anticipan un golpe directo en el PIB, un repunte inflacionario y una mayor debilidad de las empresas que, a medio y largo plazo, destruirá puestos de trabajo.

Una 'alerta amarilla' estaba encendida en Wall Street. Con signos de cansancio en la economía de EEUU y la siempre presente incertidumbre comercial, la temporada de resultados de Wall Street emergió como un termómetro económico como nunca. Si bien una vez tras otra los datos de las empresas aguantaban con fortaleza los reveses macro. De hecho, son precisamente los buenos resultados de las empresas y la resistencia del consumidor las antorchas que han guiado el buen desempeño de la economía estadounidense y el mercado laboral en círculo virtuoso. A pesar de que los datos de consumo empiezan a mostrar flaqueza, con las familias dudando ante un futuro incierto y el mercado laboral ha mostrado un frenazo, los resultados por el momento siguen totalmente on fire, algo inesperado que ha llevado a multitud de firmas de análisis a reevaluar de forma muy agresiva sus previsiones de Wall Street.

El gran problema que tenía en la agenda la Fed podría, al menos parcialmente, solucionarse por sí mismo. La Reserva Federal ha paralizado sus recortes de tipos a la espera de conocer el impacto en los precios que supondrán los aranceles de Donald Trump y otras medidas económicas. Si bien han corrido ríos de tinta sobre este asunto, midiendo exactamente cuánto sumarían al IPC los gravámenes, la realidad es que, con unos aranceles ya fijados, el banco central se encuentra con una realidad extraña: muy poco de lo anunciado está llegando a la práctica.

En el acuerdo que han formalizado la UE y EEUU hay una declaración de intenciones sobre unos de los peligros que instituciones como la OCDE lleva tiempo advirtiendo pero que están pasando bajo el radar de la guerra comercial. Ambas partes reconocen que hay un serio problema ante una lluvia de acero que viene del este que ya se extiende durante años. Este acero está devastando las industrias siderúrgicas globales y poniendo en peligro los ejércitos de ambos países. El motivo es que si bien la mayoría del acero se produce para la siderurgia, consideran que es necesario tener un industria en buen estado porque las armas más avanzadas requieren de un acero de alta calidad que solo un grupo de empresas muy pequeña producen a ese nivel para poder garantizar el suministro del rearme. Sin embargo estas firmas se encuentran en una situación límite.

Este jueves la UE ha ratificado su acuerdo con EEUU, un pacto comercial que estuvo cargado de polémica, especialmente por la compra de 680.000 millones de euros de GNL norteamericano. Cuando se anunció el acuerdo quedaron claros los problemas que este compromiso generaba para la UE, atándose al suministro del otro lado del Atlántico como el gran pilar para quebrar la todavía presente influencia rusa. Con cerca ya del 45% del suministro de GNL y el 27% de todo el gas (incluyendo por gasoducto), comprar tanto anticipadamente a EEUU vuelve a generar un gran y dominante suministrador energético (cuando, además, la UE busca reducir su dependencia del gas). Sin embargo, ya con el acuerdo ratificado y los últimos flecos cerrados, están surgiendo voces críticas donde menos se esperarían: en la industria gasista de EEUU.

Este año ha estado marcado por un fenómeno cambiario que se ha llevado todos los focos: la caída del dólar contra todo pronóstico y el ascenso del euro como refugio alternativo. El billete verde, que todo el mundo daba por hecho que se vería reforzado por los aranceles de Trump, se encontró con que las políticas del republicano sembraron una ola de desconfianza en el excepcionalismo estadounidense. La incertidumbre que se posó sobre el territorio norteamericano llevó a que los inversores buscasen masivamente reubicar sus activos en otros lugares denominados en divisas alternativas para diversificar sus carteras, y Europa se convirtió en un auténtico faro. En consecuencia, el euro ha vivido un potente despertar que llegó incluso a preocupar al BCE, que temía que pudiera generar efectos deflacionarios. Tras el acuerdo comercial, el dólar recuperó el impulso perdido y parecía que era el fin de la historia. Pero ese oasis se ha desintegrado, el euro ya roza la zona de máximos del año otra vez y los mercados esperan que se siga revalorizando.

Los aranceles y la fractura de la confianza en la economía de EEUU han traído un resultado extraño: Grecia (entre otras) se ha convertido en una de las mejores bolsas del mundo. El país que fuera el mayor exponente de la crisis del euro vive un momento realmente dulce. La cuna de Occidente y de la Democracia está viendo como su principal índice se dispara un 43%. Detrás de este movimiento está un factor clave, el dinero de los inversores que llovía a espuertas sobre Wall Street, está buscando lugares alternativos entre los mercados emergentes. Lugares con potencial de rendimiento… pero con un entorno seguro como la UE. En ese sentido, las bolsas del este de Europa se están siguiendo ascensos similares pero la península helénica es la que más está capitalizando todo este movimiento por una serie de motivos. De hecho, quitando microestados y bolsas fuertemente afectadas por la inflación, Grecia ha logrado ser la bolsa que más se revaloriza en 2025 de todo el planeta.

Desde que Nvidia empezó con sus subidas frenéticas allá por 2023 la comparación con la gran burbuja de las puntocom siempre ha estado sobre la mesa. La enorme euforia que ha generado la inteligencia artificial, con las grandes tecnológicas avanzando a ritmos frenéticos y cualquier empresa relacionada con la IA siguiendo su estela, la duda respecto a cuánto podría durar este impulso y si habría una gran corrección estuvo siempre presente. Tras las últimas dos semanas, si bien no se ve un colapso, varios analistas están señalando que se acumulan coincidencias con las fases finales de aquel momento de frenesí que mostraría que los mercados entrarían en una etapa totalmente nueva.

El cobre, el metal clave en la industria y que suele ir alineado con la economía mundial por ello, estaba en llamas con Trump. Una escasez estructural y un suministro estrecho chocó con la cruda realidad de unos aranceles que desbarataron el equilibrio que se había formado. Sin embargo, el republicano cuando finalmente anunció los aranceles al cobre, estos fueron muy laxos, solo aplicándose un 50% a los productos semiacabados, pero no al mineral importado. La noticia provocó una situación que parecía paradójica superficialmente, los precios del cobre se hundieron hasta un 22% en un solo día en el que se anunciaban los aranceles y el mercado se preparaba para una espiral bajista más tranquila. Sin embargo, una gran piedra se ha puesto en el camino del mercado, una mina en Chile vive días oscuros y, por sí sola, está atrapando, probablemente durante mucho tiempo, ese destino bajista del metal rojizo.