
Unos países tienen petróleo, otros fabrican semiconductores (chips)... y España produce turismo a gran escala. El clima, la cultura, la belleza, una biodiversidad sin parangón en Europa han dado a España una ventaja comparativa que está sabiendo aprovechar cada vez mejor. El turismo se ha convertido en una suerte de 'mina de oro' para la economía de España hasta llegar a representar casi el 12% del PIB, una cantidad extremadamente elevada para un país de la envergadura de España y que en el corto plazo puede seguir aumentando, dadas las buenas previsiones de llegadas de turistas (pero short term gain, long term pain). Pues esa mina corre peligro. Una de las ventajas comparativas señalada anteriormente está desapareciendo rápidamente (más rápido de lo previsto). No solo está desapareciendo, sino que se está 'teletransportando' a otros países competidores. El cambio climático podría arrebatar a España la ventaja climática (valga la redundancia) para entregársela a los países del norte de Europa.
El turismo se ha convertido en el pilar fundamental de la economía española. Unos pocos datos revelan su importancia. Sin turismo, España registraría un déficit por cuenta corriente que habría seguido endeudando a la economía con el resto del mundo (déficit exterior). Sin embargo, gracias a este sector, la economía se encuentra hoy en una posición mucho menos vulnerable. Los últimos datos publicados por el Banco de España sobre la balanza de pagos revelan que el superávit en la balanza turística y viajes alcanzó el 4,3% del PIB, casi 70.000 millones de euros anuales de superávit. El turismo entra en la balanza por cuenta corriente como una exportación (el dinero que gasta un alemán al comprar una cerveza en Benidorm se contabiliza como una exportación), lo que permite enjugar el déficit que presenta España en la balanza de mercancías.
Este sector ha ido ganando relevancia en la economía nacional hasta suponer el 12% del PIB. Esta mayor importancia se debe a la creciente llegada de turistas, pero también al mayor gasto que hace cada uno de ellos, que alcanza ya los 209 euros por día, duplicando las cifras de hace 10 años. Esto es muy relevante para la economía por una simple cuestión: mientras que el mercado de bienes o la tecnología presenta hoy una demanda que puede parecer más elástica, el turismo y otros servicios parecen gozar de una demanda más rígida (casi nadie está dispuesto a renunciar a sus vacaciones), lo que ha permitido que el sector del turismo en España suba precios de forma intensiva sin perder clientes. El turismo es rentable y en el norte de Europa lo saben, por eso no dudarán en aprovechar el cambio climático para ir ganando parte de este jugoso mercado.
David Oxley, economista de Capital Economics, explica que "paradójicamente, los cambios en los patrones turísticos provocados por el clima podrían suavizar los picos (de llegadas de turistas) estacionales observados en los destinos de verano, mientras que algunos países, especialmente en el norte de Europa, se convertirán en lugares más atractivos para visitar. Sin embargo, existe una cruel ironía: algunos de los países que más dependen del turismo también se encuentran entre los más expuestos a posibles cambios en los flujos turísticos relacionados con el clima", asegura este experto. Todo hace indicar que el norte de Europa (los fiordos noruegos, por ejemplo) ganarán, mientras que el sur y sus playas perderán.
Este experto cree que el cambio climático no va a afectar al turismo de forma agregada; sin embargo, sí que puede haber ganadores y perdedores en esta transformación del turismo. "La velocidad con la que la actividad turística se recuperó tras la pandemia ilustra un profundo deseo de viajar al extranjero, y es probable que el número de turistas siga creciendo a medida que aumentan los ingresos disponibles. Dicho esto, incluso si los efectos del cambio climático no interrumpen la tendencia ascendente a largo plazo de la actividad turística mundial, es probable que afecten al patrón de los flujos turísticos".
Este experto cree que una opción prevé que "los turistas también podrían buscar destinos alternativos entre los países a medida que cambian las condiciones climáticas. Los países que ofrecen una amplia gama de destinos de invierno, verano y ciudad, como Francia y Estados Unidos, probablemente esté más aislados al impacto. Sin embargo, los países que ofrecen una gama de destinos menos diversa son más vulnerables". Esta es una clara advertencia para los países que dependen sobremanera del turismo de sol y playa.
El sufrimiento de la costa en el sur de Europa
Un buen estudio de los posibles resultados se puede encontrar en el informe The Impact of Climate Change on Tourism Demand in Spain, elaborado por J.M. Barrutiabengoa, G. Carta, N. González, D. Pérez, P. Más y G. Yücel, alerta sobre las graves consecuencias del cambio climático en uno de los sectores más importantes de la economía española: el turismo. Según los autores, "el confort climático es un motor clave de la demanda turística", y su alteración podría afectar de forma desigual a las provincias españolas. El estudio analiza el impacto histórico (2002-2023) y proyectado hasta 2100 bajo tres escenarios climáticos, y estima que una variación del 1% en el índice de confort climático puede suponer un cambio del 0,5% en las pernoctaciones en destinos costeros mediterráneos e insulares. La elasticidad es menor en zonas urbanas, lo que muestra la vulnerabilidad particular de los destinos de sol y playa.
De este modo, las zonas costeras serán las grandes perjudicadas, actualmente uno de los pilares del éxito español. "El aumento de temperaturas podría perjudicar especialmente a las zonas costeras del Mediterráneo, sobre todo en los escenarios más extremos de calentamiento global, si bien este impacto se podría ver parcialmente compensado por una mejora de la demanda turística en el norte de España".
Los efectos del calentamiento serán especialmente severos en las zonas costeras del sur y el este de España. En el escenario más extremo, que contempla un aumento de temperatura de 4,8?°C respecto a los niveles preindustriales, la demanda turística nacional caería un 7?% hacia 2100. La región más perjudicada sería Baleares, que podría registrar un descenso del 60% en verano, con una pérdida neta anual del 27%. En contraste, zonas como Asturias experimentarían un incremento de hasta el 7%, evidenciando un "traslado de la demanda hacia el norte" por el excesivo calor en destinos tradicionales durante los meses estivales.
Desde Caixabank sostienen que ese golpe a la zona costera ya se está produciendo, aunque está totalmente oculto en una ola de demanda masiva pospandémica que ha llevado el turismo a máximos históricos. "El cambio climático representa un desafío enorme para el turismo" comenta David Cesar Heymann, analista de la firma. Según los cálculos del banco español, "los datos armonizados de pagos con tarjeta muestras que las zonas más cálidas están teniendo el crecimiento más lento del gasto, un patrón que también opera de esta manera durante las temporadas de olas de calor".
Esta relación de más calor, menos turismo, es algo en lo que hay cierto consenso. "Las proyecciones del JRC para España son particularmente severas para la temporada alta. Para el conjunto del año, en los escenarios de una subida de temperaturas de tres y cuatro grados centígrados observaríamos una caída de la demanda turística del 1,6% y del 3,1%, respectivamente".
Incidiendo en los datos, para un mismo municipio, cada grado de desviación de la temperatura diaria media en julio y agosto de 2022 y 2023 respecto a la temperatura diaria media histórica está asociado con una bajada del 0,27%. En ese sentido, la entidad españoles indica que "es crucial que se invierta en infraestructura y estrategias de adaptación para asegurar la comodidad de los turistas". Si se logra se podría capturar incluso un impacto positivo, pero la realidad es que esto es muy complicado.
Según indica del Doctor Álvaro Moreno, profesor de la Universidad de Maastricht, en un informe publicado por el ministerio de Turismo explicaba que "dependiendo de los escenarios y la magnitud de los cambios en temperaturas y precipitaciones, algunos destinos turísticos resultarán beneficiados por las nuevas condiciones, ganando, por tanto, en competitividad, mientras que otros serán menos atractivos en ciertos meses o estaciones". Señala en ese sentido que los lugares que suelen recibir más visitantes en otoño o primavera vivirán "mejoras modestas".
Sin embargo, "en verano dependerá del lugar". Las amplias regiones del interior peninsular "podrían experimentar descensos importantes en su idoneidad climática, principalmente por las altas temperaturas". Aunque en general el clima será de un golpe importante. ""La sensibilidad del turismo al clima es muy elevada en España, ya que sus buenas condiciones climatológicas, sobre todo en el litoral mediterráneo, suponen un factor de influencia decisivo sobre las zonas geográficas de atracción, los calendarios de actividad... y las condiciones de disfrute y bienestar de los turistas", comentan . "Las condiciones climáticas de las regiones mediterráneas para la práctica de actividades turísticas al aire libre se podrían deteriorar principalmente a partir de 2050 en verano".
Aunque el efecto más inmediato es el golpe al turismo de sol y playa, el doctor Moreno remarca que hay otros factores que no se tienen en cuenta, como el golpe al turismo urbano, uno de los que más está creciendo y que está aupando a ciudades como Madrid. "En Francia el turismo urbano cayó fuertemente durante la ola de calor de 2003". También, señala, el aumento de los incendios forestales supone un factor relevante dado que "estos afectarán a nuestros montes cada año y por ende a la industria turística en estos espacios". No todo serán cambios de destino o países.
Una revolución en las fechas del turismo
Otra opción pasa por un cambio de fechas. Los turistas podrían modificar los meses de sus visitas a algunos países, como han sugerido ejecutivos de agencias de viajes e indicado en encuestas recientes. Esto podría implicar un cambio del pico típico de verano en lugares del Mediterráneo, por ejemplo, hacia meses más fríos a principios y finales del año. "Es cierto que los proveedores turísticos podrían tener que invertir en nuevas infraestructuras para adaptarse al aumento de las temperaturas, como por ejemplo, la mejora del aire acondicionado. Sin embargo, un aplanamiento del pico de verano podría, en algunos casos, ayudar a aumentar la ocupación media anual y, potencialmente, a paliar el problema del exceso de turismo", aseguran desde Capital Economics. Es decir, esto podría ser hasta beneficioso para países como España, que lograrían que los turistas se distribuyeran de una forma más eficiente a lo largo del año, permitiendo una mayor ocupación total en el conjunto del ejercicio.
Pese a todo, "habrá algunos países beneficiados que podrían experimentar un aumento en el número de turistas y su cuota de mercado, en particular los países que probablemente se beneficiarán de los cambios en los patrones climáticos. Las naciones del norte de Europa, como los Países Bajos y los países nórdicos, destacan como ejemplos de países que podrían experimentar un aumento en la llegada de turistas en el futuro. Desde una perspectiva macroeconómica, estos países ya registran importantes superávits por cuenta corriente y el aumento de las exportaciones de servicios podría impulsarlos aún más en el futuro", asegura el economista de Capital Economics.
En cualquier caso, señala que hay una cosa 'buena' dentro de las malas noticias. Si bien reduciría esa gran afluencia veraniega, impulsaría el modelo de España como un país receptor durante todo el año. "Es algo que plantea oportunidades para garantizar la resiliencia a largo plazo". Es decir, un cambio de modelo sostenido durante tanto tiempo y dándose poco a poco, casi de manera imperceptible, puede golpear a la llegada masiva, pero crear una industria más resistente, menos propensa a grandes agitaciones y volatilidad.
"En resumen, si bien es probable que la reestructuración del mercado turístico mundial a raíz del cambio climático sea un proceso gradual, presenta oportunidades, así como riesgos, para muchas economías", sentencia Oxley.