
De haber sido socios bien avenidos e incluso amantes políticos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias a día de hoy están más cerca del divorcio que de la reconciliación. Las negociaciones para la investidura del socialista penden de un hilo, en un escenario en el que los cuchillos que se lanzan el PSOE y Unidas Podemos ya son habituales y la amenaza de una repetición electoral toma forma.
¿Cómo ser rompió el cordial idilio que llegaron a tener ambos líderes de la izquierda? La ruptura de relaciones llegó el 26 de mayo, con las elecciones municipales y autonómicas, o más bien con la catástrofe sufrida por la formación morada en estos comicios. Hasta entonces, la relación no solo era cordial, sino cercana. Sánchez e Iglesias se mantenían en contacto a diario, con frecuentes mensajes por whassapp con los que se ponían al día respecto a la situación del país y de sus formaciones, así como compartían chascarrillos. Colegueo en estado puro.
No hay casualidades
Esta cordialidad no es casualidad. Se vieron forzados a ella el 28 de abril. A pesar de que el PSOE ganaba las elecciones generales, la victoria era agridulce: los 122 escaños obtenidos no eran, ni son, suficientes para amarrar la estancia en Moncloa, y Sánchez estaba obligado a pactar. Paralelamente, se cumplió uno de sus mayores temores, también el de Iglesias: la debacle electoral de Unidas Podemos, que se quedó con solo 42 diputados, impedía una mayoría absoluta de izquierdas.
A pesar de todo, en las semanas posteriores, todo fueron buenos gestos entre Sánchez e Iglesias, convencidos ambos de que nada les impediría gobernar. Tanto que, según ha podido constatar 'elEconomista', aunque Ferraz lo niega, Sánchez abrió la puerta a un gobierno de coalición que incluyera ministros de Unidas Podemos. ¿De qué carteras se trataría, que competencias tendrían? "Las queremos sociales: Trabajo, Dependencia...", reclamaba Iglesias. Pero Sánchez le pedía paciencia y le emplazaba a junio para cerrar los detalles del acuerdo y de los ministerios.
Cambio de visión
En junio se torció todo. La comunicación, hasta entonces frecuente y continua, cambió a un formato cada vez más institucional. La formación morada sufre una debacle sin precedentes el 26 de mayo: pierde gran parte de su poder local y autonómico. Para el PSOE, Unidas Podemos ya no era un animal herido al que necesitaba, sino una criatura moribunda de la que se podía aprovechar. Este cambio de visión llevó a los primeros desencuentros: el presidente en funciones aseguraba a Iglesias que él está de acuerdo en un gobierno de coalición y en ceder parcelas de poder (limitadas) a los de Iglesias, pero que se estaba encontrando con la oposición de los cuadros de Ferraz, lo cual le impedía cumplir sus deseos, un argumento que pudo contrastar 'elEconomista'.
La objeción no llega solo desde los cuadros socialistas. En la formación morada, responsabilizan también al 'Maquiavelo' de Moncloa, Iván Redondo, del cambio de perfil de Sánchez y del inmovilismo del PSOE ante un gobierno de coalición.
De ahí ese anuncio, tras la segunda reunión de Sánchez e Iglesias – la primera tras las autonómicas- , de un gobierno de cooperación que no dejaba nada claros ni los límites, los objetivos, las competencias y las atribuciones de Unidas Podemos en un futuro ejecutivo. Una fórmula indefinida que le ha dado tiempo al PSOE para construir su propio relato y dejar claro que no está entre sus planes miembros de la formación morada en un futuro gabinete ministerial, tesis defendida reiteradamente por miembros de la guardia pretoriana del propio Sánchez, José Luis Ábalos y Adriana Lastra, secretario y vicesecretaria de Organización socialistas respectivamente.
Intercambio de cuchillos
Es en este momento en el que empieza el lanzamiento de dardos y el intercambio de cuchillos entre un bando y otro, usando los medios de comunicación como mensajeros. Mientras los socialistas insisten en la validez de su tesis, ofreciendo cargos intermedios y basándose en que un acuerdo con Unidas Podemos no permitiría una mayoría absoluta ni solventaría el serio problema de gobernabilidad al que se enfrentaría Sánchez tras la investidura – el Congreso presenta la mayor división de la historia de la democracia y serán necesarios pactos continuos para avanzar en la legislatura- , los de Iglesias contraatacan con que la primera investidura de Sánchez será fallida, pues no contará con su apoyo.
El cruce de declaraciones terminó con la explosión de este martes, cuando ambas partes, tras un tenso encuentro, cruzaron ataques y acusaciones de haber mentido en sus declaraciones públicas y con los socialistas utilizando la amenaza de una repetición electoral si Sánchez no es investido en la sesión del Congreso que comienza el próximo 22 de julio.
Sin embargo, parece que este escenario -maquinado por Redondo, de nuevo según los 'morados'- , que provocaría que los españoles fueran a votar de nuevo en junio, todavía es evitable. O al menos esto dan a entender tanto Sánchez como Iglesias en sus apariciones televisivas y en redes sociales, donde se emplazan a nuevas reuniones en las que no ceden ni se mueven de sus posiciones originales. ¿Saldrá de ellas un gobierno de coalición - al que los socialistas, ahora, han abierto la puerta con determinados vetos -, una futura investidura o una repetición electoral? A falta de conocer lo que decidan las bases de Podemos, el 23 y el 25 de julio – que es cuando se celebrará en la Cámara Baja la segunda votación si no fructifica la primera- se desvelará esta incógnita. Lo que no volverá a ser lo mismo es la relación entre Sánchez e Iglesias, afines colegas de la izquierda a los que ha enfrentado su ambición de poder.