Como reza el título de esa extraordinaria rumba flamenca, creación del genial Paco de Lucia, la CEOE de Antonio Garamendi se mueve hoy entre dos aguas, o como dice el refranero popular en un intento de nadar y guardar la ropa sin ahogarse en el intento.
Y lo hace tanto en el terreno puramente económico y laboral como en el turbulento mar de la política, donde gobierno y oposición aprovechan cualquier fallo o distracción para hacer naufragar a la nave empresarial.
En el ámbito propio de sus competencias, el dilema al que se enfrentan hoy los empresarios es el de evitar la derogación de la reforma laboral de 2012, en lo que sigue empecinada la ministra de Trabajo podemita, Yolanda Díaz, y al mismo tiempo tratar de elaborar un proyecto de contrarreforma parcial asumible por el ala socialista del Gobierno socialista y en particular por el presidente Pedro Sánchez.
Dirigentes de la organización empresarial confirman que en la dirección de CEOE preocupa especialmente la pretensión de la ministra Díaz de suprimir los contratos temporales, salvo en casos muy excepcionales lo que, afirman, "provocaría cierres masivos en sectores estacionales como la hostelería, la agricultura o la construcción, y entre multitud de negocios de autónomos y microempresas".
Esta misma dualidad se produce asimismo en el debate de las pensiones, donde el Comité Ejecutivo de la patronal ha ratificado el primer fascículo del acuerdo para la reforma de las pensiones, pero con la intención de buscar una fórmula de aquí a final de año que haga posible acordar con el Gobierno mantener el factor de sostenibilidad en el medio y largo plazo o si no es posible, elaborar otro modelo similar que mantenga los mismos efectos para garantizar el equilibrio del sistema.
Las reformas laboral y de pensiones y el reparto de los fondos europeos, retos de la patronal
El reparto de los fondos europeos, que en España gestiona y distribuye en Gobierno a diferencia del resto de los socios europeos, está también en el trasfondo de este equilibrio que el equipo de dirección de CEOE quiere mantener para evitar un reparto discrecional de los dineros europeos y en función de las amistades y los intereses políticos de Pedro Sánchez que, normalmente, no coinciden con las necesidades de España y de los españoles.
Y por lo que hace al debate político, también están Garamendi y su equipo entre la espada de la patronal catalana, Fomento del Trabajo, y ese núcleo de empresarios catalanes que coquetearon con el secesionismo, compadrean con el gobierno de ERC y Juntx per Cat, y que aplauden los indultos, y la pared de la inmensa mayoría del resto de empresarios españoles que defienden la Constitución, la igualdad entre los españoles, la integridad territorial de España y la independencia del empresariado entre los que, me consta, se encuentra el propio presidente de la CEOE.
Una batalla política en la que lo que más debería preocupar a Antonio Garamendi es lo que en la jerga militar se denomina "fuego azul", es decir los disparos provenientes del propio bando. Y en la patronal española son varios, con nombres y apellidos, los que maniobran para mover la silla al presidente desde Cataluña y, según cuentan miembros destacados de la Junta Directiva, con la colaboración especial de algún empresario y ex político valenciano.
Y mientras, para recordarnos que no sólo de CEOE y de Cataluña vive el periodista, sale el ministro Garzón – que habla poco pero cuando lo hace compite con Carmen Calvo e Irene Montero por el Guinness de la majadería- e inicia una insólita cruzada contra las vacas, los ganaderos y el consumo de carne. El mismo que es el responsable de Consumo en un gobierno que nos ha deparado una subida de precios histórica en la electricidad, que tiene disparado el coste de las gasolinas, y que nos asfixia con una política fiscal esquilmatoria mientras ha desertado del combate contra la pandemia poniendo en grave riesgo la recuperación del turismo y con él la del conjunto de la economía y el empleo. Si tanto le preocupa al ministro el medioambiente que empiece por quitar el aire acondicionado en su despacho o por dejar el coche oficial para desplazarse en el transporte público, si es que se atreve. Es una idea y va sin IVA.