Opinión

Necesitamos el 'trumpismo' sin Trump

  • Su rebaja de impuestos y su reducción de la burocracia son modelos que deben imitarse
  • Pese a sus bravatas, no ha supuesto un obstáculo para el comercio internacional
  • Es innegable que algunas de sus políticas ayudarían a acelerar la recuperación
Sería injusto no reconocer algunos de los aciertos del presidente Trump en política económica.

Nadie echará de menos la intimidación vista en los debates electorales, el narcisismo o los conflictos. A nadie le gustaba su lenguaje excluyente, su actitud sexista, o sus divagaciones retóricas. Pero mientras Trump pasa sus últimos días en Washington, hay aspectos que los mercados y, de hecho, la economía global, echarán de menos de Donald Trump.

A pesar de todos sus defectos, y hubo muchos, el 45º presidente de EEUU puede reclamar dos logros significativos. En primer lugar, demostró que los sistemas fiscales pueden ser reformados radicalmente, simplificados y racionalizados. Y evidenció que las regulaciones y la burocracia pueden ser reducidas. Ninguno de ellos basta para compensar sus fallos, el último de los cuales se resume en no saber aceptar una derrota con dignidad.

Aun así, los líderes de centro-derecha y pro-empresariales necesitan encontrar la manera de construir y continuar ese legado, porque es exactamente lo que la economía mundial, y sobre todo Europa, necesita en este momento.

Ruptura de prejuicios

Es indiscutible que Trump rompió con los prejuicios dominantes sobre la política económica, e impulsó reformas de importancia mundial. Primero, reformó un sistema de impuestos empresariales que convirtió a EEUU en uno de los países menos competitivos del mundo.

Bajo el mandato de Obama, el tipo de Sociedades del 35% era uno de los cinco más altos del mundo; era superior incluso al propio de Francia o Suecia. De golpe, Trump lo redujo al 21%. Ningún líder político había intentado recortar los impuestos a esa escala desde Ronald Reagan y Margaret Thatcher en la década de 1980. ¿El resultado?: el dinero de las empresas que habían huido del país para escapar de los impuestos punitivos comenzó a regresar. A continuación, puso un freno a la creciente marea de la regulación empresarial. El Congreso, y las agencias gubernamentales, se vieron obligados a derogar dos leyes por cada nueva que aprobaban.

Ese fue un gran cambio. Durante casi tres décadas, el consenso en todo el mundo desarrollado abogaba por que el Estado se hiciera cargo de una parte cada vez mayor de la riqueza nacional, que las regulaciones aumentaran y que el gobierno gestionara cada aspecto de la economía de manera cada vez más intrusiva. Trump demostró que se puede poner un freno a ese fenómeno, y que es económicamente beneficioso.

Antes de la epidemia, EEUU era la economía desarrollada de más rápido crecimiento en el mundo y ahora, dejando a China aparte, es casi seguro que se recuperará con más fuerza que cualquiera de sus rivales. Es seguro que el presidente Biden cosechará los frutos de las reformas de Trump, así como Bill Clinton y Tony Blair se beneficiaron de las reformas de Reagan y Thatcher diez o quince años después de que fueron promulgadas.

Pasos a seguir en Europa

El desafío ahora para los partidos de centro-derecha partidarios del mercado es construir el trumpismo sin Trump Tendría tres elementos clave. Primero, revisaría los sistemas fiscales a fondo. No tiene sentido hacer reformas menores. Hay que hacer hincapié en la simplificación y la competitividad en lugar de sólo reducir los tipos máximos.

A continuación, hacer de la reducción de la burocracia una prioridad, y exigirla por ley. La Administración Trump demostró que el sofocante legalismo se puede frenar, y la tasa de creación de nuevos negocios -que había caído sorprendentemente por debajo de cero en términos netos en la época de Obama- comenzó a subir de nuevo. 

Por último, dar un importante impulso al comercio exterior. A pesar de todas las bravatas, Trump no construyó un muro con México, permaneció dentro de un Nafta reformado, y los volúmenes de comercio con China siguieron creciendo. Aún así, los acuerdos comerciales tienen que ser hechos para que supongan beneficios también para los trabajadores, así como para los bancos y las multinacionales.

Es muy fácil desdeñar al que pronto será expresidente de EEUU como el protagonista de una etapa que hay que olvidar. Hay mucho que reprocharle de sus cuatro años en el cargo. Aún así, eso sería un error. 

Ha dejado atrás una agenda de prioridades y un legado que merece ser llevado a cabo por una nueva generación de políticos. De hecho, despojado de su intolerable lenguaje, y del narcisismo, el trumpismo más allá de Trump es precisamente lo que la economía global necesita en esta década.

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