
Todos los que se han entrevistado con el presidente del Gobierno en las últimas semanas cuentan su disposición a volver a las urnas a principios de noviembre. Los motivos son varios y ya conocidos.
El primero, que no se fía de Pablo Iglesias. Sobre todo, ante la proximidad de la sentencia del 1-0, que va a mandar a la cárcel por un largo tiempo a todos los dirigentes independientes, que organizaron la protesta. La presidenta del PSOE, Cristina Narbona, lo describió esta semana en una entrevista con elEconomista: "Una coalición con Podemos sería como tener a un gobierno dentro del Gobierno". Y apostilló que "está totalmente descartada".
Además, ninguno de los sondeos que barajan los socialistas, en estos momentos, le dan menos de 140 diputados. Sánchez se tomaría así la revancha. Su ascenso electoral no se hace tanto a costa de la bajada de Podemos, al que los sondeos siguen dando en torno 40 diputados, sino de Ciudadanos.
El líder del partido naranja está de capa caída. Su relación con Sánchez es prácticamente inexistente. El presidente, además, está muy dolido por los desplantes de Rivera, que se negó a acudir a varias rondas de consultas en el Palacio de la Moncloa para la investidura.
"El exceso de orgullo o de testosterona impidió a Iglesias en dos ocasiones entrar en el Gobierno"
Solo un milagro, que Iglesias aceptara que su partido quede fuera del Gobierno, podría allanar la investidura. Pero eso tampoco va a pasar, porque el líder podemita tiene demasiado orgullo para dar su brazo a torcer.
Ese exceso de orgullo, o quizá de testosterona, nos salvó ya en dos ocasiones de que pudieran gobernar con Sánchez. La última vez hace tan solo unas semanas, cuando llegó a rechazar nada menos que una vicepresidencia y tres ministerios.
La vicepresidenta, Carmen Calvo, firme partidaria como Sánchez de ir de nuevo a las urnas, se dedica estos días a humillar a sus hipotéticos socios con cargos de bagatela o imposibles de asumir, como la vicepresidencia de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).
"La confusión sobre qué impuestos subirán reina en el plan presentado esta semana por Sánchez"
La tesis de Sánchez es que con más de 140 diputados podría gobernar en solitario, con el apoyo puntual de ERC y el PNV y la abstención del PP sólo para la investidura. Ese es el escollo más difícil de salvar. Pero los socialistas apelarán a su sentido de Estado una vez que Casado, al que pronostican entre 80 y 100 diputados, se consolide como líder de la oposición en la próxima cita electoral.
Un resultado así reinstauraría el bipartidismo y respaldaría a España para volver a tener voz y voto en Europa, con un Ejecutivo moderado. Es la condición, además, que Emmanuel Macron pone al líder de los socialistas para darle mayor protagonismo en las instituciones europeas. Pero todo esto eso es mucho aventurar.
"El talón de Aquiles de la legislatura será la economía. Una subida de impuestos es letal"
Varios de los interlocutores del presidente en las últimas semanas le advirtieron que el talón de Aquiles de la próxima legislatura estará en la economía. La creación de empleo se frena cada vez más. El año se cerrará con una bajada del paro inferior a las 200.000 personas logradas en 2018, menos de la mitad del récord alcanzado durante los últimos años de legislatura del Gobierno de Rajoy.
La mayoría de estos puestos de trabajo se consiguió a golpe de talonario público. Ayuntamientos y autonomías dispararon el número de empleados públicos en vísperas electorales, mientras que el Gobierno aprovechó para convocar una gigantesca oposición para incorporar a más de 30.000 funcionarios.
En estas circunstancias, no sorprende que el documento de 370 medidas presentado esta semana por los socialistas, una especie de borrador de su campaña electoral, renunciara a gran parte de la subida de los impuestos pactada con Podemos y recogida en el proyecto de Presupuestos Generales del Estado, que no pudo entrar en vigor por falta de Gobierno.
El plan ratifica el compromiso con el alza de las pensiones según el IPC y la supresión de los aspectos "más dañinos" de la reforma laboral (en ningún momento se habla ya de la derogación, como pide Podemos y llegó a prometer Sánchez). Asimismo, insiste en la implantación de la tasa Google o del impuesto a las transacciones financieras. Dos gravámenes, por cierto, que dependen de su adopción en el resto de Europa.
Sin embargo, se olvida del alza del IRPF para los directivos con ingresos brutos anuales superiores a los 150.000 euros y del impuesto a la banca, una de las bestias negras de Iglesias, junto con las eléctricas.
"Montero mantiene su plan de incrementar la presión fiscal sobre directivos y grandes empresas"
En cuanto al Impuesto de Sociedades a grandes empresas, con el que el propio Sánchez estaba obsesionado, se fija un umbral del 15%, que es cuatro puntos inferior al 19% de media que pagan en la actualidad. Hay que aclarar que este porcentaje es sobre la base imponible del Impuesto y no sobre el tipo efectivo, que es muy inferior, en torno al 8%.
El problema es que no se sabe si estas renuncias, que van en la buena dirección, forman parte de la campaña electoral o se aplicarán en la nueva legislatura.
El Ministerio de Hacienda, que dirige en funciones María Jesús Montero, salió de inmediato a aclarar que mantiene su plan de incrementar la presión fiscal sobre directivos y grandes empresas, y el PSOE insistió en que se trata de un programa "abierto" a modificaciones.
Y tanto que es así, porque unas horas después de que fuera presentado, tuvo que rectificar la mención a prohibir los vehículos diésel, debido a la gran protesta del sector del automóvil y aledaños, que genera 8,5% del PIB español. En este caso, la causante del desaguisado es la todopoderosa ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, a quien no le duelen prendas en cargarse la industria española con tal de erigirse en la paladina del cambio climático.
"Los socialistas deberían empezar a preparar un programa contra la próxima crisis antes de que caiga encima"
El plan de Sánchez carece, por lo demás, de medidas para luchar contra la desaceleración e impulsar el crecimiento y la creación de empleo. Los socialistas deberían eliminar todas estas incertidumbres sobre su política económica y empezar a preparar un programa para combatir la próxima crisis antes de que caiga encima.
Sus predecesor, Zapatero, negó las evidencias y cuando quiso actuar fue ya demasiado tarde. La economía española no sufre los desequilibrios externos ni la burbuja inmobiliaria de 2008, como precisó esta semana la ministra de Economía, Nadia Calviño. Pero la victoria electoral tendrá los pies muy cortos si no están atentos a sus síntomas e intentan prevenir la caída.
Deberían empezar por reconocer las debilidades, contener el gasto público y eliminar los titubeos de su política económica. Sería bueno que hablaran con franqueza sobre sus planes. Ya tenemos asumido que no bajarán los impuestos, pero, por lo menos, que no los suban más si no quieren deteriorar la confianza de los ciudadanos y espantar la inversión.
PD.- En el plano internacional comienzan a despejarse varios de los nubarrones que asustaron a los mercados en agosto. La milagrosa reconversión del Gobierno italiano y del Movimiento Cinco Estrellas de Luigi di Maio hacia el europeísmo, la derrota de Boris Johnson en el Reino Unido o la próxima cita a mediados de octubre para reanudar las conversaciones entre Trump y Xi Jinping abrieron claros en el horizonte. Advertir, sin embargo, de que las tensiones pueden resurgir en cualquier momento debido a las fragilidad tanto del Gobierno italiano como en torno al Brexit, así como los cambios rocambolescos de opinión a los que ya nos tiene acostumbrados el presidente de Estados Unidos.