Elecciones 26M

El rompeolas de Madrid rompe los sueños de la izquierda

Íñigo Errejón y Manuela Carmena, tras conocer los resultado del 26-M. Foto: EFE

Los partidos de izquierdas y specialmente el PSOE se aprovecharon en muchas ocasiones del pacto de perdedores en elecciones pasadas, y ahora "saborean" lo que se siente al ser perjudicados. Pensaron que la derecha nunca se beneficiaría de esa circunstancia tan curiosamente española que da la victoria al que ha perdido, al que ha obtenido menos votos en las urnas, ese contrasentido de "el que pierde, gana". Así conquistó la alcaldía de Madrid en 2015 y otros muchos territorios, incluido el gobierno central vía moción de censura, y así va a perder simbólicos feudos de poder como la misma capital de España.

En la Comunidad de Madrid se repitió el guión de tantas noches electorales en la desde tiempos de Leguina: los datos que llegan primero a la Puerta del Sol son los del cinturón rojo del sur, y los últimos los de la franja oeste de la capital, de voto mayoritariamente conservador. Así, a las 23:00 horas de la noche al bloque de centro derecha le faltaban diez escaños para tocar la mayoría absoluta, mientras el recuento estaba al 78% en Fuenlabrada y Getafe, y tan solo al 7 y al 15 en Pozuelo y Las Rozas. Pero en cuanto ese caudal de voto conservador fue entrando en los ordenadores, el bloque alternativo a la izquierda sumaba escaño tras escaño. En Majadahonda la suma de las derechas superaba los 25.000 votos mientras la izquierda llegaba a duras penas a los diez mil. En Pozuelo de Alarcón la relación era de 34.000 por 11.000. Ese granero aupó a Isabel Díaz Ayuso. Y eso hizo decantar la balanza poco a poco a favor de PP, Cs y Vox hasta llegar al insospechado escaño 68 que otorga a la candidata popular una posición privilegiada para ser presidenta. La joven apuesta de Pablo Casado ha logrado en las urnas dejar en ridículo todas las ridiculizaciones que se hicieron de ella en la campaña, demostrando una vez más que la opinión pública nada quiere saber de campañas contra el prestigio de nadie.

Albert Rivera vivió su segunda noche amarga, pese a que su partido experimenta siempre hasta ahora un crecimiento en apoyo popular y en representación. Pero sigue siendo el mago que convierte todo en victorias aparentes. Si en la noche del 28 de abril intentó convencernos a todos de que había triunfado, al cambiar sus objetivo inicial de derribar a Sánchez por el de derribar a Casado, un mes después ha visto como su añorado 'sorpasso' al PP queda para siempre en el limbo del olvido. Tal vez en esta ocasión sepa rentabilizar sus magníficos resultados entrando en los gobiernos donde pacte y subsane el error de no haberlo hecho en el pasado. Pactará con los populares para desbancar a la izquierda y tendrá gestos hacia el PSOE, al que podrá apoyar en Aragón, donde la ensalada de siglas (hasta ocho partidos con representación, cuatro atomizados con cinco o menos diputados en las Cortes) propicia que por estabilidad institucional Ciudadanos propicie allí un gobierno de izquierdas.

El éxito de Pedro Sánchez es incuestionable al afianzar su victoria de hace un mes. Y la repesca ha confirmado a Pablo Casado como el líder incipiente del PP que logró evitar la pérdida de Madrid en el peor momento de su partido. La derrota más sonora del 26-M fue la de Pablo Iglesias. La pérdida de representación de su partido es una hemorragia continuada tras lo ocurrido en las elecciones de mayo. El símbolo de esa debacle es la desaparición de su representación en una comunidad donde ha cogobernado, Castilla La Mancha. Pero su más sonoro fracaso es en los ayuntamientos donde se intentó hacer creer a los ciudadanos que llegaba el cambio. El zaragozano Pedro Santisteve personifica el hundimiento de los ayuntamientos del cambio, que sólo Cádiz y Valencia (ésta última no podemita) han logrado evitar.

La caída de Madrid es estrepitosa. Manuela Carmena perdió un concejal pese a lo que señalaban todas las encuestas y logró casi 20.000 votos menos que en la irrupción de esos ayuntamientos "del cambio" hace cuatro años.Uno de los dos ediles que necesitaba para lograr la mayoría lo perdió ella, y el otro Pepu Hernández, designado a dedo por Pedro Sánchez una vez que Carmena le dio calabazas para ser la candidata socialista a la alcaldía más importante de España. La apuesta personal del líder socialista pasará a ser cuarta fuerza en la capital, perdiendo una posición respecto a los resultados de Antonio Carmona en 2015. Un Madrid rompeolas de las izquierdas, donde Martínez Almeida logró lo que la todopoderosa Esperanza Aguirre no había conseguido hace cuatro años. Pese a todo, lo hizo con el lema eterno de la lideresa: pico y pala, porque ha sido un candidato muy trabajado, que lleva cuatro años poniendo las bases de su logro a base de que se le conozca en Madrid por trabajar denodadamente.

Tampoco Íñigo Errejón ha salido muy bien parado, y las huestes de Podemos ya se lo están reprochando al mencionar las cloacas y cosas parecidas. Arrebató a su antiguo partido Podemos sus veinte escaños, pero se quedó compuesto y sin la vicepresidencia regional madrileña que esperaba a la sombra de Gabilondo.

Y llegamos a Vox. A la formación de Santiago Abascal siguen etiquetándole como extrema derecha, aunque la palabra fascismo ha desaparecido ya de las etiquetas que recibe: algo ha mejorado. Ese ataque a esta nueva formación del panorama político español será la excusa que va a servir para distraer la atención de que el bloque de centro derecha gobernará en Madrid. Aún así, Abascal ha perdido 1.300.000 mil votos respecto a las generales, que han vuelto al PP o a Ciudadanos como ya se advirtió que podía ocurrir.

En Barcelona, Ada Colau polariza ese fracaso aunque siga siendo alcaldesa: veinte mil votos menos para la artífice del "cambio" barcelonés que se constata con solo bajarte del tren y poner un pie en sus calles. Colau pierde un concejal y si retiene la alcaldía será gracias a los votos que le presten los socialistas, porque le ha derrotado Maragall aunque sea sólo por cuatro mil votos. Ha pasado de ganar a perder, matiz con cierta importancia. En la Ciudad Condal se confirma el fallido experimento paracaidista de Manuel Valls que no llegó ni siquiera a cien mil votos y sólo sumó un concejal respecto a Carina Mejías, la abnegada portavoz municipal durante cuatro años.

Otros nombres propios merecen mención por su éxito notable: Paco Guarido, alcalde que logra mayoría absoluta para IU en Zamora (14 escaños sobre 25) tras una gestión que ha seducido a gran parte de sus vecinos. García Page y Fernández Vara, hegemónicos en sus feudos socialistas. En sentido contrario, el popular Núñez Feijóo porque pierde poder: las cuatro capitales gallegas tendrán color rojo, ya que el barón popular pierde la única en la que gobernaba, Orense. Y Miguel Ángel Revilla que conecta al fin con los votantes cántabros y gana por primera vez unas elecciones, algo que no había hecho hasta ahora pese al monumental trato de favor mediático y en especial televisivo que ha tenido en los últimos años

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