Economía

La estabilidad de precios frente al cambio climático: la 'guerra interna' del BCE por una política monetaria eco-friendly

  • Cada vez son más las críticas al BCE por no respetar el medioambiente
  • Lagarde aboga por dar más peso a este factor en la política monetaria...
  • ...pero no todos los miembros del eurobanco se muestran igual de convencidos
Protesta climática de la organización alemana Koala Kollektiv el pasado 21 de octubre frente la sede del Banco Central Europeo (BCE), en Frankfurt. Fotografía: Kai Pfaffenbach (Reuters).

El Banco Central Europeo (BCE) comenzó a principios de año la revisión estratégica de su política monetaria. Su presidenta, Christine Lagarde, busca dar un tinte político a su etapa al frente del organismo: quiere estudiar cómo introducir factores no 'tradicionales' en la toma de decisiones del eurobanco. Esto no termina de convencer a todos los miembros de la institución, que dudan de la compatibilidad de algunas de estas ideas con la búsqueda de la estabilidad de los precios en la Eurozona, la razón de ser del BCE. Uno de los puntos más polémicos es el peso que debe tener la lucha contra el cambio climático. Y mientras Lagarde 'batalla por la causa' en el seno del banco central, las críticas a este por sus acciones (indirectas) contra el medioambiente aumentan.

Christine Lagarde ha cumplido su primer aniversario como presidenta del BCE. Su etapa está marcada por la mayor crisis económica en la historia reciente por la pandemia del nuevo coronavirus. Pero antes de que todo girara en torno a la covid-19 (no hace tanto tiempo), la francesa quiso marcar distancias con su predecesor, Mario Draghi, y dar paso a una nueva 'era' en la que el eurobanco iría más allá.

El 12 de diciembre de 2019, tras su primera reunión de política monetaria del Consejo de Gobierno del BCE, Lagarde anunció una revisión estratégica de la política monetaria para que asuntos como el cambio climático y la desigualdad tuvieran más peso en el organismo a la hora de tomar decisiones en el futuro. Eso sí, respetando la estabilidad de los precios de la Eurozona (los países cuya moneda oficial es el euro) como el fin principal del banco central.

La revisión comenzó en enero y, aunque el coronavirus trastocó los planes iniciales de la presidenta del BCE y puso otras prioridades sobre la mesa, sigue en marcha. Christine Lagarde y el economista jefe del eurobanco, Philip R. Lane, mantuvieron hace dos semanas un encuentro virtual con representantes de la sociedad civil como parte del proceso.

El medioambiente es uno de los puntos clave de esta 'autoevaluación' del BCE. Según señala en su página web, el organismo monetario está trabajando "para identificar los riesgos que el cambio climático puede presentar para la economía y el sistema financiero" de la zona euro.

En junio, los economistas Malin Andersson (del BCE), Claudio Baccianti (del instituto ZEW alemán) y Julian Morgan publicaron un estudio al respecto, con el que concluyeron que "tanto el cambio climático como las políticas contra el cambio climático probablemente tengan impactos directos e indirectos en la inflación" e incrementen su volatilidad.

Según señalan en su informe, el cambio climático puede afectar a las cosechas y, por tanto, a las producciones agrícolas, provocando así "impactos significativos en los precios y la inflación".

En una comparecencia el pasado mes, Lagarde echó mano de estos argumentos para subrayar que el cambio climático puede hacer al BCE "mucho más difícil" el análisis de su política monetaria.

Acusaciones de contribuir al "caos climático"

Sin embargo, la aparente concienciación del BCE por el medioambiente (o más bien, por su impacto en la economía) no le salva de las críticas por su política monetaria actual. Cada vez son más los que defienden que las acciones del organismo deberían ser eco-friendly, pero no lo son.

La organización activista Attac hizo una pequeña manifestación el jueves pasado en los exteriores de la sede del banco central, en Frankfurt, para reclamarle que "corte la tubería del dinero" a las empresas que trabajan con combustibles fósiles. En el interior del edificio, el Consejo de Gobierno del BCE celebraba mientras tanto su reunión ordinaria de política monetaria.

Una semana antes, mientras Lagarde y Lane se entrevistaban (telemáticamente) con representantes de la sociedad civil desde el interior del edificio, fuera tuvo lugar una llamativa protesta de los activistas de Koala Kollektiv. Estos quemaron un globo terráqueo para reclamar al eurobanco que "fije el rumbo para una política monetaria que salve el clima".

Este tipo de acusaciones no son nuevas para la entidad central, que ha sido señalada en numerosas ocasiones por destinar parte de su dinero a compañías contaminantes. ¿Cómo? A través de sus compras de bonos corporativos (es decir, dándoles dinero adquiriendo su deuda).

El mes pasado, la organización francesa Reclaim Finance acusó al BCE de estar alimentando "un frenesí del gas natural" y contribuir al "caos climático" con su Programa de Compras de Emergencia Pandémica. El conocido como PEPP (por sus siglas en inglés) es el paquete billonario que el BCE creó de forma urgente en marzo para hacer frente a la crisis del coronavirus. Lo usa para adquirir deuda pública (de los países de la Eurozona) y corporativa (de empresas).

Reclaim Finance: "El BCE debe excluir inmediatamente de sus compras de activos a las empresas cuyas prácticas son incompatibles con el acuerdo de París"

El informe publicado por Reclaim Finance recoge que el banco central había apoyado con el PEPP hasta septiembre a 11 empresas europeas que planean desarrollar proyectos con combustibles fósiles, como Royal Dutch Shell, Total o Engie. De hecho, más de la mitad (el 63%) de los bonos corporativos que había adquirido hasta entonces eran de empresas contaminantes, según sus cálculos.

Los activistas galos demandaron al BCE que excluya "inmediatamente" de sus compras de activos a las empresas "cuyas prácticas son incompatibles con el Acuerdo de París". Por su parte, Koala Kollektiv recuerda que la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea dispone que las políticas del bloque comunitario deben buscar "un alto nivel de protección del medioambiente y la mejora de su calidad" (en el artículo 37). Todas las instituciones de la UE deben respetar esta normativa, y el Banco Central Europeo es una de ellas.

La neutralidad de mercado

No obstante, el Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE) establece que el "objetivo principal" de los bancos centrales del bloque comunitario (entre ellos, y especialmente, el BCE) es "mantener la estabilidad de precios". Por tanto, el debate está servido. ¿Cuánto peso debe tener la lucha contra el cambio climático en las decisiones del BCE? ¿Es realmente compatible con el mandato primario del TFUE?

"La política monetaria no solo puede, sino que debe ser compatible con la lucha contra el cambio climático", afirma Pedro del Pozo, director de inversiones financieras de Mutualidad de la Abogacía, quien señala a elEconomista.es que el BCE puede "favorecer la compra de bonos privados o públicos que cumplan determinados requerimientos ['verdes']".

Hasta ahora, el banco central ha defendido la neutralidad de mercado a la hora de adquirir activos. En otras palabras: sus programas de compras (entre ellos, el PEPP) deben reflejar lo que ofrece el mercado, sin discriminar ningún tipo de industria.

Sin embargo, Lagarde ha mostrado sus reticencias al respecto. "Una cuestión que debemos preguntarnos [en el BCE] es si la neutralidad de mercado es el principio que debería regir nuestra gestión de las inversiones", declaró el mes pasado.

Christine Lagarde, presidenta del BCE, en una imagen de archivo de diciembre 2019. Fotografía: Ralph Orlowski (Reuters).

Asimismo, en el encuentro con representantes de la sociedad civil del 21 de octubre, la presidenta del BCE defendió que el mandato primario del TFUE puede estar algo 'obsoleto'.

"Hay cuestiones que realmente afectan al trabajo que tenemos que hacer, que está definido por el Tratado, que no fueron suficientemente consideradas" cuando este se aprobó (en 2009), argumentó la banquera central. "El cambio climático no era una lingua franca en aquellos días", recalcó.

Algunos miembros del Consejo de Gobierno del BCE comparten la visión de su presidenta. Martins Kazaks, gobernador del Banco de Letonia, François Villeroy de Galhau, del Banco de Francia, y Olli Rehn, del banco central finlandés, son algunos de ellos.

El 'halcón' Weidmann

Sin embargo, no todos están del lado de Lagarde. Jens Weidmann, presidente del Bundesbank (banco central de Alemania), es el disconforme más destacado. En una entrevista publicada a principios de octubre por Börsenzeitung opinó que no le corresponde a la política monetaria "establecer las pautas" en la lucha contra el cambio climático.

"Un mandato limitado y la independencia [del BCE] son dos caras de la misma moneda", aseveró. En otras ocasiones, Weidmann ha argumentado que el eurobanco no cuenta "con ningún mandato para perseguir otros objetivos [aparte de la estabilidad de precios] por derecho propio". Así, considera que la protección del medio ambiente es un papel que deben desempeñar "otras áreas políticas", pero no la monetaria.

Weidmann (Bundesbank): "Un mandato limitado y la independencia del BCE son dos caras de la misma moneda"

"Todos los cambios de ámbito estratégico, sean del tipo que sean, tienen sus resistencias", explica Del Pozo, quien reconoce, además, que "aún hoy en algunos ámbitos económicos, la inversión sostenible sigue siendo en el mejor de los casos, una temática y, en el peor, una moda". "El cambio conceptual tarda tiempo en aposentarse", explica.

Pero Christine Lagarde no cede en su empeño. La banquera central ha insistido en que no pretende cambiar el objetivo principal del BCE que marca el TFUE (la estabilidad de precios) con la revisión estratégica, sino "reexaminarlo". Y ha defendido que "hay muchas interpretaciones sobre cómo los objetivos primarios y secundarios [del organismo monetario] están articulados".

Además, frente a las insinuaciones de Weidmann sobre 'querer sacar los pies del tiesto' y perseguir objetivos que corresponden a las políticas fiscales (es decir, a los Gobiernos), Lagarde ha asegurado que es "consciente" de lo que "es viable para el BCE y qué le pertenece [hacer] a otros".

"Los actores fiscales tienen que hacer lo que los actores fiscales tienen que hacer, y los actores monetarios tienen que hacer lo que los actores monetarios tienen que hacer", zanjó la presidenta del eurobanco.

Así las cosas, todo apunta a que la lucha contra el cambio climático acabará siendo para el Banco Central Europeo un aspecto más a tener en cuenta a la hora de diseñar su política monetaria, pero no uno crucial. "Evidentemente no es el objetivo primario o mucho menos único del BCE (...). Pero ello no significa que no pueda formar parte de su estrategia de manera, además, muy relevante", opina Pedro del Pozo.

"El cambio climático tendrá un cierto peso en las decisiones del BCE (por ejemplo, en lo que respecta al tipo de activos que comprará), pero es poco probable que sea el principal instrumento de orientación", anticipa también Nicola Mai, analista de crédito soberano en la gestora PIMCO, a elEconomista.es.

Lo que sí está claro es que la metamorfosis ansiada por Lagarde aún tardará en producirse. Como señaló Reclaim Finance en su estudio, la revisión estratégica del Banco Central Europeo no surtirá realmente efecto hasta 2022. Hasta entonces, el medioambiente tendrá que esperar.

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